Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
Como animal doméstico, luego de comer, salgo a pasear mi mascota por calles cercanas a la casa donde vivo. Todos los días reitero el ritual y ella sabe lo que debe hacer, tiene claro el arbustito donde orinar, el territorio donde defecar, en fin, los caracoleos previos antes de asumir la pose fecal. Ayer hice el recorrido, sin imaginar que teníamos la muerte detrás.
Mi mujer siempre me acompaña en el recorrido. Cuquita tiene una relación especial con ella, yo diría que se adoran. La Cuqui a mí no me respeta, cuando le doy voces de mando se desentiende y sale a correr sin preocupación alguna, sólo mi mujer la detiene con palabra segura. Ayer mi esposa quedó detrás, en una conversación con vecinas sobre temas de modas y vestidos. Cuqui y yo hicimos el acostumbrado trayecto.
Al llegar a un entronque de calles, un ruido llamó mi atención, una moto venía a gran velocidad, me aparté un poco junto a mi mascota y seguí camino, atrás mi mujer y las vecinas observaron espantadas los giros de aquel animal rodante que casi nos atropella, y sin disculpa alguna se dio a la fuga, no alcancé a ver el rostro bajo el casco protector. No atiné ni siquiera a ver la matrícula de aquel bárbaro sobre ruedas.
Las vecinas, junto a mi mujer, corrieron hacia nosotros, entonces tuve conciencia de la muerte detrás, diez centímetros más y Cuqui y yo fuéramos difuntos que hoy velarían en la funeraria de la ciudad sin ritual alguno, y un fondito para ser cremados, digo, al menos yo, mi mascota tendría un entierro simbólico en el patio de casa.
Luego de aquel momento trágico, al escuchar las narraciones de los testigos oculares del hecho, la presión arterial se disparó y casi entro en crisis total. La muerte nuevamente se instalaba cerca de mí y entonaba su canto lúgubre.
Cuqui se acostó con toda la ingenuidad de tener cerca a su amo. Mi mujer tuvo que hacerme tisana, darme pastillas y masajes para, al menos, sembrarme tranquilidad. No podía evitar el aliento de la muerte cerca de la nuca; la visión de mi mascota bajo las ruedas de aquel animal rodante que se dio a la fuga.