jueves, 18 de agosto de 2016

Una noveleta cubana que arranca la cabeza de la Hidra de Abril*



"...existen dos Cubas, dos Agramonte, dos historias, dos Lorenzo Varona, dos formas de analizar cada capítulo de este libro".
Por Eric Flores Taylor 

Llamativo el titular, ¿verdad? Tal parece que en lugar de una reseña el lector va a encontrarse con una crónica roja de algún universo alternativo donde seres mitológicos y sucesos paranormales coexisten. Mas, no es el caso, ya que Víctor Hugo Pérez Gallo, el autor, es un acérrimo escritor de ciencia ficción (C.F) y como tal, ese es el género al que responde su obra «Los endemoniados de Yaguaramas», Casa Editora Abril, 2014; título, además, merecedor del Premio Hidra de dicha editorial en su primera convocatoria.
Víctor Hugo Pérez Gallo.
Víctor Hugo (Camagüey, 1979) no solo es sociólogo de carrera, sino también narrador de corazón y excelente amigo (adora curdas y curvas por igual). Amante de la Historia (en especial la cubana) y la C.F, a quienes lo conocemos no nos resulta extraño que su trayectoria literaria en este género se haya decantado hacia especulaciones históricas como ya se viera en uno de sus cuentos más conocido: «Tenía la carta en la mano», ganador en 2010 del Concurso Oscar Hurtado de cuento en la categoría de C.F (y del cual tuve el honor de formar parte del jurado). Si en esa oportunidad las teorías de Víctor iban obre la posible supervivencia del Lugarteniente General Antonio Maceo en la Guerra del 95, ahora en la novela nos plantea un nuevo derrotero de otro de los caudillos de las luchas independentistas de nuestro país: Ignacio Agramonte y Loynaz, el Mayor.

Lorenzo Varona, estudiante de Historia en la Universidad de Camagüey, es instado, forzado, a realizar un viaje al pasado para atestiguar el desarrollo de la famosa batalla de Jimaguayú. Pero la teoría sobre la inmutabilidad del tiempo continúo en la que se basa el experimento le jugará una mala pasada». Hasta aquí una breve sinopsis de la trama central de «Los endemoniados…». Sin embargo, hay aún mucho más que decir de este libro, cuya mayor singularidad radica en ser la primera noveleta ucrónica publicada por un autor cubano.

Antes de proseguir, se hace necesario aclarar, a groso modo, algunos términos propios de la C.F, ya que resultan indispensables para comprender este título y tal vez no sean del todo bien conocidos por el público general. Empecemos con el concepto de ucronía, el cual se ha catalogado también como «novela histórica alternativa», y corresponde a relatos donde los sucesos históricos, tal y como han llegado a nosotros, no ocurrieron así, propiciando esto un sinnúmero de posibilidad futuras/pasadas de las que se nutre la imaginación del autor. El segundo término es el llamado «punto Jonbar», que no es más que ese instante preciso en el cual el transcurrir de la Historia se ve afectado por un hecho inesperado, originando de esta forma una marcada divergencia entre los sucesos reales acontecidos en nuestro universo y los ficticios acaecidos en la narración. Un ejemplo clásico: los nazis ganan la II Guerra Mundial (ucronía) tras eliminar en un atentado a los «Tres Grandes» durante la Conferencia de Yalta (punto Jonbar). Por si fuera poco, en la obra a debatir se manejan además conceptos de viajes en el tiempo y steampunk. El primero considero innecesario explicarlo, quizás solo deba precisar que el autor se inclina a tomar el tiempo como una constante inmutable en la que ningún acto del viajero puede cambiar los sucesos temporales ya establecidos. En cuanto al steampunk, no es otro cosa que una sociedad basada en tecnologías y maquinarías de vapor, como si nunca hubiera sido descubierto el petróleo o la electricidad (en «Los endemoniados…» la sociedad simplemente discrimina el potencial energético de estos últimos tras compararlos con el vapor).

