Por Javier Monte Miclín
Al respecto de nuestras acciones he observado que la distancia prudente entre lo ominoso y lo ético-moral, está cerca de desaparecer; dada la abigarrada cultura usurera en la cual nos mal movemos.
El hombre en tanto y en cuanto se siente atraído por el prospecto de la paga inicia un proceso de cuestionamiento de sus principios inviolables, sin tomar cuidado, empero, del resultado. (Evidencia Empírica)
<<La poca perspicacia humana los inclina a comenzar algo que parece bueno por el simple hecho de que no muestra el veneno que trae dentro>> Maquiavelo, El Príncipe.
El hombre contemporáneo es empático con las cosas deleznables, defiende la idea falaz, preferencial y ensimismada de la ambición usurera, puesta por encima de la virtud. Es cierto, que problemas “sociológicos” como la precariedad exacerban estos comportamientos.
Si bien el fin del hombre es vivir y obrar bien, este mismo principio está estrictamente sujeto a una serie preceptos instituidos por la lógica y la razón, o sea, justificar el fin con cualquier medio no es en sí mismo plausible.
Los intereses humanos atentan, por lo general contra casi todas sus percepciones, y producen cambios abruptos en su accionar, de ahí que el interés genere cantidades ingentes de energía, asumiendo que el interés y el egoísmo se interpretan y se definen de forma recíproca, es una problemática luchar contra unos de sus resultados; (La Usura), sobre todo cuando se trata con problemas instintivos.
Ahora bien; en la medida que “La Humanidad” se inclina hacia la búsqueda de una conciencia social del “bien colectivo” por encima del “individualismo”, cosa lo bastante cuestionable, pero alejemos todo juicio valorativo al respecto: veamos las cosas como son y no como deberían ser. Regresando a lo anterior, decía- la usura no es para nada augusta, menos dentro del funcionarismo público, sobre todo cuando dicha institución promulga la teoría popular: Un mundo mejor es posible.
Un elemento indentitario, de esta práctica, es el que despierta mi animadversión hacia los individuos que la reproducen en las sociedades; el favoritismo de amigotes, esta posición de la cual solo gozan aquellos que categorizara Aristóteles como los mejores, los más aptos para manejar los destinos de la ciudad y que no son más que individuos de tretas exuberantes, usada para con la usura. Estos debiesen, supongo, despersonalizarse y constreñir sus deseos egoístas, “dado que buscan el bien común”. Tal parece, son la contraproducentica de su propia lógica.
De cualquier forma una revisión introspectiva de nada serviría ¡Si el continente está corroído! por transitividad todo contenido se corroerá también.
“Cuando se brindan favores especiales, se atenta contra el bien común” Adam Smith, La riqueza de las Naciones.
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