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miércoles, 18 de octubre de 2023

PATRIA, NOSTALGIA Y DOLOR



(A los cubanos, aquí y donde quiera que se encuentren)

Mi patria era 

el café de mi madre 

en la madrugada. 

Mi perro comiendo en mis manos

carne de res.

El sinsonte 

sobre la palma

en infinitos conciertos 

matinales.

La tojosa en el naranjo  

y su piar premonitorio. 

El arroz.

El potaje. 

El huevo frito.

El cerdo asado.

Mi patria ahora 

es la noche.

El silencio.

La nostalgia. 

Una tristeza que no consigo 

quitarme del alma. 

Mi patria era la naranja dulce.

La mandarina. 

El limón. 

Las macetas de anoncillos. 

La harina de maíz.

Jugar al cogío.

Al topao.

A los escondidos. 

Al zunzún de la carabela.

A los tres mosqueteros.

Bañarnos en el pozo 

en el río

en la presa

en el mar. 

Jugar pelota. 

Mi patria ahora 

es la palabra amarga.

El vuelo de aquel 

sinsonte 

a otras palmas del mundo. 

El piar de aquella tojosa 

sobre un árbol seco. 

El retrato de mi madre 

en la pared.

El de mi padre.

El de mi abuelo...

Los huesos de todos mis muertos. 

La patria ahora 

es un perro hambriento 

que me mira con ojos enrojecidos.

martes, 1 de noviembre de 2022

POR ENCIMA DE LA PATRIA NO HAY NADA


Por Arnoldo Fernández Verdecia
 

Un día como hoy, pero en el año 2010, falleció a las 5 y 25 de la tarde, uno de los escritores más queridos de la historia literaria de Contramaestre: Orlando Concepción Pérez.

Autor de varios libros. Tuve el honor de contarme entre sus mejores amigos; por eso lo entrevisté muchas veces y fui recogiendo confesiones que sin ellas, no se puede estudiar la personalidad de este ser humano que ante una de mis preguntas respondió:

"Yo fui periodista, que es una forma de ser diablo. Fui dirigente político y administrativo, otra forma de ser diablo. Con la poesía alcanzo la santidad y un poder tan grande, que los que tienen otra fuerza diferente no tienen el derecho de comprender. Yo creo que no soy ni buen narrador, ni buen poeta, ni buen periodista, pero soy un buen amigo".

En otra de sus confesiones me dijo: "Tengo un concepto definido de la Patria. Por encima de ella no hay nada, aunque en alguna que otra constitución de la república, se pueda mal entender que existe algo por encima de la Patria. La Patria la mantienen los pueblos, y por encima del pueblo no existe nada".

Y por último, otras de sus confesiones de una vigencia tremenda: "Rechazo a aquellos que ponen precio a todo. Desprecio a quienes aplican en sus funciones oficiales el criterio de que son merecedores de todo lo que pueden sobornar..."

*Todas estas confesiones aparecen publicadas en mí libro: Orlando Concepción tierra adentro, Ediciones Santiago, Cuba, 2013.

sábado, 3 de septiembre de 2022

MININA


Alguien la recogió 

pero nunca la quiso

Así que vivió por mucho tiempo

sin un refugio donde aliviar

el hambre 

              la sed…

Fueron tantos los palos

recibidos en su vida

que no sabía descifrar

                            la alegría 

                  cuando era real

Su patria era la calle,

allí lo sueños

              la esperanza,

              un lugar para dormir

Mirarse en sus ojos

producía un dolor 

               que no cesaba

verla húmeda  y triste

               bajo los aguaceros

                       dolía al mismísimo Dios

Yo era un niño en el portal

de una tarde cualquiera 

que no entendía

           como podía suceder algo así

Una noche la robé

                  de aquella tragedia

desde  esa hora cuatrera

                  no se cansa de amar 

                  al muchacho tierno 

                             que la salvó.   


miércoles, 18 de marzo de 2020

El amor en los tiempos del coronavirus

Como pueblo, tenemos un destino común y un deber: el de ayudarnos en el infortunio.