Teniendo en cuentas estos aspectos, no es difícil comprender porque, en mi opinión, la novela de Víctor Hugo es un texto bipolar en varios contextos y paso a explicarme: Desde el inicio, a tono con todas las ucronías, los lectores deberán enfrentarse a un universo dispar al que conocemos y a través de los elementos históricos que irán rebelándose, revelándose contra el transcurso natural de la Historia, se llegará a establecer las conexiones entre ficción y realidad sobre las que discurre la trama. De ahí la primera dualidad, hechos históricos/sucesos ficticios, universo ucrónico/universo histórico. Inmediatamente, salta la siguiente dupla, esta vez entre el pasado y el futuro del protagonista, puesto que como buen viajero en el tiempo cuyo destino sea el pasado, su pasado pasaría a ser el futuro y al mismo tiempo su futuro transcurre en el pasado. Visto así tiende a parecer más complicado de lo que es en realidad, pero así son las cosas cuando hablamos de este tipo de viajes y sus múltiples teorías. Continúo entonces con los que a mi entender constituyen la pareja leif motiv de la obra: primero, homenajear la figura del Mayor General Ignacio Agramonte (y ya de paso insuflar el sentido chovinista de los camagüeyanos, que no por gusto el autor nació en esa tierra central, centralizada) y segundo, ilustrar una vez más el sabio proverbio que reza: «el poder absoluto, corrompe absolutamente». Y es que existen dos Cubas, dos Agramonte, dos historias, dos Lorenzo Varona, dos formas de analizar cada capítulo de este libro. A los futuros lectores les corresponde hallar en sus páginas los rejuegos literarios y las pícaras bromas que el autor esconde en su prosa.

Cambiando de tema, es digno de señalamiento que Víctor apuesta por un afluente poco frecuentado por los escritores de ucronías, uno donde la historia ucrónica es la real y nuestra realidad es una visión tergiversada a los ojos del protagonista. Imposible sería aludir un texto tan renombrado como «El hombre en el castillo» de Phillip K. Dick, donde partimos de un mundo ucrónico para nosotros, mas nunca accederemos a nuestra línea temporal. Otros autores se limitan a hilvanar la corriente dramatúrgica del relato para atraparnos con la diversidad de su universo imaginario y la profundidad de sus personajes, como es el caso de «Patria» de Robert Harris. Mientras tanto, muchos acuden al método más común: pasar del continuum preestablecido a una realidad alterna, tal es la situación enunciada en «El cuerno de caza», de Sarban. Entre tal cantidad de opciones, Víctor reconstruye las fórmulas de los maestros utilizando las acciones de su protagonista para crear nuestro continuum histórico; método que también ha sido abordado en sus narraciones por otro de los grandes escritores del patio: Yoss.

Y no obstante, existen momentos en la lectura donde el pensamiento visionario del escritor pierde el control de la realidad rompiendo en varias oportunidades el pacto ficcional que le permite al lector identificarse con la trama o al menos, establecer una relación de verosimilitud con el relato. Es en estas ocasiones donde la definición del punto Jonbar y su relevancia juegan un papel definitorio, en especial para todos aquellos que ya han nadado en las profundas aguas de las ucronías. Según la línea temporal de Lorenzo Varona, protagonista del texto, Ignacio Agramonte no solo no murió en las acciones de Jimaguayú, sino que además asestó tal herida en las tropas españolas que poco después gana la Guerra Grande, que pasa a ser tildada «La Guerra de los Siete Años». Luego, tal sería el punto Jonbar establecido por el autor, lo cual establece un radio de efecto bastante significativo, para la Historia patria. Quizás el enunciado más difundido de la teoría del caos es aquel de las alas de la mariposa y el tifón, pero hay límites, incluso para las extremidades aéreas de un pterosaurio.

