Por Arnoldo Fernández Verdecia
En 2010 el poeta vendría a Contramaestre, ya lo sabíamos la gente de la literatura y había fiesta. También llegaría Nancy Morejón con sus exquisitos poemas y el Guillén de su alma.
Me correspondió acompañar a los poetas, así lo decidió el comité organizador. El día llegó, pero nada más apareció Nancy, con un mensaje del poeta, disculpándose por sus problemas de salud, en sus ya casi 80 años.
Yo debía presentar su libro Caliban a mi pueblo, pero como el poeta no pudo estar, Nancy, con una generosidad enorme me pidió el texto, se encargaría de ponerlo en manos del autor de los versos, de ese antológico poema titulado, "¿Y Fernández?"
Recuerdo el bastón elaborado por los artesanos de Baire, el tallado cuidadoso, el ébano resplandeciente; y otra vez Nancy hizo el milagro, lo llevaría al hombre que podría apoyar su cuerpo en aquel fragmento tan espiritual, pensado especialmente para él.
Meses después, Nancy al teléfono, las emociones a flor de piel, -el poeta lo invita a su cumpleaños 80-. Debía viajar a La Habana, hasta allá me fui. Nancy me recibió como un embajador: ¡cuánto afecto sincero!, ¡cuánto detalle!
Y llegó el día. La sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba me recibió como enviado de oriente; se unieron a mí en tertulia, muy entusiasmados, Ambrosio Fornet, Pedro Oraa y Sarusky. Tomamos algunas copas de tinto. Hablamos de Orígenes, Lezama, Roberto...
Entonces hubo que leer aquel texto y el poeta allí, cercano, muy agradecido, me regaló unas palabras por escrito que conservo para siempre, como un hermoso recuerdo del autor de "Felices los normales.”
Pedí a su hija Laidi, a su esposo, tomarán, con mi humildísima camarita, algunas fotos que hoy conservo, como tributo de un enviado oriental que, gracias a Nancy, pudo conocer en persona y compartir unas cuantas copas de vino con Roberto Fernández Retamar en su cumpleaños 80.
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