Por Miguel Luna. caracoldeagua@cultstgo.cult.cu
Mi padre era rotulista, por eso andaba siempre con una maleta de cuero cargada de pinturas y pinceles. Muchas personas contrataron sus servicios en Mulgavia, por eso se convirtió en un personaje popular. Nunca faltaron buenos libros en su instrucción. En la noche lo veía leer hasta bien tarde, creo que heredé ese hábito.
Un día encontré la mencionada maleta, papá la había dejado en su cuarto. Movido por la curiosidad la abrí y había un libro rojo, muy extraño, con letras negras. Unos eslabones rotos me sugestionaron a llevármelo a un lugar donde pudiera hojearlo y leerlo tranquilo.
Al regresar de su trabajo, el viejo vio el libro sobre la mesita de mi habitación, lo recogió alarmado y preguntó si lo había leído, confesé que solo unas páginas. Se ruborizó y cargó con él hasta el patio, donde hizo una fogata y las llamas se encargaron de borrar la memoria de una obra; según papá, espantosa; podía traerme problemas en el futuro.
Adolescente al fin, grabé el nombre: La cadena se rompió. Papá murió sin darme razones de aquella quema. Hoy me arrepiento de no haberlo leído completo, tal vez tuviera argumentos para explicarme muchas de las cosas que ocurrieron en un mundo, ya ido, del que abuelo hablaba con mucho temor.
*País creado por el escritor Abel Prieto en su libro Viajes de Miguel Luna.
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