Por Arnoldo Fernández Verdecia.
La cosa, sí, la cosa, me dice, esa cosa que nos está matando, sí, tú sabes, de la que todos hablan en la casa, la calle, el trabajo... La cosa es secreto de Estado; sin embargo todo el mundo sabe cual es la cosa, hasta un niño de 2 años. Ya no puedo más. Por culpa de esa cosa, no consigo vivir como Dios manda. A los de la cosa no les importa Dios, ni mis hijas; piden sacrificios y parecen budas, jajá, jajá, con la barriga llena cualquiera pide lo imposible, jajá, jajá, ayyy, ayyy, míralos con aire acondicionado, sabrosotes, como no va a estar buena la cosa para ellos; ayy, ayyy, jajá, jajá, no me jodan, no me jodan, que la cosa está que arde, no hay buey manso que no tire la pata con lo mala que está la cosa. Jajá, jajá, están vivas, vivas coño, se las entrego viva. Los de la cosa la escuchan, maldicen la oscura agonía de aquella mujer.
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