Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Yo creía conocer la “Ruta
funeraria” del llamado más universal de los cubanos, José Martí; sin embargo,
con pesadumbre, el 17 de febrero de 2018 tuve que aceptar que era un analfabeto en algo tan
esencial para la Cuba
profunda, la que se lleva en el alma y se muere por ella; creo le sucede lo
mismo a los once millones de la isla y probablemente a todos los que viven
fuera de fronteras.
Es un comodín hacer la ruta
desde cualquier punto de la isla, por
carretera, vía Jiguaní, luego Remanganaguas, Palma Soriano, San Luis y Santiago.
Los barrios rurales, por donde transitó el cadáver en esa travesía, son ignorados.
Año tras año sucede lo mismo, los
que organizan no quieren fango, polvo, marabú, gente humilde a su paso, café
recién colado, a veces muy dulce, otras, demasiado amargo, abrazos sinceros,
apretones de manos callosas, rodajas de queso blanco, tragos de aguardiente, alimentos
criollos de los que comen día a día. Nadie quiere el sol abrasador que enrojece la
piel. Salir de Dos Ríos, campo adentro, ver las casitas asomadas a los campos, los guajiros arando la
tierra u ordeñando las vacas, pastoreando el ganado; llegar al Jobo con la
garganta seca, ver el tronco histórico, ya sin ramas; el sudor bañando el
cuerpo; saber que Jorge Mañach estuvo allí; observar la escuelita, compartir
con niños, maestros, gente del lugar; es un baño de cubanía esencial.
El camino a Remanganaguas es
angosto, lleno de cicatrices, cruces de arroyos, barrancos, un verdor intenso,
trino de aves de muchos tipos; bohíos
escondidos en el paisaje; personas que saludan sin conocerte. Llegar por el
verdadero Camino real, cruzar el puente rústico, ascender la loma, ir hasta el
punto más alto, recorrer el sitio donde estaba el Fuerte con capacidad para 24
soldados en sus dos plantas; saber que
el tercer descanso del cadáver fue allí, desde las nueve hasta cerca de las
tres de la tarde del 20 de mayo de 1895; son esencias que uno no debe ignorar
en su paso por Cuba. Sentarse a la sombra de unas ruinas, las raíces enormes
asomando, imaginar que en ese patio estuvo el cuerpo del Apóstol, mecido por el
aire, sin sus botas, su saco americana;
saber que de allí lo llevaron al cementerio y a las tres de la tarde, en
una fosa cavada en tierra fangosa, bajo la llovizna, fue enterrado junto a otro
cuerpo; es algo grande. En mi mente, ese
momento, las dos piedras para identificar la tumba, el saco negro; las postas de cuatro soldados relevándose cada cierto tiempo. Desde el Fuerte, parte telegráfico
para comunicar la noticia. Viaje del médico forense; las peripecias que debe
hacer para cumplir el encargo. El 23 de mayo de 1895, 5:30 de la tarde, inicio de la exhumación, olor a
cuerpo podrido, gusanos a la vista,
sonido de moscas en vuelo de rapiña; de tan descompuesto, el
embalsamamiento no es total, se salva lo que se puede. El corazón y las
vísceras, dice el primer alcalde de Santiago de Cuba, Don Emilio Bacardí,
quedaron en aquella tierra. A la luz de unas velas; terminan. Ya son las siete de la noche. De allí lo
llevan a la segunda planta del Fuerte. Hasta el 25 permanece en el Barrio. Ese
día, a las diez de la mañana, deja atrás a los Sánchez y al viejo Ferrán que
hicieron la caja rústica de cedro para su cuerpo. Una hora de camino, entre
lodo, tierra blanca, bueyes arrastrando carretas en medio de la campiña,
caballos con jinetes solitarios a bordo; la guerrilla de Quintín Banderas hostigando el
paso; el teniente coronel Michelena maniobra; a la vista, un frondoso
anoncillo, ordena breve refresco a la tropa, toman agua dulce del Remanganaguas
que llevan en las cantimploras. En otra
hora de camino llegarán a la Aduana. Suben
una empinada loma de color leche; el
marabú campea, la exploración avisa que en Arroyo Blanco espera Quintín. A la
sombra de una guásima y una palma real, ya pasado el mediodía, 12: 30, nuevo descanso
del cuerpo. La tropa aprovecha para
comer algo y entonces después del arroyo, doblan a la izquierda y se esfuman
entre los campos hasta llegar a la zona del Tamarindo, por allí salen al camino
y van hasta lo que hoy se conoce como el Mirador. Banderas sabe el engaño; no
le queda otra que regresar sin cumplir la misión. Ya el cuerpo sin vida, del
Apóstol, el Maestro, el precursor del movimiento literario modernista, está en Palma Soriano. Es 25 de mayo de 1895.
La tarde señorea sobre el Cauto.
Casi a las tres de la tarde,
regreso a casa, el cuerpo me pide agua
fresca, alimentos; pero muy dentro de mí, algo palpita profundo; hoy he tenido
el inmenso honor de tomar trillos, veredas, el antiguo Camino real de la isla y
vivir en cuerpo y espíritu la verdadera “Ruta funeraria” del cadáver de Martí.
Ahora entiendo porque Eduardo Chibás la hizo por similar destino, tenía
necesidad de crear un verdadero Partido del Pueblo Ortodoxo, el partido que
rescataría la dignidad de los cubanos en el Centenario del nacimiento de su
Apóstol.
Galería de fotografías más serie documental en video: "Remanganaguas: la ruta funeraria"
Galería de fotografías más serie documental en video: "Remanganaguas: la ruta funeraria"
Tremendo articulo, me pareció que lo estaba viviendo
ResponderEliminarNovedades que sumo a lo mucho que "creía" conocer sobre el tema, cuanto agradezco estas esperiencias...
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