Mostrando entradas con la etiqueta casa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta casa. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de mayo de 2023

SEGURIDAD CIUDADANA


Por Arnoldo Fernández Verdecia. 

Nos creíamos seguros dentro de casa, en la calle, en cualquier lugar de este país. Era una conquista que parecía lograda, sin embargo, en los años recientes, una oleada de robos, asesinatos, estafas...,  hace añicos la tranquilidad ciudadana y pone en peligro el mas importante de los derechos, el de la vida.

Lo sucedido en Matanzas llega profundo, duele, molesta, sentimos que la justicia es demasiado corta para juzgar el delito. Un niño, una mujer, un hombre, la clásica familia atacada por lo más oscuro. Quitarles la vida. No hay perdón, ni en el cielo, ni en la tierra,  para un hecho así. 

Pensar que un día te levantas y están ahí, no puedes defenderte con energía, porque luego la ley te sanciona; en esos segundos de duda, te matan y se llevan lo que con esfuerzo compraste o te legaron tús ancestros. Pensar que un día sales de casa y al regreso, al abrir la puerta, la muerte puede esperarte escondida en lo que siempre creíste tu mejor refugio. Pensar que un día, por necesidad, debes viajar y al regreso encuentras la casa saqueada y nadie vio, ni sintió nada. Pensar que por un teléfono, una motorina, un auto,  cualquier cosa de valor, alguien puede asesinarte, para luego lucrar con ellas.  

País mío, país, vas cuesta abajo, la tormenta no cesa. Urge devolver la decencia al cuerpo social, urge que la justicia no tenga bando, urge que tengamos seguridad al cerrar los ojos  cada noche, urge que la burocracia y sus cómplices sean identificados, condenados, porque hasta para comprar un sello de correos uno pasa trabajo. Urge que la seguridad ciudadana no se vulnere más por tanta gente villana que ha florecido como mala hierba.

jueves, 20 de octubre de 2022

SABOTEA MI CASA UN ENCAPUCHADO


Por Arnoldo Fernández Verdecia
 

Lo increíble sucedió hace unos minutos; tengo el sueño muy liviano,  por esa razón a las 3 y 35 de la madrugada un terrible olor puso en alerta mi olfato, salí de la cama a la velocidad de un rayo, desde las persianas pude ver a un encapuchado correr, perderse en el oscuro barranco que da al río Contramaestre.

En el piso de la sala numerosas gotas de un olor terrible, regué serrín, pero mi instinto me orientó abrir la puerta, al hacerlo, el piso del corredor, la puerta misma y la reja vilmente saboteadas con mierda.

Recordé que ese es el recurso principal de los cobardes, incapaces de actuar de frente y dialogar cuando existen problemas que duelen a todos y es deber criticarlos con honestidad.

Agarré el machete mambí de mi abuelo y un trabuco de anoncillo,  y mientras limpiaba,  pasó en varias ocasiones un motor con las luces apagadas por la manzana cercana a mi casa.

Montaré guardia extrema en lo adelante y al que coja, sea mandado por quien sea, el machete de mi abuelo está bien despalmadito esperándolo, lo blandiré a diestra y siniestra con la fuerza de un Antonio Maceo.

Así anda este pueblo, el de Martí, Virgilio Piñera, Lezama Lima...,  así anda Contramaestre en el Día de la Cultura Nacional. 

Nunca  en mi vida he violado las leyes, siempre he sido un ciudadano de bien que se expresa y comporta según los valores en los que cree. ¿Por qué tamaña afrenta?

A ese encapuchado que recibió órdenes o fue pagado por alguien para amedrentarme, un aforismo bien claro: "-Siempre hay un ojo que te ve y hablará".

lunes, 2 de agosto de 2021

Retorno




Por Arnoldo Fernández Verdecia

Una mañana de agosto de 1989 un joven salió de su casa. Atrás quedaron sus abuelos, su perro, sus colores, el trino del sinsonte, el vuelo del zunzún, el sabor de la papelina, la naranja, la mandarina, el canto del gallo al amanecer y el olor a café recién colado.

Llegó a un lugar donde le enseñaron a pensar, a creer, a elevarse. Algunos profesores despertaron en él la pasión por las humanidades y se volvió un filántropo. Juró que nunca sería esclavo, ni le rendiría culto a hombrecillos dueños de verdades absolutas.   

