viernes, 8 de marzo de 2024

OPINAR EN REDES SOCIALES ES TIEMPO PERDIDO


Por  Arnoldo Fernández Verdecia. 

Donde vivo, Contramaestre en el oriente de Cuba, no es posible el ejercicio de la crítica sana en las redes sociales, si alguien se arriesga a hacerla, es difamado hasta el cansancio, incluso nadie lo quiere en ninguno de sus foros.  

No vale la pena ejercer ningún tipo de crítica, si los interlocutores aludidos no dialogan y optan por la calumnia y la descalificación personal del sujeto que los interpele. 

En medio de ese cerco no es posible ninguna crítica, porque cae sobre el individuo un bullying político que destroza  su moral ciudadana. 

Opinar en redes es arar en el mar, porque los que son blanco de la misma, acuden al síndrome de plaza sitiada y obligan a la persona a declararse a favor o en contra de ellos, si trabaja en alguna institución del Estado, lo convierten en diana de amonestaciones disciplinarias y pueden cesantearlo de su vínculo laboral. 

Amigos, amigas, hubo un tiempo, dieciocho años,  donde creí posible una comunicación horizontal en las redes sociales, llegué a imaginarla, incluso preví modelos para conseguirla, pero desgraciadamente en municipios y provincias de este país no se cuenta con un capital político suficiente para lograrlo.  

La comunicación en redes sociales se gestiona desde el poder como finalidad política,  y no como escenario de construcción de consensos y aspiraciones comunes. 

Es imposible imaginar un grupo social, interpelando en las redes sociales  al gobierno local por sus errores, mucho menos al provincial y al de la nación; es imposible imaginar una sociedad red donde las personas sean sujetos activos de la información. 

En lo personal, por mis publicaciones en las redes sociales, he sido víctima de bullying laboral, he sido considerado contrarrevolucionario, mi casa ha sido atacada en la noche por encapuchados, he sido eliminado de organizaciones sociales a las que pertenecía sin ninguna razón. La difamación sobre mí aún dura,  no  basta aún una vida de amor a Cuba, a su gente; no basta aún la decencia con la que me expreso cuando ejerzo la crítica, no es  suficiente aún  la dignidad  con la que afronto mi quehacer cotidiano... 

Dicho todo esto, no me queda otra opción que reconocer que existe un hampa en las redes sociales, capaz de cualquier acción  para silenciarte o dejarte sin credibilidad donde vives y te relacionas. 

La vida es una sóla, es preciso vivirla con amor y propósito. Opinar en las redes sociales ya no es para mí una necesidad, ya no me interesa provocar diálogo alguno con aquellos que nunca aceptaron una opinión contraria a la suya.

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