viernes, 24 de junio de 2016

Aquel chico bueno que quiso tener un perro llamado London



London interpretó el protagónico de la serie "El pequeño vagabundo".

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

“Sólo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real”. 
José Ingenieros: El hombre mediocre.
He escuchado la canción de aquella memorable serie El pequeño vagabundo, donde el protagonista era un perro llamado London y no he podido evitar  lágrimas; no es que me sienta tontuelo, o alguien demasiado dramático, sencillamente he regresado en el tiempo y me he visto recorrer el mismo camino durante la noche hasta la casa de tía Ana a ver la tele, a seguir a London día por día, a soñar con tener un perro igual o más inteligente, pero uno que  se quedara para siempre y no se fuera al mundo a buscar aventuras.

En casa de mi madre vieja comía temprano para estar a las siete y treinta pasado meridiano instalado en una de las mejores sillas, o balances de la espaciosa sala de Tía; allí nos dábamos cita los muchachos del barrio; nadie se quedaba a seguir Sector 40 en la radio; íbamos ilusionados tras El pequeño vagabundo; hasta nos entró la pasión por tener perros, enseñarlos a dar la patica, a contar con ladridos; incluso competíamos en un espacioso potrero para elegir al más inteligente. Muchas veces terminamos fajados, porque no estábamos de acuerdo con la votación y los piñazos tenían la última palabra; era tanto nuestro amor por los semejantes de London, que nunca nos pasó por la cabeza ponerlos a pelear para que se hicieran daño.

Fueron tiempos donde el AMOR a los animales movía nuestros corazones. ¡Éramos tan sanos de alma! ¡Qué tiempos aquellos! A mi mente acuden mis macotas Gavilán, Yorqui, Leal y finalmente Cuquita, ésta última, todavía conmigo, compañera y  amiga en medio de estas soledades habitadas por personas que han convertido a los semejantes de London, en fieras sedientas de sangre. 
Mi mascota Cuquita lleva diez años conmigo.

He escuchado la canción  EL pequeño vagabundo y he llorado muchas veces; nunca más volveré a ser aquel chico ingenuo y bueno de alma que quiso tener un perro llamado London

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