Por Arian Pérez (Tomado del grupo en Facebook Contramaestrenses por el mundo)

Hermanas y hermanos que viven en Cuba: nosotros no los odiamos. Es más, la inmensa mayoría de los cubanos que residimos en otros países, amamos profundamente a los cubanos que viven en nuestra tierra. Con frecuencia, me llegan mensajes de compatriotas de la Isla que me preguntan el porqué del rencor de los que se fueron contra los que se quedaron. Esta interrogante está sustentada, en parte, por lo que ven en la Internet. Mucho de lo que se publica en las redes sociales está saturado de resentimiento y crueldad hacia nuestra gente. Pero no es así. Los cubanos que residimos en el exterior, amamos y no olvidamos a los familiares, amigos y vecinos que viven en nuestra tierra. Esta relación trasciende las ideologías.

Pero entiendo la razón por la que tantos me hacen la misma pregunta. Hay una parte reducida de la comunidad cubana en el exterior, que exacerba el odio y promueve medidas punitivas contra nuestro pueblo. Este grupo de hermanos, buscan acrecentar el dolor de la familia cubana dentro y fuera de Cuba. Aunque reducidos en número, ellos son cómplices de las crueles restricciones implementadas por el gobierno de Estados Unidos que penalizan a cubanos de aquí y de allá.

Ellos idearon y apoyaron la cancelación de los viajes de aerolíneas norteamericanas a los aeropuertos del interior de la Isla. Abogaron públicamente porque se prohibieran los envíos de remesas desde terceros países a Cuba. Lo expresan a voz en cuello; no solo se oponen a los contactos familiares entre las dos orillas, sino que exigen que el hijo que emigró, deje de ayudar a la madre anciana que se quedó en la Isla. Algunos incluso hablan de bloqueo naval y hasta de invasión. Ante esta realidad, es lógico que muchos de los cubanos dentro de Cuba tengan la percepción de que sus compatriotas de afuera desean el holocausto del pueblo cubano.

Ahora mismo, confrontados a la pandemia mundial que sufre el planeta, varias de esas personas han expresado públicamente su deseo de que el coronavirus arrase con la tierra que los vio nacer. Es doloroso ver cómo lo dicen en público, en las redes sociales, jubilosas y burlonas ante la desgracia ajena. Tomando como justificación la contención del virus, se oyen voces que incluso abogan por la cancelación total de los vuelos entre Cuba y los Estados Unidos. Irónicamente, naciones como Brasil, México, República Dominicana y otras, han reportado ya decenas de casos de la epidemia. Sin embargo, nadie pide que se cierren los vuelos a esos países, ¡pero se exige la liquidación de los viajes entre Miami y la Habana! No han podido truncar totalmente los lazos entre la familia cubana de aquí y de allá y manipulan ahora el miedo a la epidemia para lograr sus objetivos.

Compatriotas de Cuba, por cada hermano confundido o enfermo de rencor, hay miles que creemos en el amor. Amamos al país adoptivo que un día nos recibió con los brazos abiertos, pero también amamos a la tierra maternal que nos dio la vida. En vez de medidas punitivas que recrudezcan el sufrimiento, abogamos por la cooperación entre nuestras naciones. No queremos muros que nos separen sino puentes que nos unan.

En cuanto a nosotros; no somos una jauría de lobos. Como pueblo, tenemos un destino común y un deber: el de ayudarnos en el infortunio. Pero incluso, si el odio nos robara la ternura y nos convirtiera en jauría, aún así, haríamos lo que fuera por salvar a nuestros cachorros, que son los niños cubanos de quienes somos nosotros los responsables.

Y si en el peor de los casos, nos azotara una epidemia de olvido, si termináramos todos desmemoriados —los de acá y los de allá— huérfanos de humanidad y transformados en lobos, incluso entonces, un instinto ancestral de Patria y amor subiría desde nuestros corazones para recordarnos lo inolvidable: ¡que somos miembros de la misma manada!

viernes, 25 de enero de 2019

José Martí, el periodista mejor pagado de su tiempo


José Martí, óleo de Hermann Norman 1891.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Cuba recuerda este 28 de enero el aniversario 166 del natalicio de José Martí, el único de sus hijos, considerado “más universal de los cubanos”. Caracol de agua los acerca a facetas desconocidas sobre su vida y obra.  Hoy escribiré sobre su periodismo.