Un día de 1995 salió de aquel lugar y viajó a un lugar llamado el 1; allí conoció el hambre, el dolor, los sueños rotos, la noche llegando. Logró salir y se fue a un sitio donde los viejos vivían de narraciones épicas. La fortuna lo acompañó y aquellos venerables ancianos lo ayudaron a seguir su camino. Llegó entonces a una funeraria y vio las muchas caras de la muerte; allí se encontró con un duendecillo que le habló del porvenir y decidió seguirlo en sus recorridos; vivió de  sus recorridos, comía lo que Dios ponía ante sus ojos; fue feliz pudiera decirse, pero un día señaló los errores del duendecillo, no lo hizo por maldad, sino para ser consecuente con lo que había aprendido en la vida; entonces el duendecillo lo expulsó de su reino y el joven que ya no era tan joven tuvo que regresar al comienzo de su viaje, pero ya no estaban sus abuelos, su perro, sus olores, sabores, el vuelo del zunzún, el canto del sinsonte.

domingo, 25 de octubre de 2020

Cuba, la noche y una abuela que muere

 

Por Arnoldo Fernández Verdecia 

La sombra  allí, detrás de la vieja, asoma ante la gente que habla con ella. La vio cuando empezó a sobarla. Había llovido todo el día y la pobre lo único que había comido era una pizza a medio palo. Uno de los brazos, el otro, el empacho no es tan grande, pero tiene más de 90 años y le dan hasta piedra molida. Primero una pierna, después la otra y se convence de que no era tal empacho, entonces la vieja se desahoga y cuenta lo inaudito. Cuando cago no me limpian el culo. Vienen, recogen la mierda en el orinal y me llaman vieja cagalitrosa; puta, desahuciá. Me dicen que cuánto deben esperar para que me muera, qué debo irme al cielo a unirme con mi hija, la que también llamaron puta, cagalitrosa y la llevaron a un salón de operaciones para que se fuera más rápido de esta cabrona vida. Pero vieja, no diga eso y escucha lo que todo el mundo en el barrio sabe. Me vendió mi casita donde crié a mis hijos. Allá se fue el mismísimo demonio; primero me dijo, abu para que no estés sola;  después para que no pases hambre abu y así se fue metiendo hasta que ya era dueña de la cocina, la máquina de coser, el frío, el televisor y lo vendió todo. Abu para que no te falte alimento, medicinas y un día me dijo  que había vendido la casa, abu para que tengas dinero para la vejez y pagues una asistente social que te cuide, abu que la cosa esta muy mala y  con dinero se consigue todo;  pero se fue pa la isla y me dejó rodando;  entonces vine a parar con la única hija buena que tenía, que apuntando bolita y alquilando cuartos, pudo darle un poco de calma a mi jodida vida; pero la alegría duró poco, mi hija empezó a cagar con sangre y qué era un bicho y qué duraría poco y en verdad había un alien allí y no había tiempo para sacarlo, entonces el demonio de la isla vino, la metió a un salón y se murió mi única hija buena. La fajazón tocó el mismo cielo, el barrio entero lo supo;  querían la plata, la casa, todo, pero a mí, ninguno; hasta enterraron a mi hija en tierra para no pagar nada. El empacho se ha ido vieja, dice la comadrona y ve la sombra allí, tras ella, ya no tan oculta como otras veces.  El demonio asoma y dice que la vieja no tiene nada, porque caga duro y anda estreñida hace muchos días. En los ojos de la vieja aparecen dos robustas lágrimas. Desde los taburetes ven cuando la televisión anuncia el parte metereológico, dice que las lluvias serán intensas para el occidente del país. Vieja, ya está bien. Besa una de sus manos y al cruzar la puerta, algo la hace volverse.  La sombra y la anciana son un mismo cuerpo asomado a la pared de la noche.  

lunes, 24 de febrero de 2020

Mi padre no ha muerto


Mi padre falleció el 10 de enero de 2020.
Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

Asomas cuando menos lo imagino, veo tu sonrisa bajo la guásima, los cafetos, los limoneros; aún tus olores en el cuarto, tus cosas, tu música, tus memorias, los periódicos que leías.

Te veo en cada mañana apurando la taza de café para ir a cuidar a padre viejo, o en la tarde el andar cansado, luego de los recorridos por calles, avenidas y casas, donde hiciste nidos de alegría.

Nuestra última conversación versó sobre una vieja escalera, cuidarla  para que durara; un apretón de manos; luego verte en el bolso al hombro, las grandes botas, la delgadez quijotezca.

Todavía recuerdo tus ojos tiernos apurando una sopa de pato, porque te ibas a una fiesta con esa familia nueva que creías tener. Me acuerdo de las empanadillas que nunca comiste, porque un asado de puerco era mejor.

Tus espejuelos siguen en el mismo lugar; no aceptan una partida inesperada, dolorosa; sin saber cuáles fueron tus últimas palabras en la casa del padre viejo, aquella noche del 8 de enero de 2020.

Algunas personas cuentan lo sucedido durante el día, -miércoles-; el coroto, el alboroto en cada full, las manos en alto, los ojos prendidos de emoción, el jugo de piña, el bocadito sabroso.

