martes, 12 de septiembre de 2017

Eduard Encina, para siempre





Por Edgardo Hinginio.  

No son imágenes agradables. Pero si nobles. Son imágenes de dolor por la pérdida de un hijo, esposo, padre, hermano, amigo, por un ciudadano común, como a él le gustaría que le dijeran, así, porque fue el título del libro que quería escribir en esos dos días que solicitó de paz a su enfermedad y no fue posible, no lo fue, ni aun teniendo la experiencia de Borges.

No son imágenes agradables, pero en el mundo de hoy donde se filman y ven tantos videos y películas de violencia, donde la guerra se transmite en vivo por la televisión, unas imágenes de despedida a un hombre humanamente grande, lleno de dones y virtudes son sencillamente nobles y dignas.

Eduard Encina, el poeta, el escritor, el preocupado por una sociedad mejor en justicia, estética y espiritualidad se ha ido. A todos nos ha parecido increíble e inmerecida su muerte a sus cuarenta y cuatro años. No podemos creerlo. ¿Cómo es posible que la muerte sea tan severamente dura con los hijos selectos de la vida? Era un gran ser humano y, además, dotado de la virtud del pensamiento preclaro y la creación intelectual.

Adiós hermano. Ya no eres materia pensante, solo espíritu de luz. Y, naturalmente, nada importa cual fue la causa de la muerte por más prematura y traicionera que haya sido.
Hay personas que mueren y nadie los llora. Hay personas que mueren y son llorados por pocos. Pero cuando un hombre es llorado por muchos es un hombre muy amado. Y Eduard fue llorado por muchas personas, en Baire, Santiago de Cuba, Jiguaní, Bayamo, en toda Cuba y fuera de ella también. Sin lugar a dudas Eduard era un hombre muy querido. Como me dijo el administrador que nos atendió en el restaurante donde almorzamos, discúlpenme, no hay fluido eléctrico por el ciclón, el agua está al tiempo, cocinamos con leña, pero por Eduard, nuestro amigo, hacemos eso y mucho más.
Te fuiste el día de la madre de Cuba. El huracán Irma te sabía poseedor de toda la luz del mundo, por eso te arrebató para tu velatorio toda luz artificial, solo luz natural mereces siempre. Y así será.

Gloria al Ciudadano Común, al Cimarronzuelo Oriental.


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