Vladimir Hernández, autor de Indómito (Editorial Roca, 2016) |
No soy un seguidor ferviente de la novela negra en
general, y no soy un especialista del tema, por lo que mis valoraciones son las
del simple lector que se acerca hedonistamente a la lectura de un libro policíaco.
Debo declarar que mis lecturas parten desde Raymond Chandler y su excelente
ensayo El simple arte de matar(1950),
hasta todos los policíacos de cartón publicados en Cuba durante la década del
70 y 80 del siglo pasado, verdaderos mediocres herederos de la novela negra
socialista, porque debo decir que en
esta hay muy buenas novelas como la saga de Emil Boev y su lucha desde la
contrainteligencia búlgara contra “los siempre traicioneros intentos de la CIA” por subvertir el orden de
las repúblicas socialistas integrantes del Pacto de Varsovia.
Creo que para hacer un breve análisis del género policíaco
en la actualidad en Cuba se debe partir del anteriormente mencionado ensayo de
Chandler, ante todo ¿qué es la literatura policíaca? La literatura es un texto
mal o bien escrito, sin depender del género al que pertenece, pero en el caso
particular del policíaco o “literatura
de detectives”, género criticado por muchos como “literatura ligera”, se debe
hacer énfasis en la construcción del mundo, para que sus personajes no asemejen
seres encartonados muy buenos o muy
malos, que los convierte en inverosímiles. La literatura policíaca debe de
mostrar un mundo real, donde el lector sea capaz de reconocerse, un lugar conde
hay asesinos, prostitutas, ladrones. O sea que tenga una perspectiva
sociológica del mundo que lo rodea, solo así el convenio que se establece entre
el lector y el escritor puede ser real y evitar que se sienta estafado este.
Chandler advierte al respecto:
“El relato policial, por varias razones,
puede ser objeto de promoción en muy raras ocasiones. Por lo general se refiere
a un asesinato, y por lo tanto carece del elemento promocionable. El asesinato,
que es una frustración del individuo y por consiguiente una frustración de la
raza, puede poseer -y en rigor posee- una buena proporción de inferencias
sociológicas. Pero existe desde hace demasiado tiempo como para constituir una
noticia. Si la novela de misterio es realista (cosa que muy pocas veces es),
está escrita con cierto espíritu de desapego; de lo contrario nadie, salvo un
psicópata, querría escribirla o leerla. La novela de crímenes tiene también una
forma deprimente de dedicarse a sus cosas, solucionar sus problemas y contestar
sus preguntas.”(2014: 26)
De inferencias sociológicas la literatura negra
cubana está llena, no podría ser de otra forma cuando se escribe desde/sobre un
país tan complejo como es Cuba, y cuando muchos de sus autores escriben desde
la diáspora, existiendo en algunos casos un desfase entre el país que dejaron y
el país que es en la actualidad, ruptura que se demuestra en su literatura
cuando encuadran sus novelas en un contexto actual donde las condiciones del
Word building de sus novelas están anclados en los noventa o en las fechas
cuando partieron de Cuba.
Los principales hacedores de literatura negra cubana
en la actualidad son Amir Valle, Leonardo Padura, Lorenzo Lunar, Chavarría y
Vladimir Hernández.
Los cuatro primeros son fácilmente clasificables en
el sentido de que sus obras rondan sobre los aspectos teratológicos de la
sociedad cubana, ese mundo underground que no siempre ve el ciudadano común,
pero que subyace allí, la homosexualidad, la prostitución, la corrupción de la
policía, la pérdida de ese Hombre Nuevo que se quería construir en la sociedad
cubana y que se ha convertido en un policía opresor o en un delincuente que
vende mercancía barata a los extranjeros turistas, desde habanos hasta chicas
“que se dejan hacer de todo”. En el caso de la literatura escrita por Amir
Valle se denota la critica política y social al sistema con más intensidad que los
otros, tendencia que se veía venir desde la publicación de Si Cristo te desnuda, Premio Soler Puig y publicada en Santiago de
Cuba. La literatura de Padura, que ha tenido más publicidad evidentemente que
las otras, y de alguna forma ha opacado a sus compañeras, es una literatura del
desanimo, del desengaño de toda una generación, El hombre que amaba a los perros, puso el listón muy alto, aunque
evidentemente pudo ser menos detallista, dejándole a los lectores medios el
placer de buscar más datos históricos sobre Trotsky o su asesino; esta
tendencia se ve aumentada en su obra Herejes,
lectura que se vuelve muy densa por momentos en sus descripciones históricas,
que más bien parece un libro de ensayos histórico que una novela de detectives,
si muy interesante para el lector que les guste estos temas, pero no para el
leedor que está más interesado en la intriga policial.
