Por Arnoldo Fernández Verdecia . arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
Terminó la novela cubana “Aquí estamos” y me atrevo a arriesgar algunos criterios, para compartirlos con todas las personas interesadas en dialogar sobre sus ganancias y desaciertos.
Entre sus méritos fundamentales sobresale el hecho de presentar un cuadro sociológico de la Cuba actual con todos sus matices, sin los paños tibios habituales en otros dramatizados de la Televisión Nacional. Problemáticas como la homofobia, la adicción a las drogas, la prostitución, la violencia, la migración, la delincuencia, familias disfuncionales, las enfermedades, conflicto de elecciones, en fin, un intento de abarcar todo el tejido social que marca y a veces anula al sujeto.
Otra de sus ganancias es la música, con una adecuada selección y utilización en cada uno de los capítulos. Sobre todo, elogiar los temas escritos e interpretados por Arnaldo Rodríguez. Algunos de sus composiciones se han convertido en himnos para los habitantes de esta isla, repleta de problemas, pero todavía con un río de sueños a sus espaldas.
En cuanto a la fotografía, tuvo algunos destellos en su tratamiento, aunque pudiera haber sido mejor en el manejo de las luces, los planos, tal vez requería una mayor rigurosidad estética a la hora de presentarnos los diferentes conflictos de la novela, no desde lo muy formal, sino con atisbos de experimentación, como lo ha hecho el realizador Rudy Mora o el propio Cheito en “La cara oculta de la luna”.
En cuanto al guión, producto de la vivencia real de uno de sus creadores, Hugo Reyes, tiene una trama muy bien centrada en la sociedad cubana de hoy, y un conjunto de subtramas, que enfrentan de forma valiente los problemas más acuciantes en este III Milenio. No obstante, la mayoría de esas historias no son resueltas felizmente como el caso de la joven prostituta, creo que insuficientemente investigado, desde el punto de vista social, para presentarlo con mayores matices y más creíble para los teleespectadores. Su evolución cae en el melodrama y la sensiblería, y al final, cambia gracias a que un adicto a las drogas la enseñó a leer, a tener una visión positiva de la vida, más centrada en el hecho de lograr las cosas a partir del esfuerzo personal y las capacidades del individuo.
Otro de los personajes con una solución dramática pobre es el de Paula, en los inicios muy bien caracterizado como el prototipo de la persona arribista, sin escrúpulos para lograr privilegios, dinero, sin embargo, en el desenlace, cae también en la sensiblería y queda abandonado como en una suerte de inercia de la que no logrará apartarse.
Un desacierto total, al menos yo lo veo así, es la historia de la actriz de teatro retirada y sus permanentes diálogos con los muertos, proceso que genera una especie de ruptura con el argumento central de Aquí estamos y que de manera forzosa resuelve el escritor convirtiéndola en el personaje que escribe la pieza de teatro. Su nieta Estrella no tiene desenlace y todo parece indicar que permanecerá gravitando con los mismos fantasmas de esa enorme casa donde vivió su niñez y juventud.
La bisexual rompe su historia con la mujer de sus sueños para vivir con Adonis, lo interesante en esta subtrama, es que éste último, procedente de un medio marginal y machista por excelencia, enfrenta los prejuicios y decide su futuro al lado de una mujer que no es normal desde el ojo sexista de la sexualidad. Creo que lo más acertado, para el personaje de la bisexual, hubiera sido que llevara vidas paralelas y su historia ganaría en matices y credibilidad dramática.
Una solución dramática que me sorprendió completamente fue la de Pedro, un guajiro del interior, empeñado en hacer y defender un arte serio, apartado de los dilemas del mercado, muy cuestionada su caracterización en los inicios de la novela, pero que tiene un desenlace sorprendente, pues realiza una evaluación de lo que ha sido su vida, y lo que será, de seguir intentando las cosas por esos caminos, por eso resuelve irse del país tras la mujer que ama. Ya en una nación europea, logra crear un grupo de teatro con verdaderos profesionales, pero no se libera de la nostalgia de Cuba, de aquel proyecto de aficionados abandonados a la suerte de un amigo, Denis, amante del dinero, los privilegios, la bohemia, y que al final resuelve regresar al teatro y continuar los empeños utópicos de Pedro.
Otras valoraciones pudieran hacerse de la novela, sin embargo, para mí, al menos lo creo así, es válido el intento de hacer un producto cercano a la realidad que nos marca y define, sin falsos sentimentalismos, ni didactismos programados para otros espacios. Felicidades a su colectivo de realización por tan noble empeño, a pesar de la cara oculta de "Aquí estamos".
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