Por ejemplo: resulta poco acertado justificar la destrucción de la capital del país con la incidencia de tres tsunamis estando la ubicación de La Habana tan alejada de las fallas tectónicas marítimas del Atlántico. Tampoco es muy creíble la reubicación de la ciudad insigne del país en Camagüey, cuya única justificación plausible sería la de ser cuna del caudillo y sus tropas victoriosas, teniendo en cuenta que Cuba como isla y más en tiempos anteriores al desarrollo de la aeronáutica mercantil, dependía enteramente de sus puertos para el contacto con el resto del mundo y la ciudad de Camagüey, como todos sabemos no es para nada costera. Por desgracia esta espiral de pobres decisiones como tramoya para la puesta en escena del universo a presentarnos continua en una espiral que llega a extremos apenas justificables con el segundo leif motiv de la obra: «poder absoluto…».

Pues sí, Cuba llega no solo a ser grande sino a ser prácticamente la mayor superpotencia del mundo, con el monopolio del «coque» un elemento derivado de la hulla (el cual, de la manera más chovinista del planeta, solo se produce en Cuba). Además, todas las grandes personalidades del mundo pasaron por la Universidad de Camagüey; las que no son borradas de un plumazo o ignoradas a la irrelevancia. El axxis mundi está ubicado en la región central de la mayor de las Antillas, el territorio convertido en centro imperialista global, su primer presidente en un proto-capitalista con la genialidad de un erudito en economía y desarrollo.

Sin embargo, y a pesar de que en los primeros capítulos la trama se torna lenta y monótona en cuanto a explicación, justificaciones científicas sobre la situación de superpotencia del país, acude al rescate la promesa del viaje al pasado, el viaje a la guerra independentista, el encuentro esperado entre el protagonista, el caudillo. Es entonces cuando Víctor nos demuestra sus dotes de narrador. En el texto se puede echar en falta el uso de la escenificación, redundando en los resúmenes y la simplificación, consecuencia de escoger un narrador en primera persona que relata los sucesos cual diario de campaña, en ocasiones escueto, parco. Mas, no resta esto los méritos de la dualidad (otra más) entre los hipertextos y la trama. Hipertextos tomados de fragmentos de un libro de texto de Historia de Cuba del universo de Lorenzo Varona. Hipertextos que nos ayudan a correlacionar ambos sentidos históricos y que nos ayudan a descubrir al Víctor estudioso en yuxtaposición con el Víctor narrador.

Si dividiéramos el libro en dos mitades (no simétricas) podemos decir que la segunda de estas constituye una epopeya digna de una revisión más profunda, incluso de su propio volumen, donde las peripecias de las tropas mambisas nos son presentadas con una calidad incuestionable. Reconozco no ser un lector ducho en las novelas históricas del patio, pero si considero que esta vale cada gota de tinta. Hombres ordinarios convertidos en héroes, mambises para amigos y enemigos; bosquejos de la vida en campaña, de la lucha armada (muchas veces sin armas), la supervivencia y la capacidad de adaptación humana a las situaciones más cruentas (cuando existe valor y convicción por una causa). Sobrados argumentos para profundizar en las odiseas personales que debieron vivir los patriotas independentistas. Motivos sobran para releer la obra.

Siento que aún me queda mucho que contarles sobre los «Los endemoniados…», sobre Víctor (el amigo, socio, sociólogo), sobre mis manera de interpretar el trabajo creativo de quienes se sumergen en una ucronía. Pero ya me he extendido demasiado y no puedo permitirme dejar de mencionar la labor de edición de Malvis Molina Armas (musa de la CF en la Editora Abril) y la imponderable labor de ilustración realizada por Osvaldo Pestana, Montos, quien hizo de la cubierta de este título un centro de atención difícil de pasar por alto, de sus viñetas un mosaico de maravillas ilustradas.

Por lo antes expuesto y sabiendo lo disputado que fue esa primera edición del Premio, es mi opinión que Víctor Hugo llegó machete en mano a cortar cabezas y si quizás no pudo con todas, al menos se alzó con la más importante, la de la Hidra y su publicación, gracias a la cual esos ucrónicos demonios de tinta y papel son ahora físicos en la Historia de la C.F cubana.

*Título original:  Endemoniado arranca cabeza de hidra, publicado en Portal de la Asociación Hermanos Saíz

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