martes, 16 de marzo de 2010

Los dictadores no deben clonarse

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Uno de los cuentos más lúcidos que he leído en los últimos tiempos es el de mi compatriota Bismar Galán Galvéz, un tema harto difícil, la dictadura, y un nombre de triste recordación en República Dominicana: Rafael Leonidas Trujillo.

El cuento tiene un título muy literario donde se mezclan realidad y ficción: “Trujillo 2061”, hecho que le permite a su autor recrear la historia en torno a la supuesta clonación del “famoso dictador” a través de una fórmula que criollamente llama “CHOA”.

El argumento reevalúa asuntos vinculados con Trujillo y sobre la base de los mismos coloca al personaje ante sus propios hechos, para que reconsidere si es posible un cambio de posición en el asunto. “No tengo que pedir ni poner en juego lo que me pertenece”, escribe el autor, al citar palabras del nuevo Trujillo.

Galán Gálvez es contundente en el análisis del perfil psicológico de los dictadores, sea Rafael Leonidas Trujillo, Augusto Pinochet, o cualquier otro. O se está con ellos, o en contra, son los únicos que piensan, y al resto de los hombres sólo le cabe una opción: obedecer o adoctrinarse, de lo contrario, el silencio o la muerte: “…les explicó que tenía tareas precisas para cada uno…”, dice el egregio personaje.

“Trujillo 2061” tiene otro mérito y es el hecho de reexaminar la realidad de América Latina a través del caso dominicano, e ilustrar la incapacidad de la región para forjarse gobiernos propios y democráticos, sin tener que desencadenar en el caudillismo de tan triste pasado en países como Chile, Argentina, Ecuador y Haití.

La fórmula del CHOA sólo es posible lograrla a través de la clonación de Rafael Leonidas Trujillo, proceso que pone en alerta a la CIA, en Estados Unidos, por los peligros que puede traer el retorno a la suprema autoridad del jefe: “…exigían que se pusiera fin a los intentos de reeditar la vida de un hombre que había puesto en riesgo la libertad en el Caribe, un hombre que se había atrevido a enfrentar al gobierno americano y del cual la CIA se había encargado de forma muy especial. Le era difícil creer lo que le decían sus colaboradores: “…hemos recibido instrucciones de que podemos experimentar con cualquiera, menos con el caudillo dominicano”.

El hecho de que científicos nativos de República Dominicana sean los artífices de la clonación de un dictador ofrece otra lectura del fenómeno, la implicación de profesionales y políticos en la elaboración de un proyecto de sociedad que tiene como centro a la dictadura.

Galán Gálvez utiliza, tal vez como gancho, o quizás como elemento lúdico, el proceso mediático en torno a la aparición en público del nuevo Trujillo. Luces, cámaras de televisión, pantallas gigantes, coberturas de periódicos de todo el mundo, movilizaciones de personas de los lugares más diversos se dan cita en la avenida George Washington, en la ciudad de Santo Domingo, para asistir a la ceremonia de investidura del Generalísimo: “Entonces, hubo un silencio total, aterrador y frío. El Monarca vio una luz fina y perfecta que llegaba del cielo y apuntaba a su cabeza”.

Al influir la naturaleza en la coronación del nuevo dictador, el autor acude a un componente literario que lleva a Trujillo a hacer una retrospectiva crítica de sí mismo: “…en ese lapso llegaron a él múltiples imágenes superpuestas y rápidas, a ratos escindidas, pero en esencia muy claras, imágenes cubiertas por un haz de luz deforme y manchado como aquel en que subió el 30 de mayo de 1961…” “Los sintió a todos a la vez atenazándole el cuello con su manos y tosió con dificultad tosió varias veces después sintió un ruido ensordecedor y huidizo un ruido de balas y de frenazos de vehículo averiado…”

Una cosa deja bien claro Galán Gálvez y es que los dictadores no deben clonarse y lo mágico interviene al aparecer nuevamente la luz, esta vez aclara, de “una especie de ovni” y calcina el cuerpo del monarca: “…un cuerpo sustancia que se reducía de forma rápida hasta convertirse en un pequeño bulto de lo que fuera su vestido, todo curiosamente coronado por las plumas de un sombrero”.

“Trujillo 2061” es uno de los cuentos del libro de la editorial SANTUARIO, titulado “Los retornos del Jefe”, publicado en República Dominicana en el 2009. En el preámbulo, sus autores Marcio Veloz Maggiolo y Bismar Galán Gálvez señalan: “Los dictadores son seguidos por aquellos que los conocieron y aun más por los que sólo oyeron hablar de ellos”.

Invito a todos los amigos del mundo a leer “Trujillo 2061”, un cuento que reexamina con lucidez el asunto de los dictadores, en un lenguaje donde se combinan acertadamente la realidad y la ficción. Un cuento para llevarse a casa y nunca ser cómplice de ningún tirano, aunque se llame Rafael Leonidas Trujillo.

3 comentarios:

  1. Agua pasada no mueve molino.- Dejar al " chapitas " y hablen de otros más recientes, que siguen comiendo etc. etc. etc..-

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  2. ¿Cuáles son los que siguen comiendo? ¿Cuáles los más recientes? Es importante no perder de vista que se trata de una reseña crítica de un ensayo publicado por un autor de Contramaestre que reside en República Dominicana. No se puede pedir peras al olmo ni querer ver lo que vos quisiera. Inicio esta polémica porque sobre los dictadores se puede escribir mucho y ahí están las novelas "El recurso del método" del cubano Alejo Carpentier, "Yo el supremo", de Augusto Roa Bastos, y "El otoño del patriarca" de Gabriel García Márquez. El autor de Trujillo 2061 mezcla realidad y ficción y nos pone a dialogar con una personalidad carismática pero despótica, puede ser cualquiera y ese es el mérito de una obra literaria que cada cual saca sus conclusiones al menos usted tuvo las suyas.

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  3. Gracias a los comentarios acerca de Trujillo 2061. Sólo deseo añadir algo: es cuento (Mención especial del Concurso Internacional Casa de Teatro 2008) y como tal debe ser leído; simple ficción. Gracias, Arnoldo.

    18 marzo, 2010

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