Por Arnoldo Fernández Verdecia.
Querido viejo:
Nunca te defraudaré, seré decente hasta con mis enemigos.
Me empeño en no torcer ese camino que me enseñaste y llegar al final de la vida como lo hiciste tú: digno, respetado y sobre todas las cosas, justo.
Hoy te recuerdo alegre como lo eras en vida. Un padrazo como usted es luz, porque inspira el bien y lo bello, incluso desde el cielo.
Desde esa altura viejo has podido verme día tras día; cumplí cada mandato tuyo, estuve al lado de nuestro padre viejo, como me pediste, hasta que la tierra lo arropó en su calor.
Vivirás siempre en mí hasta que Dios disponga de mi cuerpo.
Me enseñaste a ser sensible, así seré hasta el último día.
Te amo viejo. Te amo mucho.
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