viernes, 6 de septiembre de 2019

Almarales, el director de la Rodolfo Rodríguez


El director Manuel Almarales. Foto cedida por Milagros Vega para esta publicación.

Por Oscar Saumell

Muchos recuerdan frases como la del director Manuel Almarales: «Esta escuela no va a tener otro Oscarito, ni otro Rodolfo, ni otro...» Fuimos traviesos, jodedores, pero hasta ahí.
En aquellos tiempos, no había falta de respeto ni indisciplinas mayores. El fugarse de una clase para ir a un cumple con una amiga daba puntos para ser famoso. Un día, ponía de ejemplo a Oscarito, otro a Rodolfo, otro a Perucho. En realidad, no éramos tan revoltosos.

Años después, lo que sucedió...

Había un evento en la universidad. Decanos y directivos pasaron por el hotel de profesores pidiendo la colaboración para recibir en su cuarto una compañía. Esa era una forma de alojamiento para los participantes. Todas las llaves fueron dejadas en la carpeta para cuando llegara el visitante. Por la tarde, cuando subí a mi cuarto, sentado en la cama, estaba el señor Almarales. Desde la puerta lo saludé. Me preguntó: «¿Qué hace usted aquí?», a lo que respondí: «Almarales, me gradué en esta universidad y me quedé como profesor». Se puso de pie y dijo: «¡No puede ser! ¿Qué está pasando?».

No puedo negar que me asusté mucho al ver la cara de asombro de nuestro antiguo director. Nuevamente, le expliqué que me gradué y era profesor de la universidad. Incrédulo, reiteraba: «¡No puede ser que las indisciplinas de la secundaria hayan llegado hasta aquí! ¿Qué está sucediendo con aquellos malcriados? ¿Cómo entró usted en este hotel? Por favor, retírese». Esas fueron algunas de sus interrogantes en las que insistía en adjetivarme como un adolescente inquieto y sagaz. Con mucho esfuerzo pude convencerlo, y bien convencido.

Años después, hubo una actividad de la Década. Lo llevé hasta la secundaria y en el carro me comentó: «¿No se ofende porque voy a decir que en la secundaria hubo estudiantes bellacos como usted, Perucho, Rodolfo y otros más?» Lo dijo en público, pero también añadió: «A todos los quise». Sin lugar a dudas, pasé tremendo bochorno. Pensé que todas nuestras travesuras se le habían olvidado.

En aquellos tiempos todo era bonito. Éramos tan amigos, nos queríamos tanto. Un director controlaba miles de alumnos y todo el mundo andaba por la línea.

Éramos unos cuantos los que mortificábamos al director, incluyendo las niñas con sus faldas por encima de las rodillas.

Hoy día se han perdido muchos valores. Puedo asegurar que aquella generación los tenía y aun los tiene.

Mencioné a dos personas queridas y respetadas que ya no están físicamente con nosotros: el gran director Almarales y mi entrañable amigo Perucho. Partieron, pero permanecen en el recuerdo de todos los que vivimos cerca. Descanso eterno para ellos.

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