"...existen dos Cubas, dos Agramonte, dos historias, dos Lorenzo Varona, dos formas de analizar cada capítulo de este libro". |
Llamativo el titular, ¿verdad? Tal parece que en lugar de
una reseña el lector va a encontrarse con una crónica roja de algún universo
alternativo donde seres mitológicos y sucesos paranormales coexisten. Mas, no
es el caso, ya que Víctor Hugo Pérez Gallo, el autor, es un acérrimo escritor
de ciencia ficción (C.F) y como tal, ese es el género al que responde su obra
«Los endemoniados de Yaguaramas», Casa Editora Abril, 2014; título, además,
merecedor del Premio Hidra de dicha editorial en su primera convocatoria.
Víctor Hugo Pérez Gallo. |
Lorenzo Varona, estudiante de Historia en la Universidad de Camagüey,
es instado, forzado, a realizar un viaje al pasado para atestiguar el
desarrollo de la famosa batalla de Jimaguayú. Pero la teoría sobre la
inmutabilidad del tiempo continúo en la que se basa el experimento le jugará
una mala pasada». Hasta aquí una breve sinopsis de la trama central de «Los
endemoniados…». Sin embargo, hay aún mucho más que decir de este libro, cuya
mayor singularidad radica en ser la primera noveleta ucrónica publicada por un
autor cubano.
Antes de proseguir, se hace necesario aclarar, a groso
modo, algunos términos propios de la
C.F, ya que resultan indispensables para comprender este
título y tal vez no sean del todo bien conocidos por el público general.
Empecemos con el concepto de ucronía, el cual se ha catalogado también como
«novela histórica alternativa», y corresponde a relatos donde los sucesos
históricos, tal y como han llegado a nosotros, no ocurrieron así, propiciando
esto un sinnúmero de posibilidad futuras/pasadas de las que se nutre la imaginación
del autor. El segundo término es el llamado «punto Jonbar», que no es más que
ese instante preciso en el cual el transcurrir de la Historia se ve afectado
por un hecho inesperado, originando de esta forma una marcada divergencia entre
los sucesos reales acontecidos en nuestro universo y los ficticios acaecidos en
la narración. Un ejemplo clásico: los nazis ganan la II Guerra Mundial
(ucronía) tras eliminar en un atentado a los «Tres Grandes» durante la Conferencia de Yalta (punto Jonbar). Por si fuera poco, en la obra a debatir se
manejan además conceptos de viajes en el tiempo y steampunk. El primero
considero innecesario explicarlo, quizás solo deba precisar que el autor se
inclina a tomar el tiempo como una constante inmutable en la que ningún acto
del viajero puede cambiar los sucesos temporales ya establecidos. En cuanto al
steampunk, no es otro cosa que una sociedad basada en tecnologías y maquinarías
de vapor, como si nunca hubiera sido descubierto el petróleo o la electricidad
(en «Los endemoniados…» la sociedad simplemente discrimina el potencial
energético de estos últimos tras compararlos con el vapor).
Teniendo en cuentas estos aspectos, no es difícil
comprender porque, en mi opinión, la novela de Víctor Hugo es un texto bipolar
en varios contextos y paso a explicarme: Desde el inicio, a tono con todas las
ucronías, los lectores deberán enfrentarse a un universo dispar al que
conocemos y a través de los elementos históricos que irán rebelándose,
revelándose contra el transcurso natural de la Historia, se llegará a
establecer las conexiones entre ficción y realidad sobre las que discurre la
trama. De ahí la primera dualidad, hechos históricos/sucesos ficticios,
universo ucrónico/universo histórico. Inmediatamente, salta la siguiente dupla,
esta vez entre el pasado y el futuro del protagonista, puesto que como buen
viajero en el tiempo cuyo destino sea el pasado, su pasado pasaría a ser el
futuro y al mismo tiempo su futuro transcurre en el pasado. Visto así tiende a
parecer más complicado de lo que es en realidad, pero así son las cosas cuando
hablamos de este tipo de viajes y sus múltiples teorías. Continúo entonces con
los que a mi entender constituyen la pareja leif
motiv de la obra: primero, homenajear la figura del Mayor General Ignacio Agramonte
(y ya de paso insuflar el sentido chovinista de los camagüeyanos, que no por
gusto el autor nació en esa tierra central, centralizada) y segundo, ilustrar
una vez más el sabio proverbio que reza: «el poder absoluto, corrompe
absolutamente». Y es que existen dos Cubas, dos Agramonte, dos historias, dos
Lorenzo Varona, dos formas de analizar cada capítulo de este libro. A los
futuros lectores les corresponde hallar en sus páginas los rejuegos literarios
y las pícaras bromas que el autor esconde en su prosa.
Cambiando de tema, es digno de señalamiento que Víctor
apuesta por un afluente poco frecuentado por los escritores de ucronías, uno
donde la historia
ucrónica es la real y nuestra realidad es una visión tergiversada a los ojos
del protagonista. Imposible sería aludir un texto tan renombrado como «El
hombre en el castillo» de Phillip K. Dick, donde partimos de un mundo ucrónico
para nosotros, mas nunca accederemos a nuestra línea temporal. Otros autores se
limitan a hilvanar la corriente dramatúrgica del relato para atraparnos con la
diversidad de su universo imaginario y la profundidad de sus personajes, como
es el caso de «Patria» de Robert Harris. Mientras tanto, muchos acuden al
método más común: pasar del continuum
preestablecido a una realidad alterna, tal es la situación enunciada en «El
cuerno de caza», de Sarban. Entre tal cantidad de opciones, Víctor reconstruye
las fórmulas de los maestros utilizando las acciones de su protagonista para crear
nuestro continuum histórico; método
que también ha sido abordado en sus narraciones por otro de los grandes
escritores del patio: Yoss.
