martes, 5 de noviembre de 2024

MANOS QUE CURAN


Por Arnoldo Fernández Verdecia

Hace muchísimos años creo en su don divino. Nadie como Inés para dejar correr sus manos por los brazos primero, luego por las piernas.

Cuando encuentra el empacho, sus palabras llegan como bálsamo: 

-¡Aya yai! ¡Uhh! ¿Te dio fiebre, verdad?

Y uno responde afirmativo, porque dijo el problema con sabiduría infinita, pero sobre todo con sensibilidad. 

Hace mucho viste de blanco, es una promesa de por vida, tiene que ver con su hijo y su esposo, están en el cielo y desde allí la cuidan. 

Tiene 80 años y no me canso de admirarla por sus modos educados de ayudar al prójimo. Recorre el pueblo, deja de almorzar o comer si tiene que sobar a alguien. Todo se subordina a la idea del bien, si no lo hace así, es malo para ella.

Cuando termina, la cura se resume en tres saltos que uno debe dar, mientras ella dice:

-¡La fe!

-¡La esperanza! 

-¡Y la caridad divina!

Sus manos alivian, curan, son milagrosas. El día que no las tenga, a mi cuerpo le costará aceptar otras que no sean las suyas.

lunes, 4 de noviembre de 2024

DESAMPARADOS


Por Arnoldo Fernández Verdecia. 

Pasa un día tras otro. 

El país de congreso en congreso. 

En los noticieros, otro país. 

Las personas necesitamos creer que mañana será un día mejor, pero llega mañana y todo sigue igual o peor. 

De lunes a domingo el mismo martirio, unas veces leve, otras un demonio, pero martirio al fin y al cabo. 

Pasa un día tras otro 

y el país de reunión en reunión 

de mitin en mitin. 

Así la vida, yéndose de prisa.

Ellos nos dicen que nadie quedará desamparado

¿acaso no se han dado cuenta 

que todo el pueblo está desamparado?

sábado, 26 de octubre de 2024

DIÁLOGO DE SORDOS

 


La noche me mira 

Yo la miro desafiante

se cree tantas cosas

también me las creo

me dice palabras muy extrañas 

no tiene calma para escuchar las mías

noche es noche

no le importa el grito de mi estómago

sólo es un grito desesperado en medio de la nada

un grito. 

*La foto es de Julio Lorente. 

jueves, 10 de octubre de 2024

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (CABALLO)


Por Arnoldo Fernández Verdecia

¡Bellísimo! También piensa lo mismo que  yo. Me dice que tiene 69 años y con él se gana el sustento. "Tiene que cuidarlo mucho, compay, de lo contrario puede perderlo", dije. Al escuchar mis últimas palabras, se echó el sombrero atrás y habló del caballo moro que fue a pastorear una tarde y unos jóvenes se lo arrebataron, a pesar del machete, de su lucha a muerte para no perderlo:

-Corrí mucho, mucho, hasta que uno de los muchachos trepó al pelo y huyó con mi moro. Recibí unas cuantas pedradas de aquellos muchachos; saqué certificado médico; hice la denuncia, pero no pasó nada. Por aquel moro me daban 100 mil pesos, ¡100 mil pesos, compay! Ahora pago pa' que me traigan la hierba a casa, no puedo arriesgarme a pastorear más compay. 

Otra vez elogié su nuevo caballo, volví a decirle que lo cuidara. Agradeció mis palabras y con mucho énfasis dijo: 

-Nunca antes, en los 69 años que tengo, había visto tanto robo. Las leyes están muy flojas.

Reconocí con un gesto de cabeza sus palabras. 

Al llegar a mi destino pagué el pasaje, cuando me bajé del coche, caballo nos miró, luego emitió varios resoplidos, el hombre sonrió y dijo: 

-¡Compay, los animales saben cuando la gente es buena! 

lunes, 7 de octubre de 2024

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (EL ENJAMBRE)


Por Arnoldo Fernández Verdecia. 

