27 de mayo de 1895, momento en que el fotógrafo Higinio Martínez tomó esta fotografía. |
Por Carlos Rodríguez Almaguer (Vicepresidente en Fundación Máximo Gómez)
Lamento compartir esta dolorosa imagen, pero no se me permite comentar
en el sitio donde se dio el debate y se me pidió opinión. La cuestión a
debate es si esta foto pertenece o no al cadáver de Martí. El propio
Martí nos enseña a dudar de todo, pero siempre con una duda razonable,
nunca con ligereza. Igualmente nos enseña que los estudios hechos no nos
provocan más que una profunda vergüenza porque lo primero que nos
enseñan es cuánto nos falta todavía por conocer. De manera que bajo esas
premisas martianas estoy claro de que en mí hay más dudas que certezas,
y en lugar de envanecerme por lo que los demás suponen que yo sé, lo
que hago es aterrarme por lo que yo mismo estoy consciente de que
desconozco. Cada vez comprendo mejor a Sócrates y su llevado y traído
adagio "solo sé que no sé nada".
Sobre la foto en cuestión: Lo que
la historiografía cubana ha afirmado, a partir de fuentes oficiales
españolas y testimonios personales de algunos participantes directos, es
que el cadáver de Martí fue enterrado en cinco ocasiones hasta llegar
al Mausoleo que ocupa hoy en el Cementerio de Santa Ifigenia, en la
infatigable Santiago de Cuba.
El primer entierro ocurrió el 20 de
mayo de 1895, al día siguiente de su muerte en el combate de Dos Ríos.
Una vez reconocido su cadáver por los documentos que llevaba encima, fue
enterrado sin ataúd, junto a un sargento español, en una fosa común del
pequeño cementerio de Remanganagua, lugar relativamente cercano al
sitio del combate.
Al emitirse la importante noticia, desde un
telégrafo ubicado en el cuartel de Remanganaguas, a Santiago de Cuba, La
Habana y Madrid, en ese orden, el Capitán General de Cuba, Arsenio
Martínez Campos, previa consulta con el Ministro de Ultramar, ordenaron
la inmediata exhumación del cadáver y su exhibición pública para
conocimiento general, dada la importancia política del dirigente caído.
El comandante general de las tropas españolas acantonadas en Santiago de
Cuba, general de división Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos, cursó
órdenes inmediatas al coronel Ximénez de Sandoval para que se dirigiera,
con parte de sus hombres, hacia territorio santiaguero. De igual manera
envió rumbo a Remanganaguas al doctor en medicina y cirugía Pablo
Aureliano de Valencia y Forns, habanero radicado en Santiago que además
se desempeñaba en esa ciudad como práctico forense.
El 23 de
mayo, el doctor Pablo Valencia, hizo la autopsia para comprobar la
identidad y lo embalsamó. Luego exhibieron el ataúd con los restos para
dar mayor veracidad a sus informes militares y noticias en la prensa.
Después su cadáver fue llevado a Santiago de Cuba y exhibido brevemente a
un par de amigos el 27 de mayo, momento en que el fotógrafo Higinio
Martínez tomó esta fotografía, que apareció en el bisemanario La
Caricatura, el 9 de junio de 1895. A ese momento corresponde esta foto,
según todas las fuentes disponibles, tanto los testigos presenciales
testimoniantes, como la
prensa española de la época, que celebró con bombos y platillos la
muerte de aquel que supo convertir su palabra en fuerza material y
juntó, para orgullo de Cuba y fatalidad de España, a los elementos
dispersos de la guerra anterior para dar inicio al fin del dominio
colonial español en América.
Vivo en Santo Domingo desde hace 5
años. La Fundación Máximo Gómez que acá creamos, para rescatar y
mantener viva la memoria del último de los grandes libertadores
americanos del siglo XIX, ha restaurado la casa donde se firmó el
Manifiesto de Montecristi, hemos seguido sus pasos por las tierras donde
Gómez tuvo su finca La Reforma, en Laguna Salada, se han levantado
testimonios orales y escritos sobre los días de Martí en estas tierras
durante su último paso antes de embarcarse a los campos de combate en
Cuba Libre; por ninguna parte ha salido jamás que Martí haya tenido que
afeitarse el simbólico bigote para entrar a Cuba, puesto que la
expedición desde sus inicios se asumió como totalmente clandestina, con
todos sus peligros y consecuencias.
Más allá del debate sobre
este tema, verán los lectores cómo en los últimos tiempos las redes
sociales están provocando el raro acontecimiento de que la ciencia
constituida, con todos sus métodos y sus rigores de investigación, está
siendo emplazada a dar explicaciones que ya fueron ampliamente
fundamentadas en su momento, cuando lo que toca en realidad es que quien
pretenda establecer una nueva tesis en el campo histórico, se sirva
ofrecer con ella los argumentos que la avalen o, por el contrario, que
cada cual se informe de aquello que no conoce--que siempre en todos
nosotros será infinitamente más que lo que creemos saber--antes de
lanzarse a especulaciones o afirmaciones infundadas que provocan una
avalancha de interpretacione s
que rara vez construyen. La libertad es un derecho inalienable de cada
ser humano; pero con ella viene, como un deber inexcusable, la
responsabilidad ética de emplearla bien.
Genial ese artículo, y me sumo a su tesis final, gracias por contribuir a nuestros conocimientos
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