El período más fecundo en el ejercicio de la prensa lo vivió en Estados Unidos entre 1880-1895.  Incursionó allí en zonas como historia, literatura, filosofía, guerras, política, educación, arquitectura, moda y ciencia.

Escribió para más de 24 periódicos. Según investigaciones históricas de Raúl Eduardo Chao, un trabajador promedio ganaba $ 9.42 a la semana; Martí recibía $18 por cada artículo, el precio más alto que ningún escritor de habla hispana recibiera en Nueva York.

Entre 1890-1895 alcanzó una solvencia económica apreciable; sin embargo, el 14 de marzo de 1892 creó el periódico Patria con recursos financieros propios.

Lo dicho hasta aquí, confirma la grandeza de José Martí, pues prefirió sacrificar la tranquilidad que llega con una economía personal estable, para lanzarse a la organización y desencadenamiento de lo que llamó “guerra rápida y brillante”,   sin un alto costo en vidas tanto cubanas como españolas.

jueves, 3 de mayo de 2018

No es tiempo de bufones




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoiente@gmail.com 

Siempre algún bufón sale a la calle a anunciarse ante los incrédulos;  comenta noticias, amplifica historias; es feliz con ese modo de ser, no imagina otra manera de vivir que no sea la de generar lo que me atrevo a llamar, “efecto infamante”.

Algunos ingenuos, también anacoretas, reproducen ese esquema de información y al final pierde la cultura, la historia, la vida misma. Artistas y escritores terminan divididos por esa labia venenosa; no hay manera de separar el trigo de la paja; el pueblo mismo no puede encontrarse en la diversidad.

El bufón imagina la grandeza del toro, quiere su brillo, la fuerza de su empuje;  pero de tanto inflarse y contemplar  la imagen en el charco, termina explotando como nigua perdida en el monte.

Día por día atrae a las cornetas chinas portadoras de sus megalomanías. Suenan en todos los lugares del pueblo; algunos oídos son tragados por esa cloaca sin obra, ni sentidos; necesitada de grandeza, no importa el precio, los que una vez fueron amigos, amigas.

Siempre habrá bufones que hagan del hombre un estado inalcanzable, del poeta un semidiós, del político, alguien irrepetible.

A veces el bufón hace falta, pero hay que saber usarlo, porque con el tiempo se vuelve peligroso y puede convertirse en un dictadorcillo huracanado, soltando veneno allá, acá, y donde antes hubo un pueblo vigoroso, instituciones unidas, intelectuales sensibles; puede germinar la semilla de la discordia, la desidia, la repartición de “falsos méritos”, en fin, eso que José Ingenieros llama “la fuerza del rebaño, el reino de la costumbre”.

Son tiempos de unirnos en las diferencias, respetando a los otros, con los ideales susceptibles de ser mejorados;  pero con una certeza irrefutable: si dejamos a los bufones estrenarse en el teatro de los días, terminaremos  fajados a  trompones, creyendo enemigos a los que siempre han estado a nuestro lado haciendo Patria, Cultura.

viernes, 23 de marzo de 2018

Mi toque a degüello por José Martí




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Hoy, por algunas cosas  que ocurren en la vida, puse mis ideas de José Martí en mi cuerpo, cuando todavía no aparecía el sol por el Este. Era el Martí que me enseñó a ser honrado, a pensar y hablar sin hipocresía, el que me hizo creer en la justicia, en la levadura moral de los pueblos jóvenes de Nuestra América;  el que me hizo maestro, educador, periodista, historiador, escritor de versos, apegado a los humildes, a sus verdades, a sus tristezas, el que padece por todos los que no pueden vivir con honradez y comercian su alma por migajas.

Salí a la calle y el día gris preconizaba tempestades;  un viejo combatiente de la Guerra de Angola me dijo “-Compa, saque el abrigo que hoy hará frío”-;  pero Martí me vestía, no sentía la temperatura gélida que asomaba en la mañana. En mi cabeza las ideas de José Martí parecían ballestas, listas para ser disparadas por el arco de los hombres humildes, esos que hacen Patria y no mendigan favores, influencias, posiciones de poder.

