Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
En una conversación con un poeta cercano me decía que la poesía no podía imaginarse antitexto, antilírica, pero no pudo eludir nombres como los del chileno Nicanor Parra, autor del famoso “Manifiesto”, y el del cubano Virgilio Piñera, éste último, por su emblemático “La gran puta”. Sobre Piñera y su recepción en uno de los poetas contemporáneos de Santiago, Oscar Cruz, aquí en Cuba, me detendré, para llamar la atención en torno a la “poesía lírica, pero sin fuerza”, y la “poesía antilírica, pero con fuerza”.
En Virgilio fue una obsesión el “poeta ocasional” y el “poeta concentrado”. Él se nombra entre los primeros; no quiso echar su suerte con los segundos, entre los que sobresalían la generación de Espuela de Plata y Orígenes, que pudiera arriesgarse el criterio de considerarlos “profesionales de la poesía”, independientemente de que tuvieran que hacer otros trabajos para asegurar la sobrevivencia. Sin embargo, creían en la profesionalización del poeta, e incluso consideraban que debían vivir en correspondencia con la calidad de su producción literaria. Piñera no se sentía un “profesional de la poesía”, por eso se aísla en un antilirísmo iconoclasta, antirretórico, ante lo que él llama “postura de la momia”, o “estuche vacío”.
Llama a la “poesía lírica sin fuerza”, cultivada por los “poetas profesionales” agrupados en torno a Lezama, “delicuescente marbete de morceaus choisis con que se adornan las culturas, cuando, habiendo cumplido su fase dinámica entran a esa elegante pero estéril postura de la momia”. (1) Es curioso que este Icaro de la versificación cubana asuma una postura crítica ante los poetas de su tiempo, e intente echar leña sobre el fuego, donde se cocían los mejores poemas de aquellos tiempos. Algunas interrogantes saltan a la vista, desde la postura virgiliana, ante la lírica de alta factura: ¿Quiénes leen textos encapsulados en un elitismo estético? ¿Puede esa poesía salirse de los moldes de la ciudad, como espacio espiritual, y dialogar con el conjunto de la nación? Por supuesto que Piñera tiene algunas respuestas. Reconoce en ella “méritos indiscutibles”, pero: “Lo que funcionaba hace un lustro con Espuela de Plata hoy sería letra muerta…” (2) “…fuimos a dar, en cambio, en el peligroso mecanicismo de la funda vacía, del estuche desolado”. (3)
El aliento piñeriano, señalado hasta aquí, lo respiran, en Santiago de Cuba hoy, poetas a los que llamé recientemente “Generación Herética” y los caractericé como sigue:
“Las nuevas voces surgidas en el ámbito universitario de Oriente expresan esas disonancias con los Clásicos santiagueros (Reinaldo García, Teresa Melo, León Estrada). Oscar Cruz, en términos jerárquicos, se presenta como su líder apolíneo, a pesar de negar el andamiaje de estereotipos exhibidos por los Yansy Sánchez, Rainer, Gizeh Portuondo, Erika Castellanos, Rodolfo Tamayo, Ramón Muñiz, Daniel Liens, y Reinier Rodríguez, que agreden la calidad de la palabra y en alguna medida retoman la poesía testimonial, donde hablan homosexuales, lesbianas, putas, en fin, seres periféricos apartados de la ciudad ilustrada. El carnaval llega a grados inverosímiles con ellos, pues asumen vivencias, inspiración, escribir y leer, como procesos complementados mutuamente. Las poses representan la banalidad de los sujetos líricos. La palabra y sus significados agresivos, contestarios, adquieren carta de presentación y se vuelven normales en cada acto. Con ellos la poesía sale de lo íntimo y se instala en lo público, dialoga con la masa humana, no acostumbrada a escuchar lo trivial y la obscenidad como poesía”. (4)
El Virgilio Piñera de La gran puta parece haber reencarnado en su líder apolíneo, Oscar Cruz (5). Éste último se alimenta de un imaginario telúrico para la poesía cubana (Espuela de Plata, Orígenes, Poeta y Ciclón). Al soplar esas cenizas, logra hacer un fuego que ya cobra víctimas en el escenario poético del oriente cubano. Todo el que no entre por ese “ojo”, está fuera del juego. Se ha convertido en una especie de “caudillo”. Escribir como ese “ojo” y asumir la necesidad de diálogo con el “hombre masa”, anulado por las miserias espirituales y materiales, de una época en crisis, debe estar presente, de lo contrario, a cantar a otro “gallinero”. Con esa carta de presentación, Cruz sale al mapa nacional, y muestra disonancias con las generaciones que le precedieron:
“…cuando uno se encuentra en la ferias o en los eventos que a ratos se dan a lo largo y ancho del país a ciertos panelistas trasnochados, con una nostalgia insuperable por lo que fue la literatura cubana de los ochenta y los setenta y qué sé yo; cuando uno escucha ciertas lecturas de los maestros y sospecha que éstas cosas ocurren por el bien de nuestra literatura; cuando uno descubre que todo esto pertenece al mismo engranaje, a la misma salsa; uno se pregunta: cómo no ser radical con esa masamba, cómo no hacer tabula rasa de todo eso y decir: paren esto que me voy a pie…….hasta Santiago a pie…….hasta Santiago pie”. (6)
Similar postura, a la asumida por Piñera, con la generación de Espuela de Plata y Orígenes, desde Poeta y Ciclón, parece reeditarse en Oscar Cruz. Según la clasificación piñeriana: ¿en cuáles de las tipificaciones entraría este joven santiaguero? Arriesgo un criterio, puede o no ser compartido. Pertenece a la “poesía antilírica con fuerza”. ¿Cómo lo fundamento? Cruz ha dicho, en entrevista reciente, y con sus palabras creo que sobran los argumentos, aunque aventuraré algunos:
“Estoy bastante cansado de los buenos poetas y narradores aburridos que andan llorando de texto en texto, ya sea por el país, por la madre, por la mujercita o el hombrecito que se les fue. Los libros en los estantes dan fe de lo que digo. No hay quien meta el diente en esa carne. La gente necesita que los poetas, los narradores, los que se atreven a poner algo por escrito, pongan las palabras a funcionar, que les pongan la cabeza mala, que les muevan los hilos, pero sé que esto no es tan sencillo. Primero, no veo ahora mismo a un grupo significativo de autores con esa voluntad, y en caso de que existieran, sus libros no llegarían muy fáciles a los estantes de las librerías. Tendrían que ceder paso a la literatura sin nervios, sin ton ni son, cosmética desde la letra inicial mayúscula hasta el punto final, bien correctica, y educada en el uso y el desuso de la lengua castellana" (7)
Ante una postura tan radical, me veo obligado a recurrir a Piñera nuevamente, pues aprecio su aliento subterráneo cuando interroga, con palabras cargadas de “talento amargo”, a las letras cubanas: “… ¿qué son y qué altura han alcanzado las letras cubanas de hoy? Habrá que reconocer con toda objetividad que no pasan del plano de lo retórico bien resuelto, de lo mimético mejor estructurado”. (8)
La Generación Herética, y su líder espiritual, se siente llamada a encarnar esa voluntad de cambio ante lo “cosmético”, lo “correctico”, en fin, la “literatura sin nervios” que parece haber asumido la “postura de la momia”, o el “estuche vacío”, -sugeridos por Piñera al oído de estos “disidentes de la poesía”-, de este “disidente de la poesía”, reiteradas una y otra vez, como un círculo vicioso, luego de dejar atrás períodos vitales que, en momentos determinados, la hicieron pujante en Cuba, y muy particularmente en Santiago. Entonces, -los heréticos-, “el herético”, en una arriesgada operación quirúrgica, se lanzan sobre el lenguaje y dan cuerpo a lo que un docto llamaría, “antipoesía”, o “antilirismo”, pues no les interesa tanto el verso altamente elaborado, sí la construcción de imágenes agresivas, contestarias ante la palabra sagradamente preservada por el orden poético reinante. Les, (le), interesa vehicular el imaginario de un país traumatizado en sus cimientos morales; usar la “poesía” como mediación de ese proceso. Por eso va siendo normal que sus peñas atraigan a mucha gente, interesada en la imagen del espejo, de los espejos subterráneos, donde lo sagrado es bajado de los pedestales que no significan nada para el “hombre masa”, y los fundamentos del texto son encontrados en miradas iconoclastas, antirretóricas, y yo diría que hasta provocadoras, pues captan lo mediato del espacio urbano, en una especie de crónica anticipada de lo histórico, y congelan todo lo que la memoria olvida, o sencillamente, otros géneros literarios tardan en visualizar. Nunca nadie en Santiago de Cuba había arriesgado tanto. Yo diría que estamos en presencia de una “poesía que huye de los caminos ilustrados del arte por el arte”, y concentra la fuerza de una polis –en el sentido griego-, uso el término, incapaz de expresarse a través de las normas cultas de la lengua, y de los caminos trillados, recorridos tantas veces en las últimas promociones de la poesía cubana. Oscar Cruz tiene plena conciencia del personaje que interpreta, sus herejías ante la “funda vacía” nos hacen evocar sus versos de Pájaros de Manduley: “me pregunto si ese es el pago que merecen los poetas, / cuando ya no tienen nada que decir”. (9)
Notas
1. Ver carta a Editores de Orígenes, La Habana, 19 de mayo de 1944, en Virgilio Piñera de vuelta y vuelta, Ediciones Unión, 2011, p. 62.