Y no obstante, existen momentos en la lectura donde el
pensamiento visionario del escritor pierde el control de la realidad rompiendo
en varias oportunidades el pacto ficcional que le permite al lector
identificarse con la trama o al menos, establecer una relación de verosimilitud
con el relato. Es en estas ocasiones donde la definición del punto Jonbar y su
relevancia juegan un papel definitorio, en especial para todos aquellos que ya
han nadado en las profundas aguas de las ucronías. Según la línea temporal de
Lorenzo Varona, protagonista del texto, Ignacio Agramonte no solo no murió en
las acciones de Jimaguayú, sino que además asestó tal herida en las tropas
españolas que poco después gana la Guerra Grande, que pasa a ser tildada «La Guerra de los Siete Años». Luego,
tal sería el punto Jonbar establecido por el autor, lo cual establece un radio
de efecto bastante significativo, para la Historia patria. Quizás el enunciado más
difundido de la teoría del caos es aquel de las alas de la mariposa y el tifón,
pero hay límites, incluso para las extremidades aéreas de un pterosaurio.
Por ejemplo: resulta poco acertado justificar la
destrucción de la capital del país con la incidencia de tres tsunamis estando
la ubicación de La Habana
tan alejada de las fallas tectónicas marítimas del Atlántico. Tampoco es muy
creíble la reubicación de la ciudad insigne del país en Camagüey, cuya única
justificación plausible sería la de ser cuna del caudillo y sus tropas
victoriosas, teniendo en cuenta que Cuba como isla y más en tiempos anteriores
al desarrollo de la aeronáutica mercantil, dependía enteramente de sus puertos
para el contacto con el resto del mundo y la ciudad de Camagüey, como todos
sabemos no es para nada costera. Por desgracia esta espiral de pobres
decisiones como tramoya para la puesta en escena del universo a presentarnos
continua en una espiral que llega a extremos apenas justificables con el
segundo leif motiv de la obra: «poder
absoluto…».
Pues sí, Cuba llega no solo a ser grande sino a ser prácticamente
la mayor superpotencia del mundo, con el monopolio del «coque» un elemento
derivado de la hulla (el cual, de la manera más chovinista del planeta, solo se
produce en Cuba). Además, todas las grandes personalidades del mundo pasaron
por la Universidad
de Camagüey; las que no son borradas de un plumazo o ignoradas a la
irrelevancia. El axxis mundi está
ubicado en la región central de la mayor de las Antillas, el territorio
convertido en centro imperialista global, su primer presidente en un proto-capitalista
con la genialidad de un erudito en economía y desarrollo.
Sin embargo, y a pesar de que en los primeros capítulos
la trama se torna lenta y monótona en cuanto a explicación, justificaciones científicas
sobre la situación de superpotencia del país, acude al rescate la promesa del
viaje al pasado, el viaje a la guerra independentista, el encuentro esperado
entre el protagonista, el caudillo. Es entonces cuando Víctor nos demuestra sus
dotes de narrador. En el texto se puede echar en falta el uso de la
escenificación, redundando en los resúmenes y la simplificación, consecuencia
de escoger un narrador en primera persona que relata los sucesos cual diario de
campaña, en ocasiones escueto, parco. Mas, no resta esto los méritos de la
dualidad (otra más) entre los hipertextos y la trama. Hipertextos tomados de
fragmentos de un libro de texto de Historia de Cuba del universo de Lorenzo
Varona. Hipertextos que nos ayudan a correlacionar ambos sentidos históricos y
que nos ayudan a descubrir al Víctor estudioso en yuxtaposición con el Víctor
narrador.
Si dividiéramos el libro en dos mitades (no simétricas)
podemos decir que la segunda de estas constituye una epopeya digna de una revisión
más profunda, incluso de su propio volumen, donde las peripecias de las tropas
mambisas nos son presentadas con una calidad incuestionable. Reconozco no ser
un lector ducho en las novelas históricas del patio, pero si considero que esta
vale cada gota de tinta. Hombres ordinarios convertidos en héroes, mambises para amigos y enemigos; bosquejos de la vida en campaña, de la lucha armada
(muchas veces sin armas), la supervivencia y la capacidad de adaptación humana
a las situaciones más cruentas (cuando existe valor y convicción por una causa).
Sobrados argumentos para profundizar en las odiseas personales que debieron
vivir los patriotas independentistas. Motivos sobran para releer la obra.
Siento que aún me queda mucho que contarles sobre los
«Los endemoniados…», sobre Víctor (el amigo, socio, sociólogo), sobre mis
manera de interpretar el trabajo creativo de quienes se sumergen en una
ucronía. Pero ya me he extendido demasiado y no puedo permitirme dejar de mencionar
la labor de edición de Malvis Molina Armas (musa de la CF en la Editora Abril) y la
imponderable labor de ilustración realizada por Osvaldo Pestana, Montos, quien hizo de la cubierta de
este título un centro de atención difícil de pasar por alto, de sus viñetas un
mosaico de maravillas ilustradas.
Por lo antes expuesto y sabiendo lo disputado que fue esa
primera edición del Premio, es mi opinión que Víctor Hugo llegó machete en mano
a cortar cabezas y si quizás no pudo con todas, al menos se alzó con la más
importante, la de la Hidra
y su publicación, gracias a la cual esos ucrónicos demonios de tinta y papel
son ahora físicos en la
Historia de la C.F
cubana.
*Título
original: Endemoniado arranca cabeza de hidra, publicado en Portal de la Asociación Hermanos Saíz
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