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viernes, 16 de junio de 2023

SOCIALISMO: ¿La pesadilla de la mayoría?

Por Arnoldo Fernández. 

La pesadilla de la mayoría

(MI ENTREVISTA A PERSONAJES DE EL HOMBRE QUE AMABA LOS PERROS)

El hombre que amaba es una novela del cubano Leonardo Padura. Se publicó en Cuba en 2010. A mi pueblo llegaron 4 ejemplares, tenían sus destinatarios bien claros, uno de ellos fui yo, que luego de leerlo, pasé el libro a mucha gente. No quise quedarme en una lectura trivial, así que preparé un cuestionario y los personajes respondieron con una lucidez impresionante. 

Arnoldo: ¿Sin aprender y ejercitar el miedo, como lo hizo Stalin en su momento histórico, es posible empujar a un país hacia el socialismo como alternativa?

Kotov (agente soviético): “Stalin lo pervirtió todo y obligó a la gente a luchar y a morir por él, por sus necesidades, su odio, su megalomanía. ¿Qué socialismo, qué igualdad?” (Padura, L: 502)

Iván: “… la fábula futurista e imaginativa de Orwell en 1984 terminó convirtiéndose en una novela descarnadamente realista. Y nosotros sin saber nada… ¿O es que no queríamos saber nada?”. (Padura L: 463)

Trotski: “La Unión Soviética legaría al futuro su fracaso y el miedo de muchas generaciones a la búsqueda de un sueño de igualdad que, en la vida real, se había convertido en la pesadilla de la mayoría”. (Padura, L: 184).

Arnoldo: ¿En algún momento la deformación estalinista del sueño socialista, será corregida y encausada por los hombres de cara al futuro?

Trotski: “¿Se podría abrigar la esperanza de que algún día la humanidad llegara a saber cuántos cientos de miles de personas habían sido ejecutadas por los secuaces de Stalin? ¿A cuántos comunistas verdaderos quitaron del medio? Él estaba convencido de que unas y otras eran cifras de vértigo, a las que se debían sumar millones de campesinos muertos de hambre en Ucrania y otras regiones por la catástrofe de la colectivización, y los millones que habían perecido en los desplazamientos de pueblos enteros ordenados por el antiguo comisario de las nacionalidades… Con toda seguridad se trata, (…), de la mayor masacre de la historia en tiempos de paz, y lo peor es que nunca sabremos las verdaderas y terribles proporciones que alcanzó el genocidio, pues para muchos de esos condenados no hubo sumario, juicio, acta de condena. La mayoría había muerto en calabozos, en trenes asfixiantes, congelados en los campos siberianos o fusilados al borde de los ríos y precipicios para que sus cadáveres fuesen arrastrados por las aguas o cubiertos por aludes de tierra y nieve…” (Padura, L: 341).

Arnoldo: ¿Es posible retomar un socialismo que no esté regido por una minoría burocrática que por la fuerza, la coacción, y la supresión proteja sus intereses contra el descontento mayoritario de un país?

Kotov (agente soviético): “…empezar el negocio sin engañar a nadie, sin joder a otro porque piense distinto a ti, sin que se busquen pretextos para callarte la boca y sin decirte, además, que cuando te cogen el culo lo hacen por tu bien y por el bien de la humanidad, y que ni siquiera tienes derecho a protestar o a decir que te duele, pues no se le deben dar argumentos al enemigo y todas esas justificaciones. Sin chantajes… (Padura, L: 517)

Arnoldo: ¿Stalin no pervertiría hasta sus entrañas el sueño socialista y la utopía del socialismo?

Trotski: “El terror había generado el efecto de estimular la envidia y la venganza, creando una atmósfera de histeria colectiva y, peor aún, de indiferencia ante el destino de los demás”. (Padura, L: 330)

Vieja amiga de Trotski: “Es terrible comprobar que un sistema nacido para rescatar la dignidad humana haya recurrido a la recompensa, la glorificación, el estímulo de la delación, y que se apoye en todo lo humanamente vil (…) Siento que hemos llegado al fin de la justicia en la Tierra, al límite de la indignidad humana. Que han perecido demasiadas personas en nombre de la que, nos prometieron, sería una sociedad mejor”. (Padura, L: 331)

Iván: “…una trama sórdida, destinada a deglutirlo (todo) hasta la última célula”. (Padura, L: 533)

Arnoldo: ¿Qué recuerdo conserva la humanidad del experimento más generoso soñado por el hombre?

