sábado, 24 de septiembre de 2011

Hallazgo e iluminación desde la resistencia

De Ángel y Perverso (Encina: 2000) es hijo de la pérdida, la levedad de las circunstancias que se identificaron en Cuba como Período Especial, que equivale a decir crisis de los referentes a través de los cuales la cotidianeidad era asimilada. En lo adelante todo será incertidumbre, hallazgo e iluminación desde la resistencia.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

“Sentado en el borde/ del mundo/ en la sombra más alta/ para ser tú/ sólo tú/ en el aire”. Eduard Encina.

La poesía recogida en un libro anunciador, bajo el antinómico: De Ángel y Perverso (Encina: 2000), constituye un claro ejemplo de lo señalado en nuestro título. De una manera fatalista la realidad cobra cuerpo a través de la palabra. Los misterios del oráculo se hacen esencia. Allí donde todo parece cotidiano y sin sospecha de nada histórico, la voz es carne y deviene documento imprescindible para comprender esa realidad que los seres comunes no fijan en ningún lado, a no ser en su memoria, que con el tiempo se torna olvido.

Cintio Vitier señala en, La zarza ardiendo, que se debe situar en tiempo histórico “lo dicho y lo que sigue dentro de la vida nuestra, la de cada uno de nosotros (…)” (Vitier: 1997:109) A propósito de lo señalado, De Ángel y Perverso se ubica en un interregno, el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S) y el Campo Socialista, y la lucha por preservar una sociedad utópica, que el escritor Arturo Arango califica de incierta, llena de convulsiones, desconciertos, cambios violentos, sin expectativas en la república de las letras. Quizás las palabras que mejor definen lo que fue para los cubanos el cuatrienio 90-93 sean "vacío" e "incertidumbre": “…yo percibía que esas palabras, a la vez que me abrumaban, también me despejaban el camino. Para usar un término de estirpe romántica: me "iluminaban". (Arango: 2004: 3)

De Ángel y Perverso (Encina: 2000) es hijo de la pérdida, la levedad de las circunstancias que se identificaron en Cuba como Período Especial, que equivale a decir crisis de los referentes. En lo adelante todo será hallazgo e iluminación desde la resistencia.

El origen del límite en De Ángel y Perverso
Los poemas del libro tuvieron su origen en tertulias informales devenidas alternativas a los desvaríos de la historia, entre las que sobresalen: los recibimientos, al cubano español Víctor Adriel, y al cubano dominicano, Bismar Galán. Estos escritores se fueron a la emigración por razones económicas y sentimentales.

También sobresalen, como semillas germinales, los talleres del Café Bonaparte y las sesiones críticas con los poetas Reinaldo García Blanco y Alfredo Quintana, unido a los hechos cotidianos que marcaron la vida de los que asumieron la poesía como necesidad, y fueron llevados, junto a Eduard Encina en su natal Baire, a nombrar las cosas. Recuérdese “que el poeta no teoriza ni define, sino que, simplemente, nombra”. (Vitier: 1997:97)

De Ángel y Perverso (Encina: 2000) es un texto generacional, no por los códigos estéticos que desarrolla, sino por las zonas de la realidad bojeadas a través de la palabra; sobre todo las relaciones construidas por el hombre fijado al fondo de la Isla, donde no tiene ninguna visibilidad en el concierto de las letras nacionales. Visibilidad entendida a partir de los sentidos que le otorga Foucault al término: visible en cada una de las partes; que no existan zonas oscuras; ordenadas por los privilegios del poder, o incluso por el desorden; que la voz, desde el lugar que ocupa, pueda ver el conjunto de la sociedad y dialogar con ella a partir de la obra.

Diminutos fragmentos de marginalidad aparecen en algunas partes, del citado libro, al tomar como referente al mítico Ángel Escobar, y, desde él, cabalgar el verso y la imagen cercanos al huracán humano del interior, que todo lo dispersa y anula con su aire existencial, hasta llevar al sujeto creativo al vacío. Esas semillas sirven de pretexto a Eduard Encina para mostrar zonas límites de su mundo mediato y hacerlas carne a través de la palabra.

