sábado, 31 de diciembre de 2022

ADIÓS 2022 (Impresiones del año que termina)


Por Arnoldo Fernández Verdecia
 

En unas horas diremos adiós al 2022, un año para los cubanos  muy difícil, en el que tocamos fondo en aspectos básicos de la vida social y económica. 

Para el ciudadano común, el plato de comida diario, la corriente eléctrica, las medicinas,  la vivienda y la familia, fueron sus preocupaciones esenciales. 

Lo sucedido con la alimentación rompió abruptamente el ritmo diario de las personas, la percepción del tiempo se redujo a la creación de estrategias de subsistencia, la mayoría enfocadas al mercado informal, el resto, hacia un mercado estatal desorganizado, caótico, del que comenzó a vivir una red significativa de supuestos organizadores. El control de la comida, su distribución y venta planificadas, llenaron muchos bolsillos e hicieron crítica la vida cotidiana del cubano de a pie. 

Los apagones tocaron el tejido espiritual de la familia, que día tras día agonizó por la falta de equilibrio al interior de los hogares, enfrentados a la compleja misión de crearles un mínimo de condiciones a los niños, ancianos, a los enfermos... 

Como nunca antes en la historia, los jóvenes llegaron a la conclusión de que no existía el futuro prometido por sus padres.  La estampida migratoria dejó atrás un país envejecido, con cifras de desesperanza cada vez más altas. 

El mercado alternativo de medicinas ocupó el centro de las personas enfermas,  pues la red de farmacias no cubrió la demanda. Allí también floreció la hierba del desorden, las colas, los organizadores-vividores, artífices de alianzas para lucrar con el dolor de la gente. 

Construir fue una lucha contra precios espeluznantes, donde una bolsa de cemento, un metro de cabilla, piedra, arena, mano de obra, era un hecho de cifras astronómicas, sólo posibles de pagar por los que tenían dinero fuerte.

Un año donde la polarización por cuestiones ideológicas, colocó al pueblo cubano ante el dilema de callar ante lo mal hecho, por temor a ser cuestionado, perder el trabajo o enfrentar presiones emocionales y físicas, dañinas para sus seres queridos.

El 2022 deja muchas heridas abiertas en la espiritualidad, el contra sí argumentado por el escritor Joel James, asoma con energía incalculable, otra vez binariedades que creíamos superadas están de vuelta: revolucionario-contrarrevolucionario, honesto-corrupto, amigos-enemigos, gusanos-patriotas, verdad-mentira, héroes-traidores...

Restañar el tejido espiritual de la nación costará mucho, para empezar tendrá que ponerse de moda la reconciliación, restituir a la vida normal a todos aquellos seres humanos que fueron víctima de un ultraje, un abuso, una injusticia... 

Habrá que desideologizar el trabajo, pues en la práctica funcionó como un feudo donde algunos jefes y funcionarios, obrando desde posiciones de nepotismo, articularon alianzas para favorecer una subalternidad leal, acrítica, repetidora de consignas,  que utilizó un lenguaje sucio para difamar, restar prestigio, credibilidad, a aquellos ciudadanos que se atrevieron a enjuciar lo políticamente incorrecto. 

Urge la decencia en las instituciones públicas, porque el fantasma de la degradación moral se ha filtrado en ellas y allí gana el compadreo, la burocracia y la corrupción. 

Urge ordenar la vida económica, para que la gente no sienta como el caos lo aplasta y la desesperanza roe su espíritu. 

Urge que los funcionarios públicos rindan cuenta sobre sus ingresos personales al llegar a un cargo y al retirarse  del mismo. 

Urge que la verdad sea escuchada con respeto y no se acuda a la injuria y la mentira para no responder. 

Urge que la decencia gane, de lo contrario seremos un pueblo cada vez más extraviado en un laberinto, del que nunca conseguiremos salir.

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