Una
vez Antonio Maceo en la radio nos unió en la amistad; después vino su estupenda caligrafía; esa acentuación impecable. Recuerdo el sueño
del “Proyecto Mogote”, hechura suya, en aquellas tardes memorables de su antigua casa del Reparto Frank País,
aquí en Contramaestre, oriente de Cuba.
Junto
a él vivimos los procesos más complejos hasta que fue
destronado por un dictadorcillo local; muchos
llegamos a temer hasta por su vida. Recuerdo las veces que fui a toda carrera
porque no tenía noticias suyas y su esposa temía un suicidio traumático. Llegó
a "vanguardia nacional"; visitó países
socialistas, en fin, era de esos seres intachables.
Aquel
hombre tenía vocación por la décima, le salían con una facilidad enorme. Su
frase favorita “Dime infeliz” nos unía en licores que libábamos en la noche, cuando
uno de nosotros cumplía años y él ofrecía su casa, porque no teníamos techo para
congregarnos.
Un
día mi amigo empezó a tener criterios demasiado lúcidos y se habló de
promociones estelares, proceso no tolerado por el dictadorcillo local que
apodamos “el Cuate”; así llegó la caída;
mi amigo dejó de ser tan bueno; los falsos lo abandonaron; incluso los
análisis de su personalidad cobraron tintes delirantes; en otras palabras, lo obligaron a irse del
país que más amaba en el mundo. Lo hicieron dejar atrás sus palmas, el olor del
café loma arriba, los rumores de barrios de provincias y aquellas conversaciones interminables en su
casa.
Una
mañana salí a despedirlo; lo abracé
fuerte, muy fuerte; entre sus cosas
llevaba “Lo cubano en la poesía” de Cintio Vitier. Lo vi perderse en un Moscovich blanco por la Carretera Central de Cuba. Se fue en unos “ojos
verticales”, “unas manos negras”, un cuento de Trujillo; pero nunca dejó ser una buena persona. Por un
egoísmo mío, nuestra amistad se enfrió,
quise me trajera de vuelta a Cintio y él, muy molesto, en un sobre de
manila lo puso ante mis ojos un día y
dijo palabras duras, muy duras. Yo tuve la culpa. A los amigos de verdad se le
regalan los libros, es una máxima que nunca olvidaré. Lo otro es ciencia
ficción.
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