martes, 25 de agosto de 2009

Escritor de Contramaestre conoció a Mario Benedetti

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu


La muerte del escritor Mario Benedetti sorprendió al mapa literario universal, nadie estaba preparado para escuchar una noticia como esa, sin embargo, algo que se llama destino se llevó el cuerpo del afamado poeta y narrador, autor de los “Montevideanos”, no así su obra, devenida patrimonio de las personas sensibles del planeta. En nuestra ciudad, el escritor Orlando Concepción guarda como un preciado tesoro sus dos encuentros con Mario Benedetti en la década de 1960. Sobre los pormenores ocurridos en los mismos, nuestro sitio conversó con él.

Periodista: ¿En qué circunstancias conoció a Mario Benedetti?

Orlando Concepción: Conocí a Benedetti en 1967, el mismo año en que él asumió la dirección del Centro de Investigaciones Literarias en Casa de las Américas. Fue una noche sin igual en Santiago de Cuba. Sesionaba una especie de Taller Literario. Un cuento mío, titulado entonces “La palabra órdenes”, resultó triturado por un grupito de los existentes en esa ciudad aficionados a la mordacidad. Después de leer, me uní a un cuarteto de figuras de la literatura, que hacían más placentera la presencia en aquel edificio en cuya entrada se alzaba majestuosa una mata de framboyán.

Allí estaba como cercano observador José Soler Puig, acompañado a su derecha, por Mario Benedetti, y a su izquierda por Rafael Soler Martínez y Luis Díaz Oduardo. Con modestia me acerqué hasta situarme al lado de Benedetti. Extendí mi mano saludadora desde Benedetti hasta Luis. Aspiro a leer “Montevideanos”, dije al célebre uruguayo. “Podrás”, sólo dijo.

Se acercó uno de los críticos mordaces, y soltó su alegría: “Te hicieron leña”. Lo miré a los ojos, lo que él no había hecho, y respondí con serenidad: “A mí no, al cuento”. La carcajada de Benedetti recibió el coro de los otros tres escritores de excepción.

Finalizado el ritual de los comentarios aprobatorios, escuché el consejo de Benedetti: “Seguí escribiendo. Vos sos un cuentista”. Aquellas palabras en la voz de Mario Benedetti las recibí como un estímulo, sin la más mínima cuota de engreimiento.

Una hora después, coincidimos en la Librería “Renacimiento”. Allí estaba a la venta la primera edición cubana de “Montevideanos”. Compré dos ejemplares. Dedicó el mío, muy amable. Le pedí dedicara el otro a un amigo: “Chile” Morín. Me miró, extrañado. “¿Chile, el país?”. Le aclaré se trataba de un gran afecto, intelectual de mi pueblo, a quien llamábamos así.

P: ¿Volvió a encontrarse con él?

O C: Un año después, en octubre de 1968, dos de mis cuentos recibieron primero y segundo premio en el Concurso 26 DE JULIO, auspiciado por el Consejo Nacional de Cultura. En el programa de visitas, los premiados fuimos a Casa de las Américas. ¡Grata sorpresa! Nos recibió Mario Benedetti. Recuerdo su sonrisa y su abrazo atento. Su alegría no disimulada. “Vamos a ver a Haydeé. Le conté la anécdota de tu cuento. Quiero que la escuche de ti”. Conocer y saludar a Haydeé Santamaría fue un honor no programado. Cuando repetí: “A mi no, al cuento”, se rió como yo no imaginé que se reiría la hermana de Abel, la novia de Boris, la heroína del Moncada.

Después, hablé con ella y Benedetti, sobre mi cuento “Desilusión”, que escribí con el tema del torturador de Abel. Me habían dicho que no debía ser publicado. Lastimaría a Haydeé. Fue el ganador del primer premio. Ella quiso leerlo. “Si puedes, publícalo. Está bellísimo”. Me conmovió su elogio.

P: ¿Qué significación tienen para Concepción los encuentros con Benedetti?

O C: En mi memoria sin olvido está sembrado Mario Benedetti. Aquellas palabras, quizás con el sólo ánimo de estimular a un escritor novel (no tan novel), resuenan en mis oídos.

Siempre daré “Gracias por el fuego” al hombre que, con su narrativa me enseñó el alma de los “Montevideanos” y con su poesía, me hizo orar como un creyente, por su “Padre Nuestro Latinoamericano”.

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