Cintio Vitier es paradigmático cuando señala que todo “poeta tiene un pensamiento implícito, y es uno de los menesteres más fecundos de la crítica descubrirlo y exponerlo”. (Vitier: 1997:111) Se infiere que, a pesar de las influencias señaladas hasta aquí, De ángel y Perverso, tiene una filosofía implícita, sobre todo por su condición primigenia de ser hijo de un vacío, una metamorfosis del ser. Esa filosofía no es otra que la del existencialismo con su variante alemana: Martín Heiddeger. No es casual la orientación asumida, pues se genera en una coyuntura crítica (el Período Especial). Por esa razón el sentido de la vida, el destino del hombre y el dilema entre elección y responsabilidad atraviesan todos los textos. Se infiere que la libertad, el sufrimiento y la muerte son bases de la existencia del poeta.

De la fijeza al salto: una valoración de la categoría límites en De Ángel y Perverso

En esta parte analizamos el límite como obsesión en los poemas: “Poet s Walking”, “Poema para contar las puertas de mi pueblo y la eutanasia del poeta”, “Icaro”, “De cómo el poeta delira a la sombra de una soga que cae del cielo”, “Interludio”, “Breve reflexión a destiempo” “¿Aún no sospechas lo vencido?” y “Meditaciones del suicida”.A continuación examinamos el conjunto de textos en el mismo orden en que fueron nombrados aquí.

En “Poet´ Walking”, poema dedicado al poeta cubano español Víctor Adriel Matos que emigra de Cuba en 1996, señala: “iba a saltar y descubrí que la ciudad/ es mas bella desde arriba/ que un puente es una esperanza/ una novia donde esperan las siemprevivas / un altar donde evocar mis preces”. La irracionalidad se presenta a través de tres símbolos esenciales: 1. El salto 2.La ciudad 3.El puente. El salto lo presenta como instante de meditación en el sujeto, instante que le permite apreciar la ciudad desde una liberación absoluta, que lo ubica arriba; el salto hacia la ciudad o evadirse a través del salto, es una situación que resuelve con un tercer símbolo, el puente. Tres símiles ilustran el mismo: una esperanza, una novia, un altar. Saltar en los 90, si seguimos el hilo del poema, es saltar a lo desconocido, es seguir el rostro de la esperanza, que una novia dejó tras sí; saltar es altar donde evocar el dolor. El referente Víctor, como símbolo poético, adquiere su realización a través del puente.

En otro poema esencial: “Poema para contar las puertas de mi pueblo y la eutanasia del poeta”, introduce el disparo como símbolo: “Solo el poeta altera / y pende del disparo que pudo darse / Allí todo termina/ cuando descubre en el silbido de los pinos la distancia entre las provincias”. El título es todo un himno con cuatro símbolos claves: las puertas, la eutanasia, el pueblo y el poeta. El poeta no tiene salvación en la realización del yo cultural, su yo íntimo quiere trascender, demostrar que puede ser libre a pesar de la prisión laberíntica, por eso sitúa el disparo como esperanza. El disparo funciona como espera realizadora que resuelve al situar el nuevo saber alcanzado en los instantes premonitorios entre el ser que existe y el ser en la muerte. El interregno que va de uno a otro le permiten descubrir “en el silbido de los pinos la distancia entre las provincias / la permanencia del verso”.

El autor presenta el límite entre el existir y la anulación del sujeto como pares dialécticos generadores de saberes imprescindibles para el ser poético. No olvidar que el Víctor símbolo es poeta, y el segundo, poema analizado, tiene como centro a otro poeta omnisciente, en este caso el propio autor.

En el poema “ICARO”, presenta los bordes como condición cultural del conocimiento del yo íntimo y el yo cultural: “Sentado en el borde/ del mundo/ en la sombra más alta/ para ser tú/ sólo tú/ en el aire”. Esta vez no es el puente, ni el disparo, es el borde conscientemente asumido. Recurre una vez mas al salto como actitud cultural que le sirve de catapulta para la realización de la individualidad. No es la muerte su obsesión, su obsesión es la libertad como modo de realización posible a través del tiempo. El salto es una liberación del ser ético.

En otro de los poemas donde se reitera la tematización del límite es en “De cómo el poeta delira a la sombra de una soga que cae del cielo”. En el mismo presenta la ciudad como un valle de suicidas, que a través de juegos intertextuales con figuras célebres de la historia va yuxtaponiendo a lo largo del texto, lo mismo “un ángel de Rilke”, que la “ignorancia de Fisher”, o “Marilyn Monroe con Martí/ sobre los hombros”, o Séneca , Dalí, Salgari, Virgilio, Fouché y Ángel Escobar; todos portadores de contrastes que llevan al poeta omnisciente a señalar: “Y no es de buen suicida esperar a que el vértigo / nos ponga clavos”.

