Por Javier Montes Miclin.
Mostrarse políticamente incorrecto puede convertir al ente en una espectacular dramatización de agente encubierto. ¡Esto es un axioma!
En Cuba, vuelvo a la retórica, las organizaciones de masas, los diversos estratos sociales, los medios de comunicación, las instituciones religiosas, el éxodo migratorio e incluso uno mismo, no deberíamos dejar de entrar en el caso omiso a aquellos que postulan una utopía conveniente respecto al cambio político.
La introducción con la que me he autoflagelado es necesaria para la manifestación de la verdad.
"El uso ordinario de la doblez indica ruinidad de espíritu, y casi siempre quién se sirve de ella para cubrirse en un lugar se descubre en otro. La doblez no es más que una inteligencia ruin." (Francois De La Rochefoucauld, Máximas y Reflexiones Morales.)
Los liberales clásicos y contemporáneos convergen en la defensa de dos instituciones: justicia y seguridad. La que nos compete es la última mencionada. La seguridad de un país está irrestrictamente guardada por el sector público; supongo por la intensión que genera dicha posición, que salvaguardar la integridad moral y física de nuestros conciudadanos representa una expresión de halago.
¿Por qué un individuo se sentiría ofendido al ser categorizado de policía, oficial del ejército o quizás agente de inteligencia? ¿Acaso los norteamericanos no tienen policías, ejército o agentes de inteligencia?
Claro, estas estructuras son funcionales cuando cumplen con la labor de sostener el orden público, guardar el país de las ofensas exteriores y redundantemente proteger a sus ciudadanos. No lo son, cuando al servicio de las ordenanzas políticas parciales pervierten su ejercicio para cometer todo tipo de actos contra la lógica de sus funciones.
Por ende, en nuestro país (Cuba), es aberrante observar como una persona con criterios interactivos puede ganarse el odio coactivo de estas instituciones, más cuando los que están en lugares prominentes de la política tuercen, pervierten, y manipulan la acción permisiva de esas mismas instituciones.
"Todas las culturas deben tener, pues, disposiciones estructurales para resolver los conflictos de intereses de un modo ordenado e impedir que desemboquen en confrontaciones perturbadoras." (Marvin Harris, Antropología Cultural.)
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