Por Arnoldo Fernández Verdecia.
De un tirón leí el libro. Tono intenso, versos limpios, coloquiales, logrados.
Del primer poema hasta el último, agarra, seduce, embriaga. Es un viaje apasionante que no deseas termine.
Díficil reunir, en un cuaderno como este, 60 poemas y que la mayoría sean buenos.
Para mí, la relación hombre máquina aparece desarrollada aquí como una gran metáfora del poder y la condición enagenante que produce en el hombre.
También puede leerse como propuesta orwelleana, actualizada según los tiempos, donde la maquinaria es el ojo que ve todo y reduce a nada a los que se atreven a desafiarla.
Sinceramente estoy ante un poeta mayor, uno que ya no necesita el diminutivo para ser reconocido entre sus contemporáneos.
A partir de Cables de alta tensión, asoma un bardo totalmente hecho, que puede pasear la isla y no sentir la etiqueta que limita, la geografía que aplasta.
Onel Pérez Izaguirre entra con este libro al Olimpo de la poesía cubana. Le será muy difícil superar una obra como esta, pero ahí tiene el reto, en su próxima entrega tendrá que versificar con muchísima destreza para no ser expulsado de la altura donde ahora se encuentra risueño, sin creerlo todavía, como niño asustado que balbucea cuatro palabras cuando habla, pero al escribir poemas es un tigre en plena caza.
A mis amigos aquí, los invito a comprar Cables de alta tensión, no perderán su dinero, no tendrán que darle otro uso que no sea el de la lectura y la relación subyugante que demandará cada poema en ustedes.
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