Antes de llegar al trabajo, fui a la justicia, allí donde sus trinos elevan y fortifican el alma; alguien me dijo que con la verdad de José Martí se iba al mundo y nadie podía detenerme. Entonces llegaron  unos diálogos magros, a propósito de la 17 Muestra Joven del ICAIC, sentí mucha vergüenza al leerlos, al extremo que me sentí ofendido.

“Quiero hacer una película” (filme que vulgariza a Martí en una de sus escenas) estaba allí, desnuda, poco inteligente quizás; nunca antes había apreciado algo tan insólito, pero tan germinal a la vez, pues el filme adversa  la vida y obra de Martí, su fuerza expansiva, la teluricidad de su obra.  Aprecien ustedes lo que llega a decir uno de sus personajes: “No lo conocimos. Estuvo en otra época. Es como Borges. El poema ese. Todo está confundido y la gente dice que eso lo dijo Martí. “Hay que sembrar árboles”, eso lo dice mi tía… Yo no creo en Martí. Yo no soy martiano…” Tal vez la ignorancia de este ser, revela un costado clave de la construcción del imaginario sobre el Apóstol: el desconocimiento que muchos cubanos tienen de su obra; quizás desde esa aprehensión elemental se expresa así, como si fuera una cosa más de las tantas que están ahí y no sirven, no funcionan. Pero qué cubano honrado pudiera hablar así, si hasta Willy Chirino, en una de sus canciones lleva un libro de Martí, si todos los presidentes de Estados Unidos reconocen el apostolado del Maestro;  cómo entonces tolerar una  vulgaridad como la que sigue, para crear sed de ir a ver la reconstrucción de un mito, un símbolo y hacer de eso, un espectáculo, una mercancía vacía, para vender el alma al mismísimo Diablo si fuera preciso. “Si nos remitimos al perfil de Facebook de Marta María Ramírez, comunicadora cubana y administradora del muro de la película, encontramos información más precisa al respecto:

“No les cuento la peli  relata Marta María, y en este post, como siempre le pasa al pobre Apóstol y como le gusta a la censura, dejo este diálogo descontextualizado e inconcluso. (Pido esperen a verla para entenderlo en su contexto.)

Esta es la escena de marras:

Tony Alonso Ramírez: José Martí es un mojón, Neysi. José Martí es un mojón, de verdad.

Neisy Alpizar: Verdad, Papi?

Tony Alonso Ramírez: José Martí es un mojón. José Martí no se reía, mija.

Neisy Alpizar: Qué tú sabes?

Tony Alonso Ramírez: José Martí es… era maricón.”

Ver la premier de la película, según esta comunicadora, es asistir a la decapitación moral del “Héroe Nacional” de los cubanos, es tolerar tranquilamente y arrancar sonrisas cómplices, cuando el personaje de Tony llama mojón y maricón a Martí, además de negar el valor emancipador y seminal de su vida y obra al decir incluso, que “no cree en él”.

¿Qué le quedaría al cubano de a pie al regresar a casa, luego de ver algo así? Sencillamente, muchas confusiones, porque los héroes sagrados de la Patria se pueden humanizar, pero no profanar, no despojarlos de sus teluricidades, porque el zombí estaría asechando y entonces no nos serviría de nada aquel aserto martiano, cuando escribió: “Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria” (Martí, José: Los tres  héroes: La Edad de Oro: 1995: 4) 

José Martí en el cine de la República 
El más universal de los cubanos tuvo su recepción en el cine de la República que se estrena en Cuba entre 1902-1958, un hecho curioso, pero a la vez interesante.

Hasta la década de 1950, la imagen de José Martí, se había trabajado de múltiples formas, entre las que se encontraban, en un primer momento, la sacralización del héroe hasta convertirlo en santo, semidiós, Mesías, el símbolo de la identidad de los cubanos ante la frustración del ideal nacional, como consecuencia del dominio de Estados Unidos sobre la Isla.

Otra de las formas que se trabajó fue su excesiva humanización, al convertirlo en un hombre cotidiano, de carne y hueso, alcanzable para cualquier cubano simple, pero desgraciadamente se recurrieron a imágenes que exaltaban su condición de hombre enamorado, gustador de bebidas espirituosas, una humanización que tuvo en la obra de Jorge Mañach, "Martí el Apóstol", su expresión cimera.

