Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
El poeta José Lezama Lima hubiera
sucumbido esta tarde ante un pulposo batido de Guanábana: el blanco fúlgido, la
espuma asomada, el sabor a Cuba oriental, el punto ideal entre azúcar y sal, esta última aporta el
encanto que invita a tomarse un cubo si el estómago aguanta.
Así me dijo una amiga llegada desde España,
cuando probó aquella esencia en Contramaestre, salida de
adorables mujeres de La
Filomena, que laboran donde antes hubo una guarapera famosa y
hoy los batidos mandan, porque allí la calidad es bandera.
Antes mi amiga me había invitado
a refrescar, quizás con una Cristal, tal vez una Bucanero; pero mi astucia provinciana se impuso y la
sorprendí con el reino de la
Guanábana; al probarlo, sus ojos se prendieron y pude ver su alma degustar tan preciada delicia.
Luego recorrimos una ciudad pequeña,
donde algunas personas no hemos perdido todavía la hospitalidad que distingue
al hombre de campo, trato generoso, sin mucho afeite; palabras como aguaceros;
el deleite evocador del pasado; vivencias en
escuelas como Pepito Tey, Willy Valcárcel; la vieja Tostadora de Café del abuelo allá en
La Tabla…
Hubo tiempo para fotos en la Carreta, el corredor de
“Los Precio Fijos”.
Al despedirnos, quedó el
compromiso de volvernos a encontrar, aunque el padre yace muy enfermo. De todas maneras me dio su teléfono en un
papelillo curiosamente envuelto; al abrirlo, supe que era por los 103 años de
mi padre viejo; no tuve tiempo de
agradecer, porque ya iba camino a Baire
junto a sus compañeras.
Volví a Lezama Lima y agradecí la Cuba oriental que me sale a
borbotones, cuando personas como Dannis Garrido
llegan desde España y no pierden esa identidad que agradece la magia de
una fruta tropical, inmortalizada en la mejor poesía del siglo XIX insular.
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