Estoy bajo asedio, trompetillas por todos los frentes, no se cansan de atacarme. Una y otra vez se lanzan contra el tul, gracias a Dios resiste. Las trompetillas parecen una sinfónica, ¡son tantos los instrumentos!. Me tapo los oídos, resisto, pero el enjambre no se cansa y embiste en todos los frentes. Adentro miro el reloj y no avanza. Tengo el cuerpo anegado en sal, no sopla nada de aire. El ataque es más violento en todos los frentes, el tul resiste. Veo el enjambre moverse a uno y otro lado buscando la hendija oportuna. Lo veo gracias a la linterna del móvil. Todas las noches el enjambre viene, ataca en todos los frentes. Lleva más de cuatro años intentando tomar mi posición. Afuera siento al vecino lanzar trapos al viento, a él también lo ataca el enjambre. Las pocas veces que veo el televisor, alguien dice allí: "¡Resistan hijos, resistan!. ¡Sean creativos, hijos, creativos!" Lo dice tan serio que casi le creo. Ya  casi las tres de la madrugada y sigue el asedio. Afuera ladran perros a la noche, ladran con dolor, bueno eso creo yo, porque si hay un animal que sufre el asedio es el perro. Ya casi las tres y cesa el enjambre: ¿se habrá ido? Pido a Dios se haya ido. Pido a Dios llegue un viento helado que salve mi sueño, todas las noches le pido lo mismo, ojalá no se canse de escuchar lo mismo. Otra vez las trompetillas, el enjambre se lanza por todos lados y yo adentro creyéndome vivo, vivo, aunque hace más de cuatro años que estoy muerto.


jueves, 19 de septiembre de 2024

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (NARANJAS)


Por Arnoldo Fernández Verdecia. 

Nací en medio de extensos campos de naranja Valencia y Nebo;  allí nuestra casa rodeada de árboles de ciruela, mango, guayaba, anón, mandarina, cereza, anoncillo, tamarindo... 

Era un paraíso, un paraíso donde saborear una naranja dulce era tan cotidiano, tan normal, que nunca imaginé la vida sin esa fruta. 

Recuerdo en las noches tomar un garabato y salir a recoger para saciar mis ganas. ¡No había peligro! Muchas veces tenía que orinar antes del nuevo día. 

En tiempos de cosecha nos íbamos toda la familia a recogerlas; muy cerca había una lavadora que las embalaba. Decían que iban rumbo a Japón y la Unión Soviética. Mi viejo cogía algún dinerito de esa venta, no era mucho, pero valía la pena. 

Un día llegó la noticia de una rarísima enfermedad, entonces aquellos naranjales de m5ás de 30 años fueron talados por completo y vendidos como leña. Con tristeza vi desaparecer lo que aprendí a amar desde niño, me costó creer posible algo así. 

El gusto por una buena naranja Valencia o Nebo pertenece a la nostalgia. Nunca más he comido naranjas como las de nuestras plantaciones en casa.

lunes, 9 de septiembre de 2024

MURIÓ SILVIA, LA ÚLTIMA MARTIANA DE LA ADUANA


Por Arnoldo Fernández V. 

La conocí en 2018. 

Muchas veces llegué a su casa a tomar agua, café, descansar un poco y seguir. 

Siempre  me mandaba a pasar a la cocina  y allí nuestras palabras fluían intensas, profundas. 

Su memoria era rica en historia, escucharla era saber de los mambises de la Aduana, del cadáver de Martí allí, bajo la palma real, bajo la guásima. 

Verla era quererla. 

Por sus ojos virtuosos salía Cuba a raudales. Vi muchas veces en ellos el tañir del pilón, el olor a café de su molino, el olor a tierra adentro. 

Vivió siempre orgullosa de su linaje mambí. 

Quiso ver la Ruta Martiana dignificada, con una carretera, un obelisco al Héroe Nacional a la altura de su mérito patrio, pero no pudo verlo. 

Muere hoy en su Aduana querida. 

Ha muerto Silvia y siento un infinito dolor por no haber vuelto a su casa, al descanso de Martí. 

Ha muerto Silvia y con su partida ese pueblo de Palma Soriano pierde una celosa guardiana de la historia de Cuba, de Martí. 

Me queda su imagen y su voz, en la serie audiovisual donde fue una de la protagonistas fundamentales. 

