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La Cuba del futuro será habitada por las diferencias, de eso no hay duda, pero hagamos un camino luminoso para llegar a ella. |
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu
He querido imaginar una Cuba
futura donde estemos todos representados, sin odios estériles y mucho espíritu de concordia para ayudar a la
Patria a edificarse mejor por el bien de la mayoría, sin marginar a nadie. Lo
que está sucediendo en los eventos sociales adjuntos a la Cumbre de las
Américas, en Panamá, me obliga a repensar muchas cosas, porque todo parece
congelado en un pasado que no se mueve.
Una revolución es un
torbellino rojo y negro, ha dicho un amigo cercano, y no deja de tener razón; a
su paso barre todo y hace el molde de lo
nuevo, aunque a veces ocurran desviaciones no calculadas por sus mejores
artesanos.
La Cuba de hoy es hija de esa
revolución roja y negra, por cierto los colores de la Bandera del Movimiento
Revolucionario 26 de Julio. Pedirle cuentas a ese proceso desde la condición de
fiscales comodamente instalados en los sillones de un imperio, que siempre nos
ha mirado como fruta, y no ha dejado de acudir al garrote, la zanahoria y la bota
que aplasta, no es de buenos hijos de la Patria.
Hacer el futuro donde
estemos todos costará mucho, sobre todo habrá que olvidar rencores, agravios, y
enfocarse en el bien común, si queremos la nueva levadura del siglo XXI, y deseamos unos ciudadanos
que pertenezcan al mundo y no a un mero pontón en medio de las aguas del océano.
En Panamá hoy se debaten dos
Cubas, la hija del rojo y el negro; y la hija del Tío Sam. Cada una tiene sus
razones; la primera llegó a las mayorías, las ungió con los moldes del hombre
liberado de las cadenas de la enagenación;
la segunda, siempre atenta a los dictados de la Casa Blanca, soñando la
nueva Albión de América, pero como una estrella más de la gran constelación
estadounidense. ¿Es posible imaginarlas
sentadas a la mesa conversando? ¿Puede existir una Cuba unida donde estén todas
las Cubas presentes?
El futuro pertenece a muchas
Cubas, pero habrá que olvidar y, sobre todo, tolerar las diferencias, inclusive las
ideológicas y culturales. Raúl Castro lo dijo: “Tenemos que aprender a vivir con nuestras
diferencias”. La Cuba del futuro será habitada por las diferencias, de eso no
hay duda, pero hagamos un camino luminoso para llegar a ella.