2. Ibíd., p. 62
3. Ibíd.., p.62
4. Ver Anatomía de la poesía joven escrita desde Santiago: ¿Carnaval? ¿Espectáculo? o ¿Chancleteo?, recogido en el libro de ensayos: Límites y circunstancias (inédito), p. 140.
5. Ver sus libros Los malos inquilinos, Ediciones Unión, La Habana, 2007 y Las posesiones, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2009.
6. Ver entrevista: Yansy Sánchez: Hasta Santiago a pie en confidencias con Oscar Cruz; tomada del portal de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) http://www.ahs.cu/secciones-principales/entrenos/contenido/hasta_santiago_a_pie.html
7. Yansy Sánchez, entrevista citada.
8. (Carta a Editores de Orígenes, La Habana, 19 de mayo de 1944, en Virgilio Piñera de vuelta y vuelta, Ediciones Unión, 2011, p. 62.
9. Ver Oscar Cruz: Pájaros de Manduley, en La Noria, No. 3, Santiago de Cuba, 2011, p.14.
Jamás dejará de cumplir función estética la poética que aborda los cambios de ética en que tienen que SUFRIR los poetas, más cuando esos fenómenos entran en todos los ámbitos del sentir humano, desde el desamor a la procreación en el amor, hasta la evación de la toma de partido en la evolución social.
ResponderEliminarLas formas tienen que cambiar, por ser el contenedor de esas vivencias que se dan en las múltiples aristas que dan el todo que es el ser humano vivo y activo.
Se repiten las necesidades, pero, a niveles superiores, las situaciones hamléticas del "SER O NO SER", del hacer "DENTRO DE LA REVOLUCIÓN TODO, CONTRA LA REVOLUCIÓN NADA", por ser la Revolución ese cambio profundo y radical que dispara a la realidad a niveles superiores del desarrollo, en lo material y lo espiritual.
La poesía ¡TIENE! que penetrar en las actitudes.
Y donde hayan fealdades, falta la poesía, porque la belleza es poesía, aunque toque temas feos.
Solo puede estar vacía la funda, cuando el machete mambí está desbrozando el camino para una Cuba nueva.
aziJamás dejará de cumplir función estética la poética que aborda los cambios de ética en que tienen que SUFRIR los poetas, más cuando esos fenómenos entran en todos los ámbitos del sentir humano, desde el desamor a la procreación en el amor, hasta la evación de la toma de partido en la evolución social.
ResponderEliminarLas formas tienen que cambiar, por ser el contenedor de esas vivencias que se dan en las múltiples aristas que dan el todo que es el ser humano vivo y activo.
Se repiten las necesidades, pero, a niveles superiores, las situaciones hamléticas del "SER O NO SER", del hacer "DENTRO DE LA REVOLUCIÓN TODO, CONTRA LA REVOLUCIÓN NADA", por ser la Revolución ese cambio profundo y radical que dispara a la realidad a niveles superiores del desarrollo, en lo material y lo espiritual.
La poesía ¡TIENE! que penetrar en las actitudes.
Y donde hayan fealdades, falta la poesía, porque la belleza es poesía, aunque toque temas feos.
Solo puede estar vacía la funda, cuando el machete mambí está desbrozando el camino para una Cuba nueva.
Así fui, así viví, así soñé. Pasé el trance.
ResponderEliminar