Con el gobierno de Fulgencio Batista, a partir de 1952, se intenta llevar una imagen de la vida y obra de José Martí a través del cine; pues se creó una Comisión Nacional Organizadora, que tendría a su cargo la filmación de la vida del más universal de los cubanos.

La cinta seleccionada fue “La rosa blanca”, estrenada en 1953 y que hirió sensiblemente el sentimiento nacional de los cubanos, la misma tenía un argumento excesivamente romanticista, se desvirtuaba el alcance del pensamiento político de Martí, la imagen que trasmitía era la de un santo apolítico, sacrificado y extático.

Hollywood no escaparía tampoco a la tentación de llevar a Martí a la gran pantalla, en 1956 Warner Brothers produjo una película sobre la guerra Hispano-cubano-americana, con el título “Santiago”, en la cual Martí, caído el 19 de mayo de 1895, aparecía en 1898 planeando la rebelión de los cubanos desde una lujosa e imaginaria residencia en Haití, lo que generó airadas protestas, pues se desvirtuaba su significación política. 

No obstante a las objeciones la película se proyectó en Cuba en 1957 y no tuvo la acogida que esperaban sus productores, el hecho de presentar a un Martí rico, alejado de la lucha sacrificada, puede haber sido el motivo principal del rechazo, pues hasta ese momento había predominado la imagen del hombre mártir, el santo, el semidiós. 

Luego de estos intentos de llevar una imagen tendenciosa de José Martí al cine, hubo que esperar por una evaluación rigurosa desde el séptimo arte, que llegaría con el triunfo de la Revolución el 1ro de enero de 1959. 

José Martí en el cine de la Revolución 
Ya en la Revolución cubana, hubo intentos por llevar al Apóstol al cine, entre los filmes sobresalen: «Páginas del diario de José Martí»  (1971), de José Massip, construido sobre la base de textos de Martí y discursos de Fidel Castro y formó parte del ciclo conmemorativo del centenario. Fue altamente elogiado por el intelectual Alejo Carpentier.

El otro gran filme es “José Martí: el ojo del canario (2011)”, de Fernando Pérez, donde se vuelve, una vez más, sobre su humanización, esta vez enmarcada en la niñez, donde lo presenta en un contexto vital, asediado por lo que normalmente ocurre en un proceso vital de la formación de la personalidad: los maltratos del padre, las relaciones en el universo afectivo del aula, la madre protectora;  la libre expresión en un régimen despótico, el mundo fuera del aula, la casa, un Martí tan cercano al niño normal, que uno termina sintiéndolo alcanzable, real.

Después de “José Martí: el ojo del canario”, muchos quedamos a la espera de las otras partes de la película, uno siente que hacen falta, por lo bien lograda que está la primera entrega. Ese es el Martí que necesitamos en el séptimo arte, uno que sea tratado con inteligencia, sin eludir aquellos aspectos claves que lo hacen compañero del presente y el porvenir. Por eso duele tanto saber de un filme como “Quiero hacer una película”, donde se ignora la devoción martiana de esta isla y de los cubanos de todo el mundo; y  se excluye al Héroe del presente y futuro de Cuba, al reducirlo a dos magras palabras: “mojón y maricón”.  

Mi Martí a degüello 
Al terminar estas páginas me tiembla el pulso, quizás la soberbia de saber que suceden cosas así me nubla la inteligencia.  Siempre he intentado un Martí del decoro, uno que me acompañe ante lo terrible  de vivir en un desierto de almas humanas, tomadas por el zombi; uno que me auxilie y aconseje ante el peligro de esos seres menores, que olvidan que para ser un buen cubano, lo primero es ser digno de la tierra que pisan nuestras plantas; de la historia que nos acompaña, de los sagrados valores que congregan a los virtuosos y arrebañan a los “sin decoro”.    

