Por Arnoldo Fernández V.
Llegas hoy a los 106 años. ¡Dicha grande! ¡Júbilo en los que te amamos sin faltarte nunca!, los más humildes, los que menos tenemos, pero siempre encontramos la forma de que tengas lo necesario y sobre todo, mucho AMOR.
Cuando Madre murió, creí que no podrías soportarlo; sin embargo, ya hace 10 años y sigues retando al tiempo, timonel de un cuerpo que aún responde y unos pensamientos que hablan de la inmensa lucidez de tu cerebro.
De niño a hombre guiaste mi crecimiento espiritual. Nunca olvido la muerte de tu padre y el dinero que había puesto en tus manos, allá por el Machadato; mucha plata de una venta de reses; podías haberte callado, pero pasado el entierro, llamaste a tu madre y entregaste una cifra memorable; ella te abrazó y elogió una seriedad que, en lo que a mí persona respecta, inculcaste siempre.
Una sola vez me castigaste por unas sucias palabras dichas por un niño de seis años. Recuerdo cuánto corrí huyendo la reprimenda, hasta que no me quedó más remedio que entregarme y conocer el rigor de una paliza eterna, de la que nunca he podido olvidarme, pero que me enseñó el respeto a los mayores como algo sagrado.
Me inculcaste la pasión por la pelota; la de aquellos tiempos y la de ahora, la del Habana y el Almendares, la de Orientales y Serrano. Del boxeo, qué placer escuchar tus disertaciones. ¡Cuánta sabiduría viejo.
Las tardes, una y otra vez las evoco, pegados a la radio para escuchar Campo Alegre, Ritmos Latinoamericanos, La Gran Aventura de la Humanidad; o las noches junto a Sector 40, Alegrías de Sobremesa y Nocturnos. ¡Qué vida más sana,viejo! En mis pensamientos están todas tus narraciones, desde las más surrealistas, hasta las más cotidianas; por ejemplo, la de aquel aparecido en tus noches mostrándote señales de un dinero enterrado; el que sentías como una presencia incómoda cuando ibas a caballo a lugares lejanos; o las apariciones de tu padre cuando la muerte te ha rondado mostrándote un camino y abriéndote los brazos.
En mis pensamientos están todas tus narraciones, desde las más surrealistas, hasta las más cotidianas; por ejemplo, la de aquel aparecido en tus noches mostrándote señales de un dinero enterrado; el que sentías como una presencia incómoda cuando ibas a caballo a lugares lejanos; o las apariciones de tu padre cuando la muerte te ha rondado mostrándote un camino y abriéndote los brazos.
Gracias a la vida, por darme el regalo de tus 106 años. Espero, Dios lo permita, sigas retando al tiempo; y en cada estocada, ganarle siempre, empeñado en recorrer el mismo camino que empezó un 20 de abril de 1915.
Bendiciones!
ResponderEliminar