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domingo, 21 de marzo de 2010

Tembló dos veces y le pedimos protección a la Virgen

Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu

La tarde de este sábado tembló dos veces. La primera sería entre las 2:08 y 2:15pm., estaba frente al televisor, comía frutas para refrescar, los “rayos del sol rajaban piedras”, como decimos en buen cubano por estos lares. Vivo en una cuarta planta y sentí miedo. Recordé las lecciones recibidas en la escuela y automáticamente me coloqué bajo el marco de la puerta.

Escuché gritos y me asomé al balcón, la muchedumbre se reunía en torno a dos viejecillas, no soportaron el movimiento y la presión arterial se disparó, a una hubo que hospitalizarla.

Los niños y niñas se agruparon en el parquecito del frente. Entre los más viejos surgieron diversas hipótesis: ¿la estructura del edificio soportaría un terremoto de gran intensidad?, ¿los edificios fueron construidos para soportar cualquier terremoto?, la mayoría ponía en duda la fortaleza de aquella mole de concreto.

Una mujer vino a recoger a su madre, ya anciana, pues, según ella, escuchó por la emisora Radio Grito de Baire un mensaje de alerta, sobre las 6 de la tarde se produciría otro de mayores dimensiones. Era un rumor y muchos huyeron antes de la hora anunciada, entre ellos mi mujer y su hijo, pues ya lo daban por cierto.

En tono de relajo, como buenos cubanos al fin, un vecino dijo: “Alina es el Instituto de Investigaciones Sismológicas de Santiago de Cuba”, en abierto choteo a la posición de aquella señora, que cargó con su madre para ponerla en un sitio seguro.

Todo parecía olvidado y nuevamente se sintió el extraño movimiento, los gritos fueron fuertes, y la gente corrió despavorida hacia las plantas bajas. Se escucharon seguidamente las mismas hipótesis sobre la resistencia del edificio; nadie permaneció en los apartamentos.

Alguien recordó que hace algún tiempo se sintieron 44 replicas seguidas y no pasó nada, pero en la mente de todos están las imágenes de Haití y Chile, y el miedo reinó en cada uno.

Salí a la calle a observar a la gente y sentí el pánico en cada esquina, algunas mujeres echaron agua hacia fuera de sus casas, les pedían a Dios y a la Virgen de la Caridad del Cobre que no pasara nada y protegieran a hijos y nietos. Otras pedían por los padres, las amistades...

Bárbara, la vecina de la primera planta dijo, “lo peor es que suceda en la madrugada, es muy difícil despertar a mis hijos”. Su hija señaló: “Sentí como si un carpintero trabajara en casa, observé la tierra y me dio mareos, sólo atiné a decirle a mi madre que cogiera a mi hermano, ¡era un temblor! Mi padre siguió dormido como si nada pasara”.

Escribí estas líneas entre las 5 y 45 y las 6 y 30 de la tarde, permanecí en el apartamento donde vivo, les recuerdo, una cuarta planta, y no llegó la esperada replica. Bajé y tomé varias fotos de mi edificio, unas personas dijeron, “será el recuerdo por si algo sucede”.

Retorné a casa y terminé los últimos párrafos, no había sucedido nada. Mi mascota Cuquita dormía plácidamente, respiré tranquilo, pues según la mitología popular los perros sienten primero que los humanos cualquier fenómeno natural. Cuquita me dio seguridad y opté por un baño. La vida seguía curso, pero ya no sería igual, una interrogante se agitó en mi cabeza: “¿Será igual que en Haití o Chile?”


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