Prefiero echar leña al fuego. |
La relación del escritor con los hombres de Estado, el propio Estado y los partidos políticos, es una historia que va desde el compromiso con el orden institucionalizado, hasta la responsabilidad con la creación de la obra. A un lado están, lo que algunos han llamado preocupaciones paralizantes del oficio, y al otro, lo que (otros) llaman el compromiso adquirido ante la legitimación de la escritura.
A pesar de que se considere manido el acercamiento a los compromisos del escritor, prefiero echar leña al fuego. Mi condición de isleño, más escribir y defender una obra desde el interior de Cuba, son condicionantes que deben tenerse en cuenta desde cualquier latitud.
A continuación ilustro este proceso desde dos ejemplos paradigmáticos de la cultura que sirven para ilustrar la toma de posición hacia esos problemas: los griegos y el filósofo F. Nietszche.
La oposición escritor / Estado ya está presente en Pericles, en forma de conflictos entre los intereses personales y los de las polis. Está en los Protágoras y Giorgias de Platón, en forma de poder y provecho. De hecho se desprende que para el primero, los intereses personales deben subordinarse al bien público, “amas a tu ciudad como te amas a ti mismo”. En el segundo, poder y provecho se unen para formar una diada, el escritor satisface sus ambiciones, en la medida que hace uso del poder que concentra en sus manos. Pericles considera los vicios públicos, reflejo de las virtudes privadas; por tanto, de no plegarse al bien público, el escritor aparece como vocero de los males sociales.
Un irracionalista de la vieja Europa como Nietszche, es puntual al considerar que lo que persigue todo escritor es prestigio y dinero; el dinero es poder, influencias, crea el prejuicio en contra o en favor de un hombre. El rango está determinado por el grado de sufrimiento que puede un individuo soportar hasta alcanzar lo soñado. El sufrimiento da rango, el nivel de referencia que invalida o endiosa.
Los escritores desde su campo espiritual son una fuerza de mando, defensores del sentido de respeto, subordinación, los que saben callar cuando hay que hacerlo, los grandes pasionistas cuando hay que sentir, los que encarnan el deber, cuando éste lo exige.
El rango es un elemento de equilibrio, el poder lo valora significativamente, por eso acude al dinero para comprar la ética en el ejercicio de la creación. Son raros los escritores de valía que no se inclinan por sus caminos para llegar a la cumbre.
Para Nietszche un escritor sin dinero es potro camino al matadero. Un escritor sin rango es oveja de muchos lobos. En ambos casos es una especie de papel arrugado que por mucho que se le planche, jamás vuelve a su forma original.
Los paradigmas aludidos encienden la chispa al otro costado, recorre los misterios del oficio y señala verdades irrefutables, incluso el marxismo las considera objetivas. Antes de erguirse por encima de sus circunstancias históricas, el hombre debe asegurar necesidades básicas que hacen posible cualquiera de las formas de la conciencia social.
Todo escritor escribe para hacer público el oficio, su obra no le pertenece, pero si no hay formas de elevarse desde las circunstancias invisibles que encadenan el oficio, asume el suicidio como liberación del ser: ¿qué otra cosa puede hacer?
(Fragmento del libro La soledad del oficio, Ediciones Santiago, 2009)
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