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jueves, 30 de abril de 2015

Es mi primero de mayo en Cuba




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu

Es mi primero de mayo. Visto el rojo como me enseñó mi padre.  Tengo palomas en los pensamientos  y colibríes alma adentro. José Martí guía mis pasos en medio de esa muchedumbre de trabajadores en la arteria central de la ciudad donde vivo, llamada Contramaestre, ubicada en el oriente de Cuba.

Creo en la utilidad de la virtud, porque todavía hay hombres y mujeres laboriosos empeñados en conquistar la justicia para todos, aunque tengamos que seguir haciendo la revolución tan alta como las palmas reales.
Cuando la verdad se expresa con la fuerza de sus razones, nadie puede apagarla por decretos, ni por medidas de fuerza, ella crece infinitamente hasta tocar oídos sensibles y multiplicarse en el inmenso río de la vida.

Es primero de mayo y estoy junto a los trabajadores de mi pueblo, soñando un mañana mejor, donde podamos vivir honradamente del salario devengado.

Tengo muchas razones este Día del Proletariado Mundial para seguir creyendo en un futuro de paz y prosperidad, donde mi país logre actualizar su modelo social y económico a tono con las características de su gente. Fidel Castro nos enseñó a luchar por defender nuestras verdades, las de los trabajadores, los más humildes, esos con los que nuestro José Martí hizo causa común. Esas razones están en mi pecho bien protegidas durante el desfile.

Dijo las consignas de siempre, las expreso con fuerza, porque creo en ellas, pues soy un sencillo trabajador que este primero de mayo camina junto a los suyos, consciente de que hay mucho por hacer y cambiar, si realmente queremos construir una Cuba futura .

jueves, 9 de abril de 2015

Muchas Cubas enfrentadas en la Cumbre de Panamá



La Cuba del futuro será habitada por las diferencias, de eso no hay duda, pero hagamos un camino luminoso para llegar a ella.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu


He querido imaginar una Cuba futura donde estemos todos representados, sin odios estériles y  mucho espíritu de concordia para ayudar a la Patria a edificarse mejor por el bien de la mayoría, sin marginar a nadie. Lo que está sucediendo en los eventos sociales adjuntos a la Cumbre de las Américas, en Panamá, me obliga a repensar muchas cosas, porque todo parece congelado en un pasado que no se mueve.

Una revolución es un torbellino rojo y negro, ha dicho un amigo cercano, y no deja de tener razón; a su paso barre todo y hace el molde de  lo nuevo, aunque a veces ocurran desviaciones no calculadas por sus mejores artesanos.

La Cuba de hoy es hija de esa revolución roja y negra, por cierto los colores de la Bandera del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Pedirle cuentas a ese proceso desde la condición de fiscales comodamente instalados en los sillones de un imperio, que siempre nos ha mirado como fruta, y no ha dejado de acudir al garrote, la zanahoria y la bota que aplasta, no es de buenos hijos de la Patria.

Hacer el futuro donde estemos todos costará mucho, sobre todo habrá que olvidar rencores, agravios, y enfocarse en el bien común, si queremos la nueva levadura del siglo XXI, y deseamos unos ciudadanos que pertenezcan al mundo y no a un mero pontón en medio de las aguas del océano.

En Panamá hoy se debaten dos Cubas, la hija del rojo y el negro; y la hija del Tío Sam. Cada una tiene sus razones; la primera llegó a las mayorías, las ungió con los moldes del hombre liberado de las cadenas de la enagenación;  la segunda, siempre atenta a los dictados de la Casa Blanca, soñando la nueva Albión de América, pero como una estrella más de la gran constelación estadounidense.  ¿Es posible imaginarlas sentadas a la mesa conversando? ¿Puede existir una Cuba unida donde estén todas las Cubas presentes?

El futuro pertenece a muchas Cubas, pero habrá que olvidar y, sobre todo,  tolerar las diferencias, inclusive las ideológicas y culturales. Raúl Castro lo dijo: “Tenemos que aprender a vivir con nuestras diferencias”. La Cuba del futuro será habitada por las diferencias, de eso no hay duda, pero hagamos un camino luminoso para llegar a ella.


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