Por eso no comprendo esos pasos tuyos en la agonía final hasta el abuelo, cuando debieron cuidar el oxígeno de tu cerebro: ¿por qué no llegó a tiempo el jugo de limón, o el de naranja agria, el Captopril bajo la lengua?

La soledad de tus últimos minutos es un enigma. Alguien me habló de palabras ásperas, ofensas enfebrecidas por el licor; pensé en la justicia, hacerla con mis propias manos, pero no te traeré de vuelta, no serás más el hombre bajo el árbol comiendo mangos, cerezas, o un trozo de pan con café, o el bailador admirado por sus amigos, o el abuelo amoroso que cada tarde recogía a su nieta y en sus brazos rendía honores al amor.   

Algunos me creen loco porque aún te veo llegar cada tarde, en la noche, la mañana, al mediodía; poner la radio, leer ese texto arrugado que guardaste en un cofrecillo con una foto de tus hijos y un título que mereciste siempre: MEJOR PADRE DEL MUNDO.

Ahora me toca sobrevivir, hasta encontrarnos de nuevo.

martes, 3 de abril de 2018

¿Huevo en polvo? Uhhhhhhh

Los huevos de mi humilde granja personal.


Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Todos los días recojo cinco o seis huevos de mi patio, me cuesta mucho sostener a mis aves con dos comidas diarias, una en la mañana y otra en la tarde, pues la lata de pienso (así le decimos en oriente), cuesta 80 pesos, unos tres dólares. Imaginen ustedes cómo poder con eso. Pero si no lo hago, estoy a merced del huevo en polvo, o del que llega a la tienda. Algunos personas me han dicho que es una carga tremenda, a ellos les respondo, como huevos de verdad, los míos,  cada día los recojo frescos y eso me hace feliz; de vez en cuando, vendo algunos, pues a veces se juntan veinte, treinta y a las familias les gusta más el huevo criollo que el de granja. Al mes debo comprar cuatro latas, 320 pesos cubanos (unos trece dólares), es verdad que si no invento con otros suplementarios para alargar las comidas, el bolsillo estalla como una cafetera y me quema los días de forma arrolladora. Por eso tengo que vender algunos, porque recupero algo y puedo comprar dos latas y media; así respiro; floto. Diría un sabio cubano al referirse a la insularidad económica y política de la isla en el pasado republicano, “los cubanos siempre flotan, aunque se estén hundiendo”. Pero una cosa si tengo clara, no como huevo en polvo, no va con mi naturaleza guajira, mi madre vieja me enseñó que para alimentarse bien, había que comerlos criollos y recogidos en el patio de casa; nada como lo de uno. Respeto al que no piensa así, pero eso de comer huevo inventado, no va conmigo. Yo soy del campo caballero y con esa filosofía me iré a la tumba, aunque viva en la ciudad más cosmopolita del mundo.

jueves, 15 de febrero de 2018

“Mi mundo es una jaula”


Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com

“Me gusta cazar azulejos. La escuela es una carga muy pesada”. Tiene diez años, cursa el quinto grado. Me habla con dolor de niño que vive en la periferia de una ciudad adormecida por los alcoholes del tiempo.  La madre  vive con un hombre que no es su viejo. El padrastro se va en las mañanas, bien lejos de casa;  lleva unas jaulas con  avecillas exóticas dentro. Casi al anochecer; regresa; pero las jaulas vienen cargadas de  prisioneros. Sabe identificar hembras y machos. Un extraño hombre viene en un auto amarillo a recogerlos, luego que el padrastro desde el celular avisa. Tienen un código. Ya los ha visto y sabe cómo funciona. Los  cuc pasan de unas manos a otras, ve montones y sus ojos brillan como soles.  “A veces mi padrastro me lleva. Los pájaros Mariposa cuestan 25 cuc cada uno, así que dos parejas, me dan un celular de 80 cuc y me queda algo para una pitusa. Pero prefiero el Azulejo, una pareja cuesta 80 cuc;  imagina ese dinero en mis bolsillos, cuántos sueños puedo cumplir. Los Tomeguines del pinar salen  en 20 cuc la pareja. La Candelita en 15 cuc. Las palomas de monte puedes pedir entre 5 y 10 cuc”. Ante mis ojos el mundo vital de un niño del interior de Cuba;  me reservo su nombre por ética, intento ponerme en su lugar, entender las posibilidades adquisitivas de sus padres y con dolor aprecio que su lógica es adecuada; si se va  ocho horas a la escuela, no tiene muchas veces para la merienda, calza unos zapatos gastados,  un uniforme casi sin color, no puede comprar nada en la merienda y mucho menos soñar con un celular inteligente o una tablet,  que revolotean una y otra  vez en su cabeza, como el mejor de los sueños. Si usted fuera un niño con unos padres divorciados y un mundo tan caro a su alrededor, donde los juguetes son inalcanzables y el salario apenas dura una semana: ¿qué haría? ¿Lo mandaría a la escuela a  estudiar materias extrañas a su mundo inmediato? Pienso yo, que es hora de crear un cuerpo de misioneros, al estilo martiano, que vaya conversando por las ciudades, los campos, aclarando dudas, restaurando la fe, devolviendo la virtud a los hogares manchados por la prostitución, el alcoholismo, la violencia, el pillaje, la corrupción, la separación de las familias por la migración económica. Podrían ser maestros elegidos,  bien virtuosos, escogidos por la escuela laica y la iglesia católica, u otras que quieran sumarse, los responsables de llevar a cabo en nuestros días, una “campaña de ternura y ciencia”,  que traiga una religión nueva  al hogar, según mi  Martí, no con el desarrollo de “Cursos dilatados, claro es que no se podrían hacer;  pero sí, bien estudiadas  por los propagadores, podrían esparcirse  e impregnarse las ideas gérmenes. Podría abrirse el apetito del saber. Se daría el ímpetu (…) Y esta sería una invasión dulce, hecha de acuerdo con lo que tiene de bajo  e interesado el alma humana;  porque como el maestro les enseñaría  con modo suave  cosas prácticas y provechosas, se les iría por gusto propio  sin esfuerzo infiltrando una ciencia  que comienza por halagar y servir su interés; - que quien intente mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones, sino contarlas como factor importantísimo, y ver de no obrar contra ellas, sino con ellas”. 
Cuba esta necesitada hoy de una nueva campaña de alfabetización, pero en valores; tal vez estudiando la forma de aquella que se hizo a principios de la Revolución, organizada por un martiano como Armando Hart;  pero con la certeza  de que  los multiplicadores,  en vez de la cartilla, el lápiz y  la lámpara china; deberán hacerlo con una laptop, un celular, un kindle y una Biblia. La invasión dulce tendrá que valerse de las nuevas tecnologías, para llegar a los hogares y comenzar esa cura silenciosa de almas y devolver a Cuba el “gran espíritu” que tanta falta nos hace, en medio de tiempos de agitación y cambio, esa ola que puede traer la religión nueva, si somos capaces de crearle los causes necesarios.  ¿Acaso es malo el niño por cazar azulejos, mariposas, candelitas, tomeguines del pinar, palomas de monte? Con toda honestidad, la escuela cubana está muy lejos de los intereses vitales de niños como el de mi historia. El piensa incluso, que para su casa es mucho mejor pescar una ensarta de mojarras que cuesta  un cuc,  o una de truchas, un poco más cara, que estar metido en un aula, ajena completamente a sus necesidades básicas. Pienso en Martí maestro, ¿qué haría? y no me queda otra opción que reiterar uno de sus pensamientos más nobles: “quien intente mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones…”
Tomeguín del pinar.

Candelita.
 
Mariposa.

lunes, 3 de agosto de 2015

Sin agua en casa para llevar los días



Al amanecer se inclina nuevamente, entonces comprende que todo seguirá igual por un largo tiempo.

Por Arnoldo Fernández Verdecia. afdez@enet.cu 

Día tras día el hombre inclina el cuerpo, revisa, pero ni una gota de agua, entonces hace una mueca de disgusto y camina sin dirección. Piensa en lo difícil de los tiempos, lo caro que está todo,  pero un rayo de esperanza cruza por su mente y decide tomar unos envases grandes y cargar agua al hombro desde un lugar cercano a su casa donde la almacenan en grandes cantidades. Sus necesidades fisiológica las hace en un pequeño orificio cavado en el patio de casa, no puede usar el retrete habitual porque no tiene forma de descargarlo. Sus animales de corral reclaman el anhelado líquido, pero el hombre no sabe qué hacer. Tendrá que sacrificarlos, comerlos o venderlos; pero otro rayo de esperanza surca su mente y entonces busca más agua y calma la sed de aquellos que alivian sus días con huevos y carne. En la noche vuelve al mismo lugar, se agacha, pero ninguna señal. Hacen una procesión al río cercano, llevan en alto imágenes de Cristo redentor, pero la lluvia no aparece, ni el agua corriente tampoco, sólo viento, y, de tan ríspido, muele árboles y esparce hojillas en el patio como pequeños triángulos de dolor. Al amanecer se inclina nuevamente, entonces comprende que todo seguirá igual por un largo tiempo, debe hacer una cisterna para almacenar todos los tanques probables. Esa es la solución y el último rayo de esperanza camina su cabeza.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Aviso a los lectores de Caracol de agua

Este blog admite juicios diferentes, discrepancias, pero no insultos y ofensas personales, ni comentarios anónimos. Revise su comentario antes de ponerlo, comparta su identidad y debatiremos eternamente sobre lo que usted desee. Los comentarios son propiedad de quien los envió. No somos responsables éticos por su contenido.