domingo, 8 de mayo de 2022

NO HUBO DÍA DE LAS MADRES EN MI PUEBLO (Crónica de domingo)

 Por Arnoldo Fernández Verdecia

Domingo, Día de las Madres en Contramaestre, un pueblo de oriente como otro cualquiera. Recorro calles y avenidas con la esperanza de encontrar algo diferente. Llego a una de las tiendas en MLC y una cola se pierde en cientos de metros, pregunto qué venden y me responden, cerveza para llevar, imaginé que bien podían ofertarlas frías para tomarlas allí mismo, o en mesas improvisadas al aire libre, como mismo sucedía antes de la pandemia, pero a quién le importaría mis ilusiones del pasado. Asomo mis ojos tras las vidrieras a ver si había otra cosa para variar y se me ocurre saborear un vino tinto, pero cuando quise entrar a comprarlo me dijeron que era una misma cola, no me quedó más remedio que volver por donde mismo había llegado y seguir mi tour. Vi un sitio donde venden helados, llegué con la esperanza de tomar un auténtico sabor, sin embargo la alarma prendió mis neuronas, cuando en una tosca vasija de aluminio, sin artificio alguno, me sirvieron cuatro bolas hundidas en un lago cada vez más crecido. De mantecado no tenía ni el vestido que cubría lo que aún podía llamarse helado, así lo dije al dependiente y él sonrío muy culpable, además me dijo que no tenía vuelto, a la cara se quedó con el mismo y se retiró feliz, mira que había gente comemierda, pensaría, este tipo ni protestó, me quedé con diez pesos, diría; pero qué son diez pesos hoy, seguramente creería que yo tenía mucha plata y era un hombre más feliz que él; pero yo había salido al pueblo a encontrar algo diferente, un menú digno, una cerveza, tal vez un vinillo, o un simple dulce; aún albergaba la esperanza de que por ser domingo, Día de las Madres,   Contramaestre, mi pueblo, tendría muchas ofertas gastronómicas para iluminar la tristeza de los hogares y hacerles creer a sus inquilinos, que sus jefes no los habían olvidado. Derrotado regresé a casa. Mi perro alegremente movía la cola, pero al oler mis manos y no ver bolso alguno, gruñó y se perdió en el silencio de un domingo que ya se hundía en la memoria, como aquellas bolas de un helado del que nunca conseguí adivinar su sabor.  

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