Me quedan sus palabras de  hace unos días que gracias a una amiga pude escuchar. 

Adiós querida Silvia, algún día volveremos a encontrarnos para hablar de la Aduana, de Martí, de Cuba. 

FOTO

1. De marzo de 2018.

jueves, 5 de septiembre de 2024

QUERIDO ARNOLDO


Por Ruber Osoria

Quiero expresar mi profundo agradecimiento por la oportunidad de colaborar contigo en “Rastro de la diáspora cubana en Chile”. 

Eres uno de los más grandes escritores y periodistas del oriente de Cuba, y tu amor por la naturaleza y la cubanidad nos ha enseñado a afrontar la realidad con un pensamiento martiano, que siempre ha sido tu evangelio.

Trabajar juntos en este proyecto, con tus relatos y entrevistas, ha sido un honor. Disfruté cada momento compartido, desde una taza de café hasta un buen ron, hablando y reflexionando sobre Cuba y nuestro querido Contramaestre.

Tu blog, Caracol de Agua, es un refugio para todos los contramaestrenses dispersos en el mundo. 

Siempre disfruto de leer sus pautas, que recorren la rica historia cultural de nuestro pueblo, donde descansaron por primera vez los restos de nuestro apóstol, José Martí.

Les invito a conocer más sobre @arnoldo.fernandez.94 . Es periodista, profesor, historiador y ensayista, con un Máster en Ciencias Sociales y Pensamiento Martiano. Ha publicado obras como “Leer La Edad de Oro con ojos de mujeres” y “Cuba en el alma”, entre otras. Su blog llega a más de 200 países, y su trabajo es un verdadero tesoro para nuestra cultura.Gracias, Arnoldo, por tu amistad y por todos estos años de inspiración.

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La clave está fuera de fondo.

En el Contramaestre

el agua se parte por sus extremos

y corre por las dos vertientes

que hincan la historia.

Volverás entre el vacío y el fuego

envuelto en un caracol de agua

para ser enterrado varias veces

en el mismo suelo

donde la finalidad destruya la grandreza

y la luz no hiera tus ojos.

(Autor: Ernesto Andrés de la Fe.)

miércoles, 4 de septiembre de 2024

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (¡PASTELES!)


Por Arnoldo Fernández V. 

- ¡Hay pasteles! ¡Pasteles! ¡Pasteles! ¡Pasteles!...

Le pregunto si tienen guayaba, me responde que no es el que los hace, sólo los vende. 

Hace tiempo no los saboreo; se ven muy buenos, aunque delgados para el precio que tienen. 

En la cubeta sólo quedan dos, los cojo. Salgo a caminar rumbo a casa, pues no tengo dinero encima. Me sigue. 

Al llegar, entro, tomo el dinero y salgo a ponerlo en sus manos. Su frase ante mi generosidad de comprarle los últimos de su venta fue conmovedora: 

-¡Gracias padre!

Me dio la mano y se perdió en la noche oscura. Era un muchacho trigueño de apenas 19 o 20 años.

domingo, 1 de septiembre de 2024

VIÑETAS DE TIERRA ADENTRO (¡HAY QUIMBOMBÓ, VECINO!)


 Por Arnoldo Fernández V. 

Seis veces pasó frente a casa. Su pregón es desesperado, muy desesperado. Seis veces en el mismo día. Tres durante la mañana y tres en la tarde. 

Muy pocos compran, por eso el pregón es un lamento, un lamento que casi nadie escucha porque hogares adentro el lamento es ensordecedor. 

"¡Hay quimbombó! ¡Hay quimbombó, vecino!"

Lo escucho y un vacío asoma en mi estómago, un vacío parecido al ancla de un viejo barco. 

Aquel hombrecito necesita oídos sensibles, oídos que compren su quimbombó, pero nadie sale. 

"¡Hay quimbombó! ¡Hay quimbombó, vecino!"

Cierro los ojos y me parece verlo en un aula impartiendo clases de matemáticas allá  por los 80 del siglo pasado. 

Es él, estoy casi seguro que es él, pero no importa su identidad, importa que muchos hacen lo mismo y muy poca gente escucha sus lamentos para ganarse  unos quilitos.



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