En España ha salido publicada la novela de Vladimir Hernández: Indómito (Editorial Roca, 2016). Me acerqué a la novela con
suspicacia, debo declararlo: no leas a tus contemporáneos, me ha dicho siempre
un diablillo en el oído. Es una novela que se lee fácil, cuando digo esto no
quiero decir que sea simplota sino que con una narrativa clara, usando (y
abusando) del diálogo directo nos lleva por toda una trama sangrienta por toda la Habana. Un estilo
hemingueyano, si me tomo la licencia de categorizarlo. Pero esta novela va
mucho más allá, fuera de sus limitaciones como los continuados manierismos y
diálogos donde el localismo es una limitante para el lector español, esta
novela se puede decir que traza un nuevo camino a los escritores cubanos de
novela negra en el sentido de que el autor se centra más en la psicología de
los personajes y evita, o trata subrepticiamente, los temas políticos, aunque
estos están implícitos en toda la trama. Es heredera de la temática sobre
la marginalidad, pero toca otra marginalidad que no había sido acariciada por sus
antecesores: la de las personas que emigran del oriente de la isla de Cuba hacia la capital, una vivencia de
personas que no tienen nada y que lo poco que consiguen en la capital de todos
los cubanos lo ven destruido de un día para otro; lo que les pasa a menudo es
que las expulsen y les destruyan sus chozas, ilegales, sí, pero levantadas con
todo el esfuerzo del mundo. En palabras de Dunieska, “la palestina” (1)
personaje de la novela:
“Las cosas en Mayarí se estaban poniendo
muy malas. Allí es muy difícil buscarse la vida. Cuando enterramos a mi papá,
mi mamá tomó la determinación de que nos fuéramos a vivir con un hermano de
ella y su familia (…)agarramos los cuatro chiliches que teníamos y nos montamos
en un camión; mis abuelos maternos, mis hermanos mas chiquitos, mi cuñada con
mis sobrinos y mi mamá.”(Hernández, 2016: 56)
Como se ve se denota la tragedia, la fatalidad, el
fatus griego y la desesperación de hallar esa meca de la riqueza que ella cree
que va a encontrar en la
Habana. Y migra con toda la familia aposentándose en un llega
y pon que la policía destruye luego. Y esta marginalidad es diferente a la
tocada por Amir Valle o Padura en sus novelas, y es que en Cuba, hay muchas
Cubas, y generalmente la literatura negra cubana está centrada en la Habana y no en el resto del
país, con la honrosa excepción de Lorenzo Lunar,no obstante cuando se lee su
obra, cualquiera de sus novelas parece escrita desde la Habana.
Vladimir en su texto habla sobre la venganza de
Duran, pero no es solo la venganza personal, sino una venganza contra el
sistema social que lo lleva a delinquir y que construye a policías corruptos
que viven también al margen dela sociedad. Allí conviven sodomitas, el relato
que hace de la cárcel nos recuerda inevitablemente a Hombres sin Mujer de Montenegro, a una normas carcelarias, pero lo
que sorprende es que el protagonista cuando sale de la cárcel, en el exterior ,
siguen rigiendo las mismas normas que dentro del entramado carcelario lo que
nos lleva a la idea de la cárcel total de la que hablaba Foucault en su
Panóptico: la idea de la Habana
como una cárcel monstruosa donde todos se vigilan y donde todos delinquen y
venden su cuerpos, sus ideas sus aspiraciones por unos dólares para poder comer
o para poderse beber el ultimo trago de ron peleón.“Cuando los prisioneros se han puesto a
hablar, ya tenían una teoría de la prisión, de la penalidad, de la justicia.
Esta especie de discurso contra el poder, este contra-discurso mantenido por
los prisioneros o por los llamados delincuentes, eso es lo que cuenta y no una
teoría sobre la delincuencia” (Foucault, 1994: 12).
