Mi padre falleció el 10 de enero de 2020. |
Por Arnoldo Fernández
Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Asomas
cuando menos lo imagino, veo tu sonrisa bajo la guásima, los cafetos, los
limoneros; aún tus olores en el cuarto, tus cosas, tu música, tus memorias, los
periódicos que leías.
Te
veo en cada mañana apurando la taza de café para ir a cuidar a padre viejo, o en
la tarde el andar cansado, luego de los recorridos por calles, avenidas y casas,
donde hiciste nidos de alegría.
Nuestra
última conversación versó sobre una vieja escalera, cuidarla para que durara; un apretón de manos; luego
verte en el bolso al hombro, las grandes botas, la delgadez quijotezca.
Todavía
recuerdo tus ojos tiernos apurando una sopa de pato, porque te ibas a una
fiesta con esa familia nueva que creías tener. Me acuerdo de las empanadillas
que nunca comiste, porque un asado de puerco era mejor.
Tus
espejuelos siguen en el mismo lugar; no aceptan una partida inesperada,
dolorosa; sin saber cuáles fueron tus últimas palabras en la casa del padre
viejo, aquella noche del 8 de enero de 2020.
Algunas
personas cuentan lo sucedido durante el día, -miércoles-; el coroto, el alboroto
en cada full, las manos en alto, los ojos prendidos de emoción, el jugo de
piña, el bocadito sabroso.
Por
eso no comprendo esos pasos tuyos en la agonía final hasta el abuelo, cuando
debieron cuidar el oxígeno de tu cerebro: ¿por qué no llegó a tiempo el jugo de
limón, o el de naranja agria, el Captopril bajo la lengua?
La
soledad de tus últimos minutos es un enigma. Alguien me habló de palabras
ásperas, ofensas enfebrecidas por el licor; pensé en la justicia, hacerla con
mis propias manos, pero no te traeré de vuelta, no serás más el hombre bajo el
árbol comiendo mangos, cerezas, o un trozo de pan con café, o el bailador
admirado por sus amigos, o el abuelo amoroso que cada tarde recogía a su nieta
y en sus brazos rendía honores al amor.
Algunos
me creen loco porque aún te veo llegar cada tarde, en la noche, la mañana, al
mediodía; poner la radio, leer ese texto arrugado que guardaste en un
cofrecillo con una foto de tus hijos y un título que mereciste siempre: MEJOR
PADRE DEL MUNDO.
Ahora
me toca sobrevivir, hasta encontrarnos de nuevo.
Supe tarde de su fallecimiento..., y me consternó.Fernández....!!!,así nos dirigíamos a él,los que compartímos, muchas veces exhaustos e inconformes,las casi siempre ,dilatadas,"cansonas"- y hasta impositivas- sesiones de trabajo(con directores de escuelas)en la instancia municipal de nuestro organismo, por aquellos recios años...
ResponderEliminarLo recordaré "hombre","amigo" y "compañero" de atributos profesionales y personales muy peculiares...., más bien excepcionales...
Lo admiré..., por su sabiduría y su capacidad para generar en todos nosotros, posturas ecuánimes en momentos turbulentos...
Del látigo.., el cascabel siempre empleo para convencernos a los que concretábamos, en la base, junto a profesores,las políticas ( acertadas o no)....
Fernández nos inspiraba, a todos, respeto y empatía a la vez, cosa rara en esos ámbitos...y hasta fungió como cómplice en ocasionales travesuras profesionales...
Amigo, compañero....,laborioso,bonachón y humilde ser....!!!
E.P.D.