Por Arnoldo Fernández Verdecia.
¡Escarceo en el patio, mucho el escarceo! Dormía la siesta y lo sentí. Así que salí disparado de la cama y allí esta mangosta intentando llevarse a mi gallina más grande, la coqui, ella hizo lo que pudo, no se dejó vencer, entonces sin que la mangosta pudiera verme me acerqué y le asesté un golpe en la cabeza, otro y otro... La coqui huyó. El resto de las gallina mantuvo el escarceo, toda la tarde duró el escarceo y una parte de la noche estuvieron así. Nunca antes habían visto el miedo, nunca. Fue tan golosa la mangosta que vino por la más grande, no imaginó que en mi patio moriría. ¡Qué mala impresión su cuerpo! ¡Debía tener unas tres o cuatro libras! ¡Dientes afilados! Ahora las gallinas miran a lo lejos, mientras el gallo, sobre una piedra, vigila el horizonte.
📷 de ayer por la tarde.
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