Iván: “Las promesas que nos habían alimentado en nuestra juventud y nos llenaron de fe, romanticismo participativo y espíritu de sacrificio, se hicieron agua y sal mientras no asediaban la pobreza, el cansancio, la confusión, las decepciones, los fracasos, las fugas y los desgarramientos. No exagero si digo que hemos atravesado casi todas las etapas posibles de la pobreza.” (Padura, L: 460)

Ramón Mercader: “La monotonía de una arquitectura apresurada, empeñada en demostrar que a una persona le bastaban unos pocos metros cuadrados de techo para vivir socialistamente...” (Padura, L: 513-514)

Iván: “El sueño estrictamente teórico y tan atractivo de la igualdad posible se había trocado en la mayor pesadilla de la historia, cuando se aplicó a la realidad, entendida con razón (más en este caso), como el único criterio de la verdad”. (Padura, L: 389)

Quizás podrían hacerse otras preguntas a los personajes, no tengo nada en contra de los que lo crean así. Las que yo les hice, consiguieron unas respuestas que valen la pena tenerse en cuenta, para comprender la necesidad de reinventar un ideal, que en la mayoría de los casos, no logró el sueño teórico de un mundo mejor.

martes, 1 de junio de 2021

¿Romper el caracol o conservarlo?, el dilema de Clara en Como polvo en el viento


Por Arnoldo Fernández Verdecia.
  
(caracoldeaguaoriente@gmail.com).  

                                         -I-

La historia de Cuba de las últimas décadas  quien mejor la narra es un novelista llamado Leonardo Padura Fuentes, sobre todo en su último libro, Como polvo en el viento, donde presenta el testimonio de unos amigos repletos de sueños, ideas futuristas, en busca de un paraíso y las fracturas que dejó en ellos lo histórico. Sus testimonios son un auténtico reflejo de la crisis de un sistema social que necesita reinventarse para volver a ser parte de la esperanza, del porvenir. 

Como polvo en el viento es la historia novelada de una isla fragmentada entre los que se fueron y los que se quedaron; los hilos espirituales que aún perduran en esa relación. 

Sostengo la idea de que para el cubano esencial (y todos somos esenciales); Cuba es un caracol que lo acompaña adonde quiera; incluso, dentro de la propia insularidad no deja de hacerlo, quizás con más fuerza que para los que tomaron el camino de la diáspora.   

Veamos el tratamiento de Clara; un personaje que vive aún, más allá de los 50 años, en esta novela de Padura. 

                                       -II- 

Marcos había leído sobre un personaje emigrado que llevaba consigo su modo de vida como el caracol que arrastra su morada: ¿Por qué había conservado esa cita en su mente? ¿Sería porque su destino era convertirse en un caracol como su madre Clara, aunque de otra especie? También él llevaría por siempre su casa cultural sobre su espalda. (1)

Una primera idea es evidente: todo cubano marcado por el contexto de los 90 del siglo XX  tiene raíces culturales profundas  que lo acompañan a cualquier lugar del mundo;  siempre están los recuerdos, la nostalgia, los olores, los estados afectivos, los colores de la isla, los sonidos, los sabores, para no dar paso al olvido total. Nunca hay olvido.

En una parte de los que se fueron está el ansia de no regresar nunca; para no sentir la órbita de lo pasado, lo que duele y marca; pero en otros volver es la terca necesidad de reencontrarse con las huellas aún frescas de lo que fue el crecimiento de su ser espiritual en una entidad física, que puede ser La Habana, Santiago, Cienfuegos, Bayamo o un barrio isla adentro… 

Esa contradicción que acompaña al cubano de la diáspora, es un vía crucis angustioso, terrible, al que debe enfrentarse como artesano de su presente y, por qué no, de su futuro. Marcos, el hijo de Clara, lo tiene comprobado en su vida propia; la concha siempre va con él al igual que su madre que también es un caracol; incluso en sus peores momentos, pero también en los más hermosos. Gracias a esos resortes espirituales, consigue recrear sus modos de ser cubano en esa diáspora que vive en Miami, mediante el juego de béisbol con niños y los fines de semana de licores, playa, comida; junto a jóvenes cubanos de su generación, que se congregan para pensar, hablar y comportarse como lo hacían en su añorada isla.  

Pero Marcos tiene una certeza que no admite dudas: su madre es un caracol de otra especie.