De hecho el suicidio no se presenta como reducción del sujeto, sino como realización del sujeto. Un buen suicida, parece decirnos, es aquel que logra realizarse entre los límites. Ese interregno realizable a través del salto, el disparo u otra variante es la suprema realización de la libertad del individuo.

En el poema Interludio provoca un diálogo profundo entre el ser y el no ser, a través del cual, la individualidad intenta crecerse a pesar de la máscara: “Eres la otra, pero que amo todavía, la que no sale a matar, ni a maldecir / mi guitarra, la que tropieza con el héroe / y no le niega el pan de los héroes”.

En “Breve reflexión a destiempo”, dedicado al poeta y actor de teatro Alfredo Quintana, presenta la antinomia Ángel/Perversión, como eje de la meditación sobre el ser. El límite entre el creer en las puertas y la agonía del laberinto es el tiempo cultural condicionador del conocimiento, es lo que permite “penetrar cada gesto de los que esperan / prestos a arrebatarte el polvo”. El polvo funciona como liberación y realización de un ser atrapado por el destino, un equilibrista obligado a moverse en una circularidad invisible que lleva al sujeto hacia la irreversibilidad a través del suicidio.

En “¿Aún no sospechas lo vencido?” vuelve sobre el suicidio que subyace entre el vivir y el anularse: “La cuerda es un frío paso / No más”.

En otro de los poemas donde insiste sobre le tema es en “Meditaciones del suicida”, en el mismo discursa sobre el existencialismo que embarga al ser. Una cita de Ángel Escobar le sirve de eje programático para articular la autorreflexión: “Mañana esperaré junto al muro / donde siempre aparecen los gatos / mañana / antes del salto”. Una vez más insiste en la problematización del tiempo entre el muro y el salto como actitudes del suicida para liberarse del yo cultural que esclaviza al yo íntimo.

Parece intencional que las tres partes del libro se estructuren a partir de títulos de poemas sobre el límite: “Poet´ s Walking y otros bocetos”; “Último acto y otras acotaciones”; “Y yo sé que a mi lado hay una sombra”. En la contracubierta, la sugerencia, en una negociación editor-poeta, se articula a través del poema Icaro, que casualmente tiene como coordenada la liberación del ser a través del salto.

Nuevos acercamientos al límite en la obra de Eduard Encina 

Movido por el supuesto de que todo libro inicial es una tematización de lo que más adelante se experimentará en formas literarias progresivas, revisé críticamente los libros recientes de Eduard Encina: “El perdón del agua”, Ediciones Santiago, 2003, “El silencio de los peces”, Editora Abril 2003, y Golpes Bajos”, Editora Abril 2004, y lamentablemente el tratamiento temático de los límites, como lo hiciera paradigmáticamente en “De Ángel y Perverso”, no tiene progresión experimental, a no ser en algunos poemas, pero de forma fragmentada, entre los que sobresalen “Shaka Sankofe Testa”, “Sonata Intima”, “Entrando en el verde” y “Ventana para no dejar que el miedo borre un cuadro de Edwar Munch. La mayoría, excepto uno, forman parte del libro “El perdón del agua”.

Apreciemos a modo de ejemplo algunos, entre ellos comienzo con “Shaka Sankofa Testa”: “la muerte es el equilibrio/ un resbalón en la cuerda / una mujer helada que siempre / espera en el fondo”. Esta vez los límites no generan liberación del sujeto, sino finitud realizada mediante el diálogo omnisciente del poeta con la muerte a través del cuerpo femenino sin aliento de vida.
En “Sonata íntima”, Rimbaud es un muerto en una isla que lo tiene prisionero, los límites están en la soledad del ser, sin refugio, una situación alienante sin desenlace.

En “Entrando en el verde” expresa una autorreflexión sobre el límite: “¿Qué pasará cuando el tiempo nos corrija /esta dedicación por los límites?” Más adelante, en el propio poema, precisa: “Voy entrando. Voy a caer desde / Ángel ahogado en el silencio de todos / Caer en la espuma. Eso. En el borde / “En el verde. Para siempre”.

En “Ventana para no dejar que el miedo borre un cuadro de Edwar Munch”, señala: “Un hombre se va morir de ser el mismo / tal vez yo soy ese hombre. / Siento un aire que me atrofia y voy a gritar / desde esta ventana colgadiza / a ver si por fin alguien me escucha”.