Pero va mucho más allá de eso, la idea de panóptico,
la novela nos muestra una Habana-ciudad cerrada, una ciudad que se debate entre
una urbe estrictamente penal o disciplinaria, una metrópolihundida sobre sí
misma donde el control policía se entrelaza con el poder delincuencial para
convertirse en una red que cubre a todos los marginales. Un poder que va más
allá de lo material porque pesa sobre la conciencia colectiva de los habaneros
educados en la represión y en la picaresca como forma de evadirla.
El personaje de Vladimir exclama que para vivir en
Cuba hay que estar loco o borracho, y esto nos lleva de nuevo a Foucault y su
trato del control de los locos, borrachos, homosexuales, seres desviados
normativamente a los que hay que tratar en instituciones carcelarias como
escuelas reeducadoras, fábricas, cárceles.
Y una vez más se declara a La
Habana, no como la capital de todos los cubanos, sino como un
espacio urbanístico refugio de drogadictos, prostitutas, nuevos ricos,
paladares, donde el control estatal está presente siempre, pero al estar
corrupto desde su base, la maquinaria de control social legitima los hechos
violentos y la búsqueda de riquezas sin importar escrúpulos morales alguno. Y
ese Hombre Nuevo roba, viola, mata si tiene necesidad de ello, en la búsqueda
de los verdes dólares. Y todo
desarrollándose en un ambiente kafkiano de hombres masas, con una existencia
precaria (véase al padre del protagonista, ex combatiente de la guerra de
Angola y muriendo todos los días un poco en su silla de ruedas). Y todos
juzgados por leyes que desconocen, por hombres despóticos y decadentes.
Es interesante hacer una análisis entre esta novela policíaca y el self de sus personajes, un análisis psicoanalítico, donde el
narrador y sus futuros lectores se saborean, se deleitan con lo monstruoso de
los crímenes, con lo teratológico, lo patológico de los hombres corruptos de la Habana. Así Vladimir consigue algo:
el examen de sí mismo, de cuanto hay en ellos también de patológico, de
criminal, de deseos secretos, de ver cuando el poder les controla estos
instintos.
El gran protagonista de la novela Indómito es la ciudad, una Habana decadente y sumergida en un sopor
del que no ha podido desprenderse en los últimos años, de personajes que
quieren escapar de esa realidad en la constante búsqueda de la felicidad, pero
su acción los llevara inevitablemente a la catástrofe personal.
Es una novela que, repito, ha abierto un nuevo camino en la novelística negra en Cuba, y no quisiera terminar sino citando nuevamente a Chandler, en unas frases que creo que describen perfectamente esta novela:
Es una novela que, repito, ha abierto un nuevo camino en la novelística negra en Cuba, y no quisiera terminar sino citando nuevamente a Chandler, en unas frases que creo que describen perfectamente esta novela:
“Hammett escribió al principio (y casi
hasta el final) para personas con una actitud aguda y agresiva hacia la vida.
No tenían miedo del lado peor de las cosas; vivían en ese lado. La violencia no
les acongojaba. Hammett devolvió́ el asesinato al tipo de personas que lo
cometen por algún motivo, y no por el solo hecho de proporcionar un cadáver. Y
con los medios de que disponían, y no con pistolas de duelo cinceladas a mano,
curare y peces tropicales. Describió a esas personas en el papel tales como
son, y las hizo hablar y pensar en el lenguaje que habitualmente usaban para
tales fines”. (2014:35)
Vladimir Hernández no escribe solo sobre la sangre o
la corrupción policíaca: escribe también sobre la corrupción de las personas
que se ven abocadas a caer en lo más bajo del mundo para sobrevivir, no digo
más: léanla.
Bibliografía
Bibliografía
Chandler, Raymond(2014):”El simple arte de matar”.
Ediciones e Bolsillo.
Hernández, Vladimir(2016): “Indómito”.
Ediciones la Roca.
Barcelona.
Michel Foucault (1974). "Prisons et
asiles dans le mécanisme du pouvoir", en Dits et Écrits, t. II. París:
Gallimard, 1994, pp. 523–4.
Vázquez Montalbán, Manuel (1987): “No
escribo novelas negras”. En: El Urogallo. Enero-febrero, pp. 26-27.
(1) En Cuba se les denomina “palestino” a las personas que migran desde las
provincias orientales a la
Habana buscando mejorías económicas o perspectivas
profesionales.
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