miércoles, 14 de junio de 2023

CHE Y LA UTOPÍA

Che Guevara

Por Arnoldo Fernández. 

Lo que alguna vez me sedujo del socialismo fue la trinidad líderes-jefes-pueblo, ahí el máximo horcón de la utopía, porque las palabras iban acompañadas de hechos. Los que pedían sacrificios, también asumían esa imagen en el teatro de sus vidas. Así llegó la imagen de un argentino que nunca quiso para los suyos ningún tipo de privilegios, porque por ahí entraba la traición al pueblo, el olvido de la tarea de hacer una sociedad justa, equilibrada. En la etapa romántica de mi vida, leí El socialismo y el hombre en Cuba, de Ernesto Guevara y me dije, ese es el camino, no hay otro.   Algunas ideas del Che me entusiasmaron: 

"Socialismo sin moral, no es socialismo". 

"Opinión que haya que destruir a palos, nos lleva ventaja".

 "El jefe que piensa primero en las necesidades de su familia y después en las del pueblo, es un contrarrevolucionario en potencia".

 “…el socialismo es para satisfacer las necesidades y necesidades siempre crecientes de la gente, si no, no vale la pena ser socialista”.

 “…el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una  disminución el entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza  hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes;  es el instante de rectificar”. 

"...se debe utilizar  todo logro obtenido bajo el capitalismo que sea conveniente y factible”. 

Movido por esas ideas y muchas otras fui tras el ideal, creo le sucedió a muchos, pero la práctica, tan rica en criterios valorativos de la verdad, me convenció que era imposible montar Rocinante, porque esa ejemplaridad que pedías a los conductores, ese sacrificio  expresado en su vida personal, familiar, hizo agua. Ya no eran aquellos hombres y mujeres similares a la imagen ideal, a la del propio Che. El cubano asocia la obecidad al buen vivir. Cuando los nuevos quijotes no cuidaron esa imagen, el entusiasmo fue apagándose, la credibilidad en la  trinidad líderes-jefes-pueblo, ese areté al modo griego, se convirtió en una asignatura pendiente que trastocó la utopía en distopía.

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