Por Arnoldo Fernández Verdecia
En tiempos de Stalin la gente habló en susurros. Los padres seguían a los hijos, los hijos a los padres. El vecino a los vecinos, los vecinos al vecino, la novia al novio, el novio a la novia...
También había gente para difamar de los otros, a veces pagados, otras como delatores.
Había mucho miedo, porque en la noche eras una cosa y al amanecer los informantes te convertían en otra.
Muchas personas inocentes murieron en las mazmorras del estalinismo. Escucho sus voces cuando paso por ciertos lugares.
A veces creo que Stalin vive, otras que está muerto.
Una vez tuve un jefe que me castigó por hablar mal del padrecito Stalin. Era director de una emisora de radio.
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