Nota: publicado originalmente con el título:El periodismo libre, en un texto
inédito de Albert Camus
Por Miguel Mora
Las
autoridades francesas de Argelia lo vetaron en 1939, durante la Segunda Guerra
Mundial.
Es un
manifiesto del autor de 'La peste' a favor del periodismo libre en tiempos de
conflicto.
Fue
encontrado en los Archivos de Ultramar de Aix-en-Provence.
El 25 de
noviembre de 1939, cuando Francia empezaba a gangrenarse por el miedo a la
invasión alemana y sus élites políticas y periodísticas se disponían a
entregarse sin pudor al III Reich, Albert Camus escribió un artículo para Le
Soir républicaine, el periódico de una sola página a dos caras del que era
codirector en Argel. En Francia regía la censura, y el texto no llegó a
publicarse nunca. Lógico, porque en apenas tres folios el autor de El
extranjero bordaba un alegato por la libertad de prensa. Al defender la
utilidad del oficio de informar en tiempos de guerra, Camus sostuvo el derecho
de cada ciudadano a elevarse sobre el colectivo para construir su propia
libertad, y definió los cuatro mandamientos del periodismo libre: lucidez,
desobediencia, ironía y obstinación. Son, casualmente, los puntos cardinales
que inspiraron su obra novelesca y filosófica.
El
espléndido texto ha salido del agujero negro del tiempo gracias a una
colaboradora de Le Monde, Macha Séry, que lo encontró en los Archivos
Nacionales de Ultramar (Aix-en-Provence). El diario vespertino lo publicó este
jueves en sus páginas culturales, y en el Salón del Libro de París todos
hablaban del artículo y del último libro de Michel Onfray, El orden libertario,
que traza una comparación entre Camus y Jean-Paul Sartre especialmente odiosa
para el segundo.
“Es difícil
evocar hoy la libertad de prensa sin ser tachado de extravagancia, acusado de
ser Mata-Hari o siendo convencido de que eres sobrino de Stalin”. Así empieza
el artículo, que enseguida sienta su tesis: la libertad de prensa “es solo una
cara más de la libertad tout court”, y la “obstinación en defenderla” obedece a
que, sin ella, “no habrá forma de ganar realmente la guerra”.
Camus
aborda la injusticia de que los grandes medios nacionales pudieran publicar en
aquellos meses artículos que en los diarios de ultramar eran sistemáticamente
censurados. Y escribe: “El hecho de que un periódico dependa de la competencia
o del humor de un hombre demuestra mejor que cualquier otra cosa el grado de
inconsciencia al que hemos llegado”.
Con la
sobria sagacidad del clásico, prosigue: “Uno de los buenos preceptos de una
filosofía digna de ese nombre es el de jamás caer en lamentaciones inútiles
ante un estado de cosas que no puede ser evitado. La cuestión en Francia no es
hoy saber cómo preservar la libertad de prensa. Es la de buscar cómo, ante la
supresión de esas libertades, un periodista puede mantenerse libre. El problema
no concierne a la colectividad. Concierne al individuo”.
Los medios
y condiciones para que un periodista independiente no pierda su libertad “ante
la guerra y sus servidumbres” son cuatro: lucidez, rechazo, ironía y
obstinación. La lucidez, porque “supone la resistencia a los mecanismos del
odio de la ira y el culto a la fatalidad”. Según Camus, “un periodista, en
1939, no se desespera y lucha por lo que cree verdadero como si su acción
pudiera influir en el curso de los acontecimientos. No publica nada que pueda
excitar el odio o provocar desesperanza. Todo eso está en su poder”.
73 años después, el manifiesto de Camus sigue teniendo toda vigencia, humana y periodística.
“Frente a
la creciente marea de la estupidez, es necesario también oponer alguna
desobediencia”, continúa Camus. “Todas las presiones del mundo no harán que un
espíritu un poco limpio acepte ser deshonesto”, decía. Y luego: “Es fácil
comprobar la autenticidad de una noticia. Y un periodista libre debe poner toda
su atención en ello. Porque, si no puede decir todo lo que piensa, puede no
decir lo que no piensa o lo que cree que es falso. Esta libertad negativa es,
de lejos, la más importante de todas”, ya que permite “servir a la verdad en la
medida humana de sus fuerzas”, o “al menos rechazar lo que ninguna fuerza le
podría hacer aceptar: servir a la mentira”.
La tercera
condición para ser libres es la ironía: “No vemos a Hitler, por poner un
ejemplo entre otros posibles, utilizar la ironía socrática”, escribe Camus. “La
ironía es un arma sin precedentes contra los demasiado poderosos. Completa a la
rebeldía en el sentido de que permite no solo rechazar lo que es falso, sino
decir a menudo lo que es cierto”.
Para
cumplir lo anterior, la cuarta regla indispensable es “un mínimo de obstinación
para superar los obstáculos que más desaniman”, a saber: “La constancia en la
tontería, la abulia organizada, la estupidez agresiva”.
¿Y después
de la guerra?, acaba preguntándose Camus. “Hará falta probar con un método del
todo nuevo que sería la justicia y la generosidad. Pero esto solo se expresa en
los corazones ya libres y los espíritus todavía clarividentes. Formar esos
corazones y esas almas, o mejor despertarlos, será la tarea a la vez modesta y
ambiciosa que tocará al hombre independiente. La historia tendrá o no en cuenta
estos esfuerzos. Pero habrá que hacerlos”.
Quizá lo más fascinante del rescate es que, 73 años después, el manifiesto de Camus sigue teniendo toda vigencia, humana y periodística. Francia no está en guerra y no existe la censura, pero ahí está la actitud monárquica de sus gobernantes ante la prensa; la promiscuidad entre las clases política, empresarial y mediática, la uniformidad obediente y temerosa de tantos medios.
En
noviembre de 1939, Camus decía que los “artículos más valientes se publican en Le
Canard enchaîné. En marzo de 2012 sigue siendo verdad. Como todo lo demás.
aCreo que los pensamientos de Camus, en el caso de nuestro país, es lanzar al espacio de la esperanza una cortina de humo.- Un periodista que se precie de serlo, debe ser libre en sus argumentaciones sobre las realidades latentes; y no ser partidista, siempre ser objetivo, dando un margen a cualquier eventualidad .- En concreto, hay que coger el toro de la real actualidad, por los cuernos y escribir del presente, ya que el pasado, sin olvidarlo, de poco vale.-
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