Quizás sin saberlo, o tal vez intencionadamente, “Quiero hacer una película”, busca ese diálogo entre cubanos, para darle la actualidad necesaria al hombre que muchos llamamos “Santo”, “Milagroso”, “Mesías”, “Apóstol”, “Maestro”, “Poeta”, “Hombre ardilla”, “Doctor Torrente”, “Capitán Araña”, o los otros calificativos que lo convierten en enamorado y gustador de bebidas espirituosas. Lo cierto es  que cada cubano tiene su Martí, y la verdad de la verdad, para ninguno es ni “mojón, ni maricón”.

El Martí del Turquino viste mi cuerpo, uno de sus pensamientos más luminosos puede leerse sobre mí: “Escasos, como los  montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten  con entrañas de nación, o de humanidad”. Es 23 de marzo de 2018.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Un zombi llamado Orlando Antena



Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com  

Esta historia es pura ficción;  fruto de mis tanteos en el mundo del relato breve. 

¡Esos relámpagos que veo ahí esparcen rugidos! ¡Dios mío! ¿Acaso señales? ¿Alguna pista? Recuerdo que tuve un amigo, un buen amigo, hasta que el rey de los zombis instaló aquel programa en mi cabeza. Otros cuerpos similares al mío lo tienen;  andan por ahí, pero no puedo verlos.

Descubro que me llamo Orlando Antena y he perdido la noción del tiempo. Extrañas imágenes visitan mi memoria, necesito un recuerdo que me relacione con el pasado. Escupo y la saliva cae sobre mi rostro enmohecido. Aparto los gusanos. Me incorporo. La telaraña me anula, estoy fijado a unas ideas inexplicables. Mi amigo Camilo Manuel Torquemada aparece una y otra vez como un fantasma en medio de las sombras. Quiero liberarme de su imagen, pero no encuentro recuerdos, alguien se encarga de borrármelos y soy un zombi con cuerpo de perro. Ladro a la  noche, aunque creo tener dos piernas que me llevan a una ceiba  del monte, donde una vez un hombre se ahorcó porque tenía un demonio encerrado en el alma.

Una pesada carga despierta mi alma de perro rabioso; tiene  voz cavernosa y dice llamarse Ramiro Verborrea. Recuerdo entonces como llegué al reino de las sombras.  Le ronca los cojones como caí tan bajo; qué ha sido mi vida, lo mejor que he podido hacer es delatar a los enemigos de la Patria, servir incondicionalmente al Jefe. Soy capaz de descubrir a un enemigo debajo de una piedra. Pudiera decirse ahora que soy feliz, tengo un pasaporte listo, debo cumplir otra misión en un país hermano. Los resultados de la última operación determinaron mi ascenso.  El coronel de la "Unidad Ideológica de Contrainteligencia" escribió en mi tarjeta de servicios: Persona confiable, listo para cumplir altas misiones en beneficio de la Patria. ¿Cuántas cosas he tenido que hacer para lograrlo?, muchas... Tomo la botella y me sirvo un trago;  me hará bien. Por mi cabeza desfilan imágenes de los personajes que he tenido que interpretar en la vida para llegar aquí; pero no tengo felicidad,   no tengo amigos, sencillamente soy un robot hecho para obedecer órdenes, no importa quién las diga, así me enseñaron, se cumplen y luego si hace falta, se discuten. Ahora podré darme un descanso. Me sirvo otro trago y bebo despacio. 

Cierro los ojos e intento conectarme al pasado. Me veo en la primaria recibiendo golpes de los más grandes, dándole quejas al maestro, o en una cueva bajo un frondoso mamoncillo jugando a la gata paría, y siento las mamadas  de Walfri y las que doy  a Dioniso. Luego me veo en la secundaria, allí gano la condición de recomendado, a cuántos lancé a la candela por aquel papelito.

Nunca tuve novias. Me decían cuatro ojos, enano, marica, indio bembón. Allí nació mi rabia, juré que pagarían caro todos aquellos que se burlaban de mis defectos, algún día van a saber bien quien es Orlando Antena; lo dije bien fuerte en los cuatro caminos por donde tenían que pasar todos para ir a la escuela; lo grité tan duro, cojone, que se oyó más allá de la mismísima distancia.

