jueves, 19 de septiembre de 2013

Dos encuentros memorables con Mario Benedetti*

Siempre daré  “Gracias por el fuego” al hombre que, con su narrativa me enseñó el alma de los “Montevideanos”
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu 

La muerte del autor de Gracias por el fuego  sorprendió a los cenáculos literarios. Nadie esperaba una  noticia tan prominente como esa. El destino se llevó el espíritu que concibió a los “Montevideanos”, los “Poemas de la oficina”, “El país de la cola de paja”, “La tregua”, “La muerte y otras sorpresas” y  “Cuaderno cubano”, por sólo citar algunas de las más leídas en Cuba.

En una ciudad,  de apenas 97 años, un hombre conserva en su memoria dos singulares encuentros con Mario Benedetti en la década de 1960. Su nombre: Orlando Concepción Pérez. Sobre los pormenores ocurridos en los mismos, conversamos con él.


Arnoldo Fernández Verdecia (AFV) ¿En qué circunstancias conoció a Mario Benedetti?
Orlando Concepción Pérez (OCP). Conocí a Benedetti en 1967, el mismo año en que él asumió la dirección del Centro de Investigaciones Literarias en Casa de las Américas. Fue una noche sin igual en Santiago de Cuba. Sesionaba una especie de taller literario. Un cuento mío, “La palabra órdenes”, resultó triturado por un grupito de los existentes, en esa ciudad, aficionados a la mordacidad. Después de leer, me uní a un cuarteto de figuras de la literatura, que hacían más placentera la presencia en aquel edificio en cuya entrada se alzaba majestuosa una mata de framboyán.

Allí estaba como cercano observador José Soler Puig, acompañado a su derecha, por Mario Benedetti, y a su izquierda por Rafael Soler Martínez y Luis Díaz Oduardo. Con modestia me acerqué hasta situarme al lado de Benedetti. Extendí mi mano saludadora desde Benedetti hasta Luis. Aspiro a leer “Montevideanos”, dije al célebre uruguayo. “¿podrás?”, sólo dijo.

Se acercó uno de los críticos mordaces. “Te hicieron leña”. Lo miré a los ojos, lo que él no había hecho, y respondí con serenidad: “A mí no, al cuento”.

AFV. ¿Y qué hizo Benedetti ante unas palabras tan inoportunas?
OCP. La carcajada de Benedetti recibió el coro de tres escritores de ocasión. Finalizado el ritual de los comentarios aprobatorios, escuché el consejo de Benedetti: “Seguí escribiendo. Vos sos un cuentista”. Aquellas palabras en su voz las recibí como un estímulo, sin la más mínima cuota de engreimiento.

AFV. ¿Hubo otra posibilidad de acercamiento?

OCP. Una hora después, coincidimos en la librería “Renacimiento”. Allí estaba a la venta la primera edición cubana de “Montevideanos”. Compré dos ejemplares. Dedicó el mío, muy amable. Le pedí dedicara el otro a un amigo: “Chile” Morín. Me miró extrañado. “¿Chile, el país?”. Le aclaré se trataba de un gran afecto, intelectual de mi pueblo, a quien llamábamos así.

AFV. ¿Se encontró con Benedetti años después?
 

OCP. En octubre de 1968, dos de mis cuentos recibieron primero y segundo premio en el Concurso 26 de Julio, auspiciado por el Consejo Nacional de Cultura. En el programa de visitas, los premiados fuimos a Casa de las Américas. ¡Grata sorpresa! Nos recibió Mario Benedetti. Recuerdo su sonrisa y abrazo atento. Su alegría no disimulada. “Vamos a ver a Haydeé. Le conté la anécdota de tu cuento. Quiero que la escuche de ti”. Conocer y saludar a Haydeé Santamaría fue un honor no programado. Cuando repetí: “A mi no, al cuento”, se rió como yo no imaginé que se reiría la hermana de Abel, la novia de Boris, la heroína del Moncada.

AFV. ¿Qué valoración hizo Haydeé Santamaría de su cuento Desilusión?

OCP. Hablé con Haydeé sobre mi cuento “Desilusión”, que escribí con el tema del torturador de Abel. Me habían dicho que no debía ser publicado. Lastimaría a Haydeé. Fue el ganador del primer premio. Ella quiso leerlo. “Si puedes, publícalo. ¡Está bellísimo!”. Me conmovió su elogio.

AFV. ¿Qué significación tienen para Concepción los dos  encuentros con Benedetti?

OCP. En mi memoria está sembrado Mario Benedetti. Aquellas palabras, quizás con el sólo ánimo de estimular a un escritor novel (no tan novel), resuenan en mis oídos: “Seguí escribiendo. Vos sos un cuentista”.

Siempre daré  “Gracias por el fuego” al hombre que, con su narrativa me enseñó el alma de los “Montevideanos” y con su poesía, me hizo orar como un creyente, por su “Padre Nuestro Latinoamericano”.

 
Mayo 2009

 
*Publicada en mi libro Orlando Concepción tierra dentro, Ediciones Santiago, Cuba, 2013, pp. 17-19

1 comentario:

  1. Isabel Suarez: hola arnoldo si muy bueno fue el y dejo sembrado muchas cosas en nuestros corazones cuando yo era adolescente por la ujc siempre tenia encuentros con el en circulos literarios y comentarios muy bueno muy bueno luego fue mi cliente en la farmacia y aunque no fuera a comprar siempre llegaba a saludarnor siempre que le hicieras una pregunta ahi estaba el y te dedicaba tu tienpo le doy muchas gracias todavia pues fue un guia para mi hija en los trabajos de la escuela junto a su nieta las dos estaban een la misma aula y hacian concursos de jose marti asi conserve al afecto con su familia hoy descanse en paz concepcion y nosotros no lo olvidaremos

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