                                      -III-

"... cuánto amaba aquella casa, su casa: el caracol que arrastraría como una bendición y una cadena.” (2)

Así piensa Clara y tiene sus razones. Creció bajo la influencia de un mito asociado a una piedra traída del mismísimo Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba; una piedra imán, colocada en los cimientos de lo que sería el hogar de sus padres en Fontanar, La Habana; donde aprendió los afectos que curan el alma; donde creció física, espiritual y profesionalmente, hasta graduarse de ingeniera y casarse con el que sería el padre de sus hijos; e incluso, mucho después, encontrar el amor de su vida en otro hombre llamado Bernardo. 

En la casa de Clara se reúne el clan, una cofradía de amigos que estudiaron juntos, se hicieron profesionales y tenían aquel sitio como cuerpo simbólico donde encontrarse, celebrar cumpleaños, la Navidad, esperar el año nuevo; en fin, alimentar la amistad como uno de los estados afectivos más apreciados. Los amigos forman un mosaico interesante que comprende una pareja de homosexuales, un médico cirujano, una lesbiana, un alcohólico, un físico, dos arquitectos, un pintor y los hijos de Clara. 

Todos se van y tienen destinos distintos, pero Clara y el alcohólico Bernardo se quedan. Circunstancias adversas que ponen en peligro la vida de este último los unen, y descubren el amor más puro que ya no creían alcanzar, ya pasados los 50. Ese amor crece, se desborda en la casa de Fontanar; allí donde el mito prevalece, y los que se fueron a España, Argentina, Estados Unidos no dejan de pensar en ella, para bien o para mal; pero todos reconocen que allá están las mejores personas, los amigos de siempre, a los que hay que salvar a cualquier precio, porque son el caracol con el que cada uno emigra y no consiguen despegar de sus pensamientos. 

Clara es el caracol especial que desde su niñez aprendió la lealtad, la dignidad, la maternidad responsable, la madre protectora, la amiga de todos, el prototipo ideal del cubano esencial, el que, dentro de la propia isla, arrastra un caparazón del que no podrá liberarse, porque en él va su espacio vital, el sentido de la vida. 

                                    -IV-

(...) Clara, el pedazo más fuerte del imán que siempre nos atrajo desde el fondo de la tierra y hoy nos tiene aquí unidos a los fragmentos que hasta ahora hemos sobrevivido, sentados encima de esa piedra de cobre magnética venida de tierra santa cubana; la piedra mágica sobre la que se levanta esta casa, que es mucho más que una casa: es nuestro refugio, nuestro caracol.(3)

Lo dice Bernardo un 24 de diciembre de 2015, ya en la fase terminal de un cáncer que lo está devorando.  Una parte del clan disperso se congrega en esa casa imán, en su pedazo más sólido, Clara, a la que todos adoran y agradecen, porque nada supera su calidad espiritual como ser humano. 

El momento es mágico pudiera decirse, porque, en una especie de última cena, viajan al centro donde empezaron a encubarse sus sueños, a encontrarse con fragmentos de sus pasados que los lastiman, los hacen sentir culpables; necesitan una anagnórisis que los redima del futuro, para poder seguir cada uno con sus vidas. Horacio, por la hija que nunca conoció, Joel y Irving por esas vidas que tuvieron que hacer lejos, huyendo de un miedo casi enfermizo; Darío, por escapar de una precariedad material y del maltrato de que fue víctima cuando niño; Bernardo, por la adicción al alcohol y sus fracasos amorosos, familiares. Los hijos de Clara Marcos y Ramsés, con sus diferencias, pero con familias construidas muy lejos de aquel hogar, donde vinieron al mundo y se hicieron hombres, pero que no ofrece ningún futuro para su descendencia. 

Uno de los momentos más conmovedores de la novela acontece cuando Ramsés, _el hermético Ramsés_, va hasta el patio de la casa y ante la tumba de su perro, rompe a llorar: 

"Lo emocionó más de lo esperado ver bajo el aguacatero que él mismo había plantado cuando todavía era un niño (este árbol, sí más grande), un túmulo de piedras coronado por una losa blanca en la que, con letras negras ya un poco desvaídas se leía el nombre de Dánger". (4)

Aquel hombre, que ni al abandonar su Patria se conmovió; ni se inmutó al tener que vivir en otro lugar del mundo, al aprender idiomas, comenzar una nueva vida laboral,  empezar de cero en todo,  cae rendido ante los recuerdos de la niñez y la adolescencia vinculados a su mascota. El clima del momento es intenso y comunica explícitamente un mensaje al lector: a pesar del desarraigo, de la radicalidad de la vida construida lejos del hogar de nacimiento, el pasado es una mancha indeleble que siempre estará presente; no importa el lugar donde vivamos, ni las vidas que elijamos vivir. Siempre el caracol cultural irá en nosotros, como una extraña osamenta de la que nunca podremos librarnos. 

