viernes, 5 de abril de 2013

El Día de los Pioneros me llevó a la escuelita de mi infancia

Hacía treinta años que no volvía a mi escuelita. El Día de los Pioneros me llevó a ella.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

Hace algunos años soñaba regresar a la que fuera mi escuelita primaria, aquella que nos hizo la revolución, hace más de tres décadas, en mi pueblo natal, Cruce de Anacahuita, a unos cuatro kilómetros de la cabecera municipal, Contramaestre.

La posibilidad llegó con la celebración del Día de los Pioneros este 4 de abril. Allí sigue mi escuelita, pero con la huella del tiempo sobre sus espaldas. Busqué el árbol de tamarindo, el pozo para regar el huerto una vez a la semana, pero no estaban.  Habían nuevas casas a su alrededor y una cerca delimitaba el espacio. En el interior, unos 46 niños y niñas sonreían. Nos daban la bienvenida y por un momento regresé al infante vestido de uniforme, que una vez estuvo en aquellas aulas y cantó el Himno Nacional por vez primera, y le gustaban mucho los libros de lectura, la vida política de mi patria y los relatos de Historia de Cuba. Recordé a mis maestros y maestras y no pude evitar una lágrima.

Hacía treinta años que no volvía a mi escuelita. El Día de los Pioneros me llevó a ella y me devolvió el recuerdo del almuerzo una vez a la semana a mi maestro; la forma en que aprendí a multiplicar, dividir, restar y sumar; la ceremonia para recibir la pañoleta, el día que aprendí a leer y escribir. Regresé en el tiempo  y me vi escritor, periodista, maestro. Muchos niños se reían de mí, por las fantasías que construía, algunos creían en una locura transitoria; la vida se encargaría, según ellos, de hacerme poner los pies en la tierra.

Un día salí de aquella escuelita cargado de sueños y me fui al mundo; atrás quedaron juegos, adivinanzas, y una imaginación pintada con las asignaturas que definirían mi vocación profesional: lecturas literarias e historia antigua.

Hoy regresé a mi escuela, mejor, a mi escuelita. No olvidé su nombre: Domingo Portela. No  olvidé a mis maestros, a mis compañeros de estudio, casualmente, allí estaba Irma Sánchez Mora, que con una sonrisa dijo: “Me he reencontrado con un viejo compañero. Recuerdas cuando iniciamos primer grado, al ser  creada esta escuela”. Hoy, su niño, Roberto Mondelo Sánchez, cursa segundo, y recorre el mismo camino que todos los días llevaba a su madre a nuestra escuelita. Yo me fui al mundo, Irma sigue allí, ahora de la mano de su hijo. 

 
Este 4 de abril he sido feliz, muy feliz. Los sueños de otros niños se encontraron conmigo. Sembré mis libros en sus memorias. Hablé de mis días en aquellas aulas. Junto a mí estaban los escritores Eduard Encina y Ernesto Andrés de la Fe. Leímos para ellos, para ellas. Nos tomamos fotos. Degustamos los dulces caseros nacidos en el corazón de sus madres. El mayor premio que recibimos fueron sus sueños de ser un día, médicos, artistas, profesores, o una bailarina española que tuvo la gentileza de obsequiarme su arte.  Al partir, nos hicimos una foto colectiva. Atrás quedaron manos tendidas, vuelvan nuevamente, y unos niños y niñas que no han perdido los sueños, porque los tienen todavía. 


INVITACIÓN: No dejen de apreciar esta galería de fotos con momentos inolvidables vividos con niños, niñas y maestros de la que fuera mi escuelita.  

A mi espalda el aula donde aprendí las primeras letras y números.
Niña en actitud de reflexión ante las propuestas literarias que llevamos.
Niños con la mirada en el horizonte.
Niña en abierta actitud  picarezca.
Niña con la mirada en el futuro.
La sonrisa de un niño vale más que toda la riqueza del mundo.
Niña  nos da la bienvenida oficialmente.
Niña nos regala pensamientos de José Martí.
Momento de sueños futuros.
Momentos de sueños futuros.
Momentos de sueños futuros.
Momentos de sueños futuros.
Momentos de sueños futuros.
Momentos de sueños futuros.
Momento de sueños.
Momento de sueños.
Momento de sueños.
La despedida.

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