En el poema que sirve de preludio al libro para niños, “El silencio de los peces”, la singularidad del límite entre la anulación del símbolo madre y una realidad que no se resiste a aceptar, el poeta la resuelve a través de una invocación mítica: “Mamá es un pez que del hondo / silencio va a regresar”.

Retorno al límite para no caer en la falsa aureola de calamina

Recientemente Editorial Oriente acaba de publicar Lectura de patmos, texto que dialoga con zonas poéticas trabajadas por Eduard Encina en sus obras iniciales, en especial, el límite. La visualización de este eje poemático es reflejado en La burbuja, Las trompetas, Arca de la fe, Corintios trece, Brújulas, Ok, Noticias de la tarde, Yo se que a mi lado hay una sombra, Fabeliano (pájaros que duermen sobre la cabeza), Sombras que pasan, Las dos bestias, Sangre que se nos va, Habitad, Autopsia, Otro segundo discurso, Espumas, Últimas revelaciones, Manifiesto del pájaro moteado, Derrumbes parciales, Orillas, Página en blanco, y Los muros. Analicemos brevemente algunos de ellos para corroborar el aserto señalado.

En La burbuja utiliza imágenes esenciales para comprender el límite en la vida del hombre: “El aire alumbra los temores que la razón no resiste”. Aquí el recurso funciona como forma de ventilación de la verdad, más allá de las trivialidades que simboliza el miedo. Tal vez por eso utiliza la siguiente imagen: “…es difícil / acariciar la luz que nos pierde luz al fin vencida / en su propio reflejo.” Más adelante ilumina el fenómeno del miedo a partir de una evocación hacia lo marginal: “…en Patmos un Ángel respira el fondo de una / escalera”. El poema intenta resolverse a través del salto, pero no en su variante liberadora, como lo hiciera en su mítico ICARO, sino como despliegue, interrogante simbólica ante el ser o no ser: “Aquí la voz. ¿Saltas?” Entonces la palabra alcanza una fuerza telúrica hacia lo individual: “Duele mostrar el rostro…”; “Atrás quedan siempre los tatuajes por donde cruza / el odio sacudiéndose la inercia”.

Un poema gravitacional es sin dudas, Las trompetas, pues anuncia también el miedo como recurso que anula al sujeto. El viento ventila la verdad. Las antípodas viento / pared, verdad/mentira, obligan al individuo a proponerse la liberación como necesidad: “hay que borrar / la pared para que el ladrillo se muestre / doloroso / infiel / el miedo pasa vertical. si lo escribo el camino / se acorta pierde duración pero ellas amenazan / ocultan el peligro la dirección del viento”.

Arca de la fe remite a una imagen bíblica. Montar en ella equivale a salvarse, a ir más allá del límite, encontrarse uno mismo, ser o no ser pudiera ser el dilema, sin embargo el sujeto poético lo resuelve a partir de la angustia que significa saberse terminado, tener conciencia de no poder ir más allá de la ilusión, e intentar ser uno ante cualquier naufragio. Es traumática la forma en que un verso formula el problema: “Otro suceder comienza si al volverse el cuerpo / enmohecido ya no significa”.

Jugar con símbolos de la historia pudiera ser una herejía, tal vez un acto crítico contra lo sagrado, pero el poeta no piensa así, por eso Noticias de la tarde dinamita lo histórico / sagrado y lo pone a dialogar, a partir de una visión agonal. Espacios sacros interaccionan con los profanos, así se deslizan ante el ojo poético la Plaza de Marte, el Tibolí, la Plaza del Mercado y el héroe Frank País. Dentro, ocurren hechos alienantes para el sujeto, incluso dolorosos: “Calle abajo el mar abre la boca / y va a comerse el ángel de la Catedral la música / de las carretillas la rabia del Tibolí”. Afuera, “…hay pájaros / no van a callarse.” “…afuera dicen cosas y una mujer sin / ojos anda por la Ciudad regando sal y miedo / en todas las puertas”.

Fabeliano (pájaros que duermen sobre la cabeza), dialoga con la historia como símbolo sagrado construido desde el ojo del poder. La cuestiona desde la individualidad de seres anónimos, que amaron y tuvieron fe en el discurso mesiánico que adelantaba un mundo diferente; sin embargo no sucedió así y el hombre que hizo la historia se volvió blanco de la misma, por eso el poeta omnisciente señala: “hacia los flancos la historia / se ha vuelto piedra y el vendedor lo sabe: ya no / importa matar si somos nosotros el enemigo”.