La casa refugio, caracol de todos, será el centro del desenlace final de los miembros del clan reunidos allí en los últimos días de diciembre de 2015. Cada uno tendrá la conclusión de sus vidas, la solución de los acertijos y demonios que castraron el camino que alguna vez intentaron recorrer, movidos por una utopía que ellos creían milagrosa, justa, pero que según Fukuyama: "no era superior  en ningún aspecto al sistema occidental sino que, en realidad, constituía un fracaso monumental.”(5)

                                  -V-

Y vio a Clara saberse sola, cósmicamente sola, con su caracol a cuestas.

Ahora sí ella tiene que hacer las gestiones y, si le dan la visa americana, venir un tiempo para acá con nosotros. Quedarse aquí para siempre si quiere. Romper ese caracol de mierda. (6)

Habla Marcos en Miami, el hijo de Clara. Quiere sacarla de una isla, donde sobrevivir es una obsesión desgarradora. 

Clara está completamente sola. La muerte de Bernardo es la culminación de un proceso de pérdidas que comenzó con la partida de Darío; luego, la de todos sus amigos, las de sus hijos y ahora el destino le quita al hombre que la hizo feliz como nadie en su historia personal. 

Clara tiene ante sí el dilema existencial más importante de su vida, pasado los 50: ¿Irse o quedarse? 

En la búsqueda de respuestas, su diálogo con Marcos es estremecedor. Los caracoles culturales que cada uno arrastra se enfrentan desde la sabiduría de sus vidas: 

_Yo debería estar ahí contigo, mami

_No. Acá está la muerte. Contigo está la vida.

(...)

_¿Por qué no te quedas aquí? Allá estás sola, en la casa (...)

(...) Clara colgó y se sintió alarmada. Al final, ¿ella también se iría del país, atraída por sus hijos y sus nietos, espantada por la soledad? (7)

Es una duda que la golpea profundamente; pero tiene una certeza absoluta, la dice con sobriedad, sin dramatismo: "Acá está la muerte. Contigo está la vida". Sin embargo, elige el camino de retorno a la casa insular; junto al silencio, la soledad, los recuerdos.  Quizás sus hijos, los nietos, la necesitan; pero mientras dure su ciclo vital, arrastrará un caracol de raíces muy profundas. En su concha vive el rumor de la tierra, su tierra, el paisaje, una vida intensa, triste a veces, pero con pequeñas dosis de felicidad, también la amargura de muchas pérdidas; sin embargo, nada de eso ha conseguido desarraigarla de la pasión por lo suyo, hasta en el momento que cumple la última voluntad de Bernardo: esparcir sus cenizas en una de las fuentes del río mítico de los habaneros, el Almendares. En ese instante en que Bernardo se vuelve vida otra vez, escucha: "El canto del sinsonte (...), el canto del país." (8)

Contramaestre, 5 de mayo de 2021.

Citas  bibliográficas  y notas

1.  Leonardo Padura: Como polvo en el viento, Tusquest Editores, España, 2019, p. 32. 

2.   Leonardo Padura: Obra citada, página 57.

3.  Leonardo Padura: op.cit, p. 352. 

4.  Leonardo Padura: op.cit , p. 351

5.  F. Fukuyama: ¿El fin de la historia? y otros ensayos, Editorial digital Titivillus, 2017, p.40.

6.  Leonardo Padura: op.cit,  p.366

7.  Leonardo Padura: op.cit p. 394

8.  Leonardo Padura: op.cit, p. 396.

lunes, 16 de octubre de 2017

ENSAYOS I: “Efecto zombi”


A la memoria de Eduard Encina (1) . 

Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com 

Encerrado en el  “castillo ideológico”, quizás más político que cultural, en medio del asedio imperialista, he  comprendido vacíos que el discurso historiográfico cubano no ha sido capaz de llenar en las últimas décadas, relacionados con la órbita huracanada del socialismo y que la literatura los ha suplido con una dignidad encomiable. Por eso asumo en estas páginas una de