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martes, 1 de mayo de 2018

¿Por qué el cubano festeja el 1 de Mayo?




Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

En medio de la festividad obrera, la mayor del hemisferio occidental, alguien dice, “es pan y circo; la mente dormida. La cintura despierta;  ¿qué se puede esperar de un pueblo donde los plebeyos mandan?” Bueno, quizás algunas cosas, como estar todo el día en la calle, compartir junto a amigos, familia, tomar abundante cerveza cruda; bailar al compás de grupos tradicionales como “Los Sonoros” de Cruce de Lajas y sentir que suenan bien. Recorrer el pueblo, arriba, abajo; detenerse ante las frituras de maíz tierno, comerlas a pesar de lo caras y pequeñas;  el batido de coco;  las carpas exuberantes de comida;  las cervezas de lata mostrándose sudadas;  el lechón asado con su cuero bronco estallando ante las llamas, el olor tomando la nariz, volviendo loco al estómago;  las pizzas, los espaguetis, las paletas, los bocaditos...  El pueblo parece estar en carnaval.  Los bloques obreros desfilan con los primeros rayos de sol; cada uno tiene sus iniciativas, de alguna manera emulan por ver cual es el mejor; pronuncian consignas;  luego rompen las áreas bailables, la Plaza del Ferrocarril, Avenida Camilo Cienfuegos, Avenida Rabí, la Plaza Orlando Pantoja, la Casa del Joven Creador;  La Pista y sus reguetones enjaulados, la muchachada allí, dando cintura, cintura; así disfrutan, viven, ven pasar el tiempo.  El olor a cebada  y orine señorea.  Los cuerpos esparcen sudores con tufo a monte. Todo el dinerito a la fiesta, “mañana veremos”, es la filosofía; así piensa el obrero, el campesino, el maestro, el soldado, el policía… Muy pocos cocinan en casa. Comer en la calle para darle descanso a la mujer. Casi nadie sigue el acto en vivo de la Habana, Santiago, -lo verán diferido-, porque hoy es fiesta, pachanga, gozadera;  nada de estar muy serio; un rato consignas, después la gravedad del asunto baja; la vida se vuelve jolgorio sabroso. Hoy es hoy, mañana todavía no llega.  Si Jorge Mañach o Roque Garrigó vieran un 1 de mayo en el socialismo tropical tendrían que  volver  a caracterizar al cubano; pues algo si es verdad, la gente no desfila aquí para ir contra el Estado, el gobierno, el Partido Comunista; aquí la gente lo hace para mostrarse  comprometido; adherido a todo eso, sin darle mucho coco;  parece inexplicable, pero algo tiene el pueblo claro, más vale vivir en paz, que en un país donde reine la anarquía.  Dice un mulato de voz grave: “eso lo agradece to el mundo, pues hasta los viejecillos que pican los 100, sí tienen salud, refrescan con lagartijas y se bañan en sones criollos al compás de esa pachanga que trajo Fidel Castro el 1 de enero de 1959, y que Ramón Grau quería ver en lo que pararía. Todavía hoy la orquesta sigue tocando el son, creo ya, el más largo del mundo. Los 60 están al cantío de un gallo y que viva el 1 de Mayo”, gritó, empinando el jarro con aquella cerveza rojiza, tan sabrosa al paladar obrero.


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