Una visión teleológica condiciona la titulación de un poema, que anuncia visiones polisémicas en la existencia del ser, sobre la base de la evocación de un texto bíblico: Corintios trece. Se trata de buscar luz, como algo quimérico, para purificar al sujeto y hacer soportable la vida, o mejor, vivir con amor. Cristo Jesús y San Pablo están ahí indirectamente, y alimentan la libertad del individuo, más allá del miedo y las levedades de la enajenación: “No sé cómo te desprendes hacia el margen por el / filo mismo de nacer sin unas alas donde plantar la / cicuta. / El temor está en mí. Nadie lo trae/ está en mí”.

La utilización del símbolo puente adquiere nuevas connotaciones en Brújulas. La propia titulación anuncia la necesidad de orientación ante el vacío, lo indescifrable. No se trata de saltar, y alcanzar la liberación a partir del aire como oxígeno o sencillamente flotar a partir de la verdad; se trata de comprender que más allá del muro “unos cuerpos se desprenden de las palabras / sin que acuda el dolor la sombra el puente”.

Ok, pudiera ser una sencilla razón de aceptar el destino y no hacer nada para variarlo, pero el poeta omnisciente no piensa así, por eso utiliza una imagen estremecedora, que contrapuntea el permanecer y no estar; el existir y no intentar variar el mundo. Las noticias en otro lado. Sencillamente, un hecho lejano, por eso están ante el hombre con su pesado fardo; pero lo mediato nadie lo nombra: “Dan miedo esos álamos del parque sin un ciclón ni / unas palabras que los muevan”.

Títulaciones ya utilizadas en poemas anteriores son retomadas nuevamente en Lectura de patmos, pero dotadas de significaciones diferentes. Sus nombres: Yo se que a mi lado hay un sombra y Derrumbes parciales. En ambos casos el poeta acude al miedo que invade la realización del sujeto y no le permite alcanzar la luz, la individualidad plena. En el primero de los textos mencionados corrobora nuestro aserto con una imagen esencial: “…tengo miedo a quedarme sin recodos. el que empuja / está pero es una sombra que va conmigo para / medirme la sangre”. Más adelante precisa una noción de inmovilismo ante el devenir: “en Patmos / asoma la hierba por el camino”. Incluso confiesa la necesidad del poeta de volver sobre versos olvidados: “he vuelto a estos poemas / que me salvan de caer en la falsa aureola / de calamina”. En el segundo ilumina zonas visibles, muy visibles del ser nacional: “El mar era / una casa laberinto de palmas flotantes, de novias / borrosas, traspuestas, invisibles”. Líneas después acude a una imagen esencial, para comprender los bordes de una insularidad desgarradora: “Joden las orillas / Cuerpo mío/ porción que ondea en cualquier parte”.

Epílogo para otros acercamientos al límite en la obra de Eduard Encina
De Ángel y Perverso constituye un libro capitular en la poesía de Eduard Encina; un texto al que siempre habrá que volver, por la singularidad que presenta en el tratamiento de algo tan esencial para la nación cubana como el límite. No olvidar que su contexto placentario fue el interregno que va desde la caída del Campo Socialista y la URSS, hasta el inicio y profundización del Período Especial. Fue un momento de hallazgo e iluminación desde la resistencia.

Bibliografía.
ARANGO, ARTURO. (2004) Escribir en Cuba hoy, en www.cubaliteraria.cu , consultado el 17 de noviembre de 2004.
ENCINA, EDUARD. (2000) De Ángel y Perverso. Ediciones Santiago. Santiago de Cuba.
ENCINA, EDUARD. (2003) El perdón del agua, Ediciones Santiago, Santiago de Cuba.
ENCINA, EDUARD. (2003) El silencio de los peces, Editora Abril, La Habana.
ENCINA, EDUARD. (2004) Golpes Bajos, Editora Abril, La Habana.
ENCINA, EDUARD. (2011) Lectura de patmos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba.
ICHIKAWA, EMILIO. (1998) La escritura y el límite. Editorial Letras Cubanas. La Habana.
VITIER, CINTIO. (1997) Poética. Obras, tomo 1. Editorial Letras Cubanas. La Habana.

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