domingo, 27 de diciembre de 2020

LA CAÑERA DE FICO


De niño era una alegría corretear tras  los vagones que arrastrabas camino al Quijote que te trajo a estos lares. Se dice que un gallego llamado Pepe fue el primero que te condujo. Tanta era tu velocidad que no pasabas los 20 kilómetros por hora; pero eras orgullo de patria chica; cuando sonabas con ese modo característico en que lo hacías, todos salíamos a la línea férrea e íbamos tras de ti, recogiendo las cañas que caían o sencillamente para montarnos en el último vagón, cruzar el puente y luego regresar. Se dice que con el nacimiento del Central América, Federico Fernández Rosillo te trajo de los Estados Unidos y desde que echaste a rodar ya no pudo imaginarse el poblado sin tu sonido emblemático, incluso por tus emisiones de humo, como si estuvieras en cólera, a mucha gente, en jarana, la llamaron con tu nombre. Un día llegaron nuevos medios y fuiste cada vez más relegada al olvido; nadie pensó en conservarte, como parte del patrimonio ferroviario del pueblo. El amanecer de una fecha que nadie fijó en la  memoria, alguien sin nombre te enganchó a un tren soviético y te arrastró muy lejos; atrás quedó el viejo Quijote del azúcar que tanto amaste y aquellos niños que te veneraban hasta el delirio. Dicen que te convirtieron en chatarra y fuiste vendida muy lejos; yo quiero creer que, nostálgicos como yo, podremos traerte de regreso para que  arrastres a tus espaldas a todos los niños del pueblo y los lleves a comer raspaduras y a tomar el que fue considerado en su momento, mejor guarapo del mundo.

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