Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu
Es mi primero de mayo. Visto el
rojo como me enseñó mi padre. Tengo
palomas en los pensamientos y colibríes alma adentro. José Martí guía mis
pasos en medio de esa muchedumbre de trabajadores en la arteria central de la
ciudad donde vivo, llamada Contramaestre, ubicada en el oriente de Cuba.
Creo en la utilidad de la
virtud, porque todavía hay hombres y mujeres laboriosos empeñados en conquistar
la justicia para todos, aunque tengamos que seguir haciendo la revolución tan alta
como las palmas reales.
Cuando la verdad se expresa
con la fuerza de sus razones, nadie puede apagarla por decretos, ni por medidas
de fuerza, ella crece infinitamente hasta tocar oídos sensibles y multiplicarse
en el inmenso río de la vida.
Es primero de mayo y estoy
junto a los trabajadores de mi pueblo, soñando un mañana mejor, donde podamos
vivir honradamente del salario devengado.
Tengo muchas razones este Día del Proletariado Mundial para
seguir creyendo en un futuro de paz y prosperidad, donde mi país logre actualizar su modelo
social y económico a tono con las características de su gente. Fidel Castro nos enseñó a luchar
por defender nuestras verdades, las de los trabajadores, los más humildes, esos
con los que nuestro José Martí hizo causa común. Esas razones están en mi pecho
bien protegidas durante el desfile.
Dijo las consignas de
siempre, las expreso con fuerza, porque creo en ellas, pues soy un sencillo
trabajador que este primero de mayo camina junto a los suyos, consciente de
que hay mucho por hacer y cambiar, si realmente queremos construir una Cuba
futura .