Por Ricardo M Del Toro Tamayo
Generosamente me reta el autor, baja; desde su grandeza desciende
a la humildad deficiente de mi pluma.
Pedirme que escriba una nota de presentación de su obra es darme licencia para
una tarea difícil; es soltarme al ruedo sin muleta, sin capote, banderillas ni
espada, a merced de un toro hermoso y bravo…que nunca convertido en buey será.
Pero la admiración y la fraternidad obligan; los invito a
leer historias y pensamientos de un escritor, periodista, poeta, y yo me atrevo
a llamarlo filósofo. De un hombre recio y noble
a quien a veces reconozco una
imagen de la sanidad de un niño o adolescente, moldeado y horneado en un
admirable hogar por sus adorables padres: Enma que ya partió y Sulpicio, centenario
roble que con su siglo a cuesta continúa ofreciendo luz al mundo.
Yo honrado, que caminé las vías y trillos que él anda,
que crecí respirando el olor a mosto que en la brisa viaja en tiempo de
molienda desde el central América; que recorrí con mis pies descalzos enlodados
senderos transitados por él, recibo su palabra elocuente, suave y reposada y te la ofrezco lector, no la pierdas, no
siempre tenemos la oportunidad de asomarnos a la virtud, no es fácil penetrar
una puerta franca que nos conduzca a ella. ¡Es tuya ábrela!
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