Raros Entretenimientos (Fragmentos)
Autora: Gizeh Portuondo Vega
Graduada de Ciencia de la Computación en la Universidad de Oriente. Graduada del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” en el 2004. En 2006 publica el libro de cuentos “Por el miedo del Absurdo”. Recientemente obtuvo el premio La Isla en Peso de cuento en convocado por la AHS de Guantánamo. Cuentos y poemas suyos aparecen publicados diversas revistas y libros dentro y fuera de Cuba.
I
Una cruz siempre está llena de cruces, fue la frase que me levanté repitiendo. Todo el mundo sabe que soñar nunca aclara las cosas, así que entre más la frase sale de mi mente menos sospecho que significa.
Mi obsesión empezó hace dos semanas cuando me monté en una camioneta para ir al trabajo, tal vez si este medio de trasporte no violara todas las reglas sobre la proxemia mi vida en estos momentos se preocupara de otras cosas. O tal vez no, porque soy de esas personas que les gusta una parte de la realidad, y la realidad alternativa. Soy un ser informado queriendo ser siempre objetivo, lo sé, y no veo por qué me lo repito a mí mismo como si quisiera convencerme, ser objetivo.
En una camioneta llena uno tiene que integrarse, olvidar el olor de los otros, las malas caras, todo. Sucede que casi siempre el chofer frena bruscamente sea porque está borracho o porque la calle está pobremente asfaltada. Hasta aquí lo usual, entonces ocurrió el frenazo y una mujer pegó su boca sobre mi hombro descubierto, hacía mucho calor y mi pulóver lo tenía en cuenta. Una mujer pegó su boca en mi hombro como accidentalmente, sí, pero estoy tan seguro de que sentí que su lengua sabía y se regodeaba con mi sudor. La obsesión, cuánto sabía, cuánto de accidente, cuánto de práctica usual. No soy un galán, tampoco un monstruo, soy justamente estándar, no veo porque alguien querría libidinosamente probar mi hombro.
Me asusté y por suerte aunque estaba totalmente confundido pude ver su cara. Más contradicción, ella era una mujer corriente, de esas que siendo bonitas son invisibles, peinada sin cuidado y sin gracia, mucho más cerca de una religiosa adventista que de una ardiente desquiciada. En cuanto la miré me avergoncé, como se me ocurre pensar que esto haya sido adrede, el frenazo nunca pudiera haber sido previsto, qué estúpido soy.
Dejé de vigilarla, quise olvidar, y evidentemente no lo he logrado. Con el rabillo del ojo la estuve observando durante el trayecto, me salté mi parada, ya iba a llegar tarde al trabajo, qué más da, la voy a seguir. Me bajé detrás de ella al final de la ruta y la seguí hasta que la vi doblar hacia la Oficina Nacional de Racionalización. Sé racional. Soy loco e incoherente por creer tan absurda sospecha, cuando ella iba caminando delante de mí lo hacía muy natural, sin la más mínima preocupación, sin culpa. Soy un imbécil que se está creyendo rey y dador del sudor divino. Una cruz siempre está llena de cruces significa que una idea tipo estigma, cruz, siempre está llena de subideas o estigmas más pequeños que pueden ser desde todos tus traumas de la niñez hasta tu insatisfactoria vida. Y no se piense más. Eso medité hasta que me sonó bien.
II
¿Monta en camionetas quién pensó que el caos es ordenado? Es una frase que he oído antes en algún lugar, por la televisión creo. Igual quién lo dijo primero debió ser un mártir de las coincidencias, el caos es ordenado, siempre tan coincidentes. Hace dos semanas que había tenido mi rara experiencia y luego diariamente un sueño del que se me quedan frases sin sentido, frases que por azar logro relacionar con algo, sin que nunca sepa un porqué ni mucho menos un para qué. Y ahí estaba cuando quiso el caos que tuviera que coger una camioneta en otra dirección. No quiero torturarme imaginando como pueden ser las coincidencias posibles y se unieron los factores: 1- no hay gasolina en mi empresa, 2- es fin de mes y si no busco la factura no cumplimos el plan. Tenía que llegar a la factura por mi cuenta, y la única vía es una ruta de camioneta. ¿Quiso el caos que en esa dirección estuviera ella “de caza”? Por supuesto no parecía que recordara mi cara, probablemente sólo se fijaba en los libertades de los pulóveres buscando el adecuado. Está vez yo la estaba cazando a ella, cuánto sabía, cuánto de práctica usual. La vi colocarse detrás de otra víctima, rechazar un asiento, parecer muy inestable, esperar. No recordaba en lo más mínimo mi cara, nunca fui importante ¿sólo el sudor? El viaje fue tranquilo, ningún frenazo. Y ella no se acercó demasiado. Se bajó al final del camino, dio una vuelta por los alrededores sin la más mínima sospecha. Regresó a la parada, se montó en la camioneta más llena, buscó una víctima y la camioneta frenó bruscamente. No pude verla actuar, sin embargo la cara de sorpresa del usado me dio todas las pruebas, vi como se convencía que era un estúpido, que era un accidente. El rostro de ella no se inmutó ni pidió disculpas, esperó dos paradas y se bajó. Yo estaba decidido a seguirla.
Fue un día muy largo, caminando a distancia de ella, no entró a ninguna oficina, o no trabaja o estaba de vacaciones. Había olvidado la factura, diría que estaba enfermo con fiebre o algo así. Ella entró a las tiendas, caminaba sin ningún objetivo aparente, nunca sospechó que era seguida. Cada paso detrás de ella me recordaba una de las frases de mis sueños, desde las cruces hasta el caos, aquella frase no se puede lamer con los pies o al Señor se llega a través de los viajes. Por momentos parecían ser pertinentes, y luego, nada aún.
Por fin, ella entró a una casa, más bien una puerta como las que van a apartamentos en el centro de la ciudad, por el alto del edificio, un segundo piso. No volvió a salir y estuve vigilando hasta la 6:37 pm. Allí debe vivir.
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