Recuerdo el taller de artes plásticas, los regaños del profesor Manolo, las burlas de mis socios por mis manías de  pintar cuadros donde hombres fornidos con unas pichas enormes eran los protagonistas. “Maricón, maricón”, me decían. Es verdad que me gusta darles a las mujeres por la vulva, pero más me gusta que me den a mí por el troli.

En el bachillerato me uní a una pandilla para sobrevivir, era el informante del jefe, le decía lo que era y lo que no, pudiera decirse que mis habilidades para el espionaje nacieron allí. Todo el que había hecho algo, le inventaba una historia y se la soplaba al jefe sin compasión alguna. Recuerdo a aquel oficial de la "Unidad Ideológica de Contrainteligencia" que atendía mi escuela, creo se llamaba Roger Romeo, le informaron de mis condiciones y enseguida me captó. No puse objeción, sentí que haría el sueño de mi vida: SER CHIVATO PROFESIONAL CON CARNÉ Y UNIFORME.

Me sirvo otro trago;  bebo con desgano; pienso en Flora, como me metió en un taller literario, las amistades que hice allí, “soñadores de un mundo mejor”, jajá jajá,  muy buenas personas. Me hubiera gustado ser un escritor de verdad como aquella gente que vivía para la literatura, no la máscara que vendí a todos para engañarlos y saber cuáles eran sus reales pensamientos. Armé el perfil de cada uno, felizmente se fueron yendo del país, excepto Camilo Manuel Torquemada, al que llegué a querer de verdad, al extremo de considerarlo mi único amigo. Sabía que en mi trabajo los amigos no contaban, pero no podía ir contra los sentimientos de una persona que ofrecía libros sin interés alguno, hasta me invitaba en los años negros a comer de vez en cuando a su casa. Torquemada era un gran ser humano, una persona especial. Era muy difícil hacer mi trabajo con una persona así, por eso evadí muchas veces informar sobre él; hasta que apareció el oficial Ramiro Verborrea y las cosas cambiaron.  A Torquemada debes tenerlo en la mira siempre, es una misión que sólo puedes cumplir tú, porque eres su amigo y el confía plenamente en ti, me decía Verborrea con su vozarrón de mando. Desde  aquel día sentí un collar atado a mi cuello, había  perdido la poca libertad que tenía. Qué difícil me resultaba ser el mismo en presencia de mi amigo, hacerle creer que lo estimaba en verdad, que sus problemas eran los míos. Torquemada nunca desconfió, al extremo de contármelo todo, hasta su vida íntima. Recuerdo la tarde en que Torquemada buscó mis ojos y yo me había convertido en un perro faldero de Verborrea, casi me descubre. Sin embargo, yo sabía muy bien que era un extraño demonio, siempre atento a la voz del jefe, dispuesto a morder hasta a las personas buenas como Torquemada. 

Desde que conocí a Verborrea, sentí que mi  abestiamiento había crecido dentro de mí, sabía que era cuestión de tiempo, pero algún día saldría aquel fenómeno y todos sabrían mi verdadera identidad. ¿Qué podía hacer? Caminé hasta la Ceiba del barrio;  ya estaba ante mis ojos. Saqué la soga del bolsillo, hice un lazo con aquel nudo que aprendiera del viejo Lázaro, pasé trabajo para cruzarlo sobre una rama. Entonces trepé y me lo puse en el cuello; cerré los ojos e imaginé el otro humano que hubiera podido ser, el escritor con varias obras publicadas, viajes al extranjero, con muchos amigos que me visitaban los fines de semana en mi casa. Creí que Camilo Manuel Torquemada presentaba su última novela y yo era un amigo de verdad en aquella hora mágica. La cuerda balanceó mi cuerpo a gran velocidad, sentí como todo iba quedando atrás, colegas de trabajo, familia, mujeres amadas, amigos traicionados. En ese interregno, perdoné a todos los que me llamaron enano, cuatro ojos, maricón…

viernes, 6 de enero de 2017

El héroe troyano de mi pueblo no se llamaba Héctor



El héroe de mi Troya cercana. Fot. archivo familiar.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Amado Rosales Rosabal (Amadito), es considerado un héroe de la Patria por sus hazañas guerrilleras en Contramaestre; casi todos aquí las conocen,  pero muy pocos saben que antes de ser un gran guerrero, tuvo una vida sencilla y murió como el Héctor de la Ilíada de Homero.

Ya el diminutivo decía hasta donde había calado en la sociabilidad popular: Amadito. En ello tuvo que ver el hecho de ser chófer de alquiler en el tramo Contramaestre-Venta de Casanovas y el trato ligero usado allí por todos sus colegas de labor. Era primo segundo de mi abuelo por parte de madre; incluso trabajaron juntos.

Amadito era un hombre de palabra fácil, trato afectuoso. Así que el achicamiento del nombre lo describía muy bien.
Esta imagen habla de sus días como chófer de alquiler. Fot. archivo familiar.
Nació en el seno de una numerosa familia el 19 de marzo de 1931. Tenía 13 hermanos. Sus padres eran Amado Rosales y Argelia Rosabal. Por los documentos de la época, a los hijos siempre se inscribían en la cabecera municipal, por ese entonces Jiguaní. Allí aparece registrado su lugar de nacimiento ante la historia, cuando en realidad hizo su vida en Maffo y sobre todo en Pueblo Nuevo.

Como cada cubano reyoyo, era aficionado a la pelota y al dominó,   así que se le veía jugar béisbol en Maibío, La Graciana, Baire, América. Al segundo de los pasatiempos, también le dedicaba momentos de ocio; dicen que era bueno, no de los que solo sabía poner fichas.

De Reina Bárzaga, su esposa, con la que estuvo legalmente casado, casi no se habla.  Fue su amor ideal, hasta que se involucró en la lucha contra Batista, primero en la clandestinidad,  quemando cañaverales, repartiendo propaganda subversiva, incluso fue de los que se atrevió a prenderle fuego  con dinamita al tramo de ferrocarril que unía a Contramaestre y Baire.

Cuando ya estaba tostado, como se dice en el argot popular, porque se sabía de su obra clandestina; tuvo que irse a la Sierra Maestra, donde peleó a las órdenes del comandante Juan Almeida Bosque. Almeida le ordenó operar en Matías, como parte del Tercer Frente Oriental. Por su bravura e inteligencia, fue ascendido al grado de teniente.

El 17 de noviembre de 1958, durante una acción militar, es mortalmente herido. ¿Cómo ocurrió el hecho? Junto a sus hombres colocó una mina en un tramo de la Carretera Central a dos minutos aproximadamente del Cruce de la Anacahuita. Se retiraron a un lugar seguro. El objetivo era un medio blindado del ejército de Fulgencio Batista (una tanqueta).  Al producirse la detonación, Amadito regresó al lugar a recoger armas de los supuestos caídos, pero la tanqueta no sufrió daño y venía escoltada por el sargento Beto Venero, uno de los matones más temidos de todo Jiguaní. Lo acribillaron a tiros. Su cuerpo fue colocado sobre el capó de un jeep como trofeo de guerra y lo exhibieron por toda la Carretera Central desde Contramaestre, Cruce de Anacahuita, La Ratonera, Pueblo Nuevo, Baire, Jiguaní y  Santa Rita. Finalmente lo enterraron en el cementerio de Bayamo.

Actualmente sus restos están en el campo santo de Baire, al que fueron trasladados, gracias a la gestión de familiares y amigos. Puede verse su nombre en el Panteón de los Mártires de allí. 
Obelisco que fija ante la historia el lugar donde fue abatido por las balas del matón Beto Venero. Fot. tomada por A. Fdez.
En lo personal, estudié en la escuelita rural Domingo Portela, a unos trescientos metros del lugar donde fue asesinado en combate. Crecí escuchando sus hazañas;  los pormenores de su muerte. En mi casa de Anacahuita se hablaba con respeto de Amadito. Dice abuelo que tomaba café fuerte casi todos los días, sentado cómodamente en un taburete, mientras una avioneta del ejército sobrevolaba la zona.

Para mí siempre será Amadito, el héroe de mi Troya cercana, el que a muchos niños como yo les hubiera gustado ser. Inexplicablemente la escuela donde hice mis estudios primarios no tiene su nombre. ¡Cuántos Amaditos hubieran salido de sus aulas! Pero detrás de un buró alguien decidió de un plumazo y la historia se fue muy lejos.


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