sábado, 17 de diciembre de 2022

EL VENDEDOR DE ORQUÍDEAS (Crónica)


Por Arnoldo Fernández Verdecia

En el mar de los pregones, mis oídos buscan su voz, me cuesta encontrar de dónde sale: "Hay orquídeas. Hay orquídeas". 

Casi lo tengo encima. Me detengo a admirar su edad, el paso cansado, el cuerpo marchito, la noche de la vida sobre el espíritu. 

Pasa muy despacio por donde me encuentro. "Hay orquídeas. Hay orquídeas". Luego lo veo perderse en una multitud asombrada ante los precios astronómicos de una feria, que no vacila ante nadie, arrastra, devora y  escupe a los que mastica en sus fauces, muy lejos. 

"Hay orquídeas". Es el único pregón hermoso. Me llega el perfume de sus flores.  La voz queda registrada en mí memoria y sigo sobre un sábado tremebundo, enconado. 

Después de un largo caminar por la ciudad buscando ofertas asequibles y no encontrar ninguna, regreso y él allí, sobre un banco, a la sombra de un Álamo, con el viejo sombrero lleno de orquídeas contando unos magros billeticos. Me acerco y le pregunto el precio de sus flores, 25 me dijo. Le pedí dos de las más hermosas. Me miró directo a los ojos y sonrió. 

Yo seguí a mi casa; él quedó allí, bajo el Álamo, con la esperanza de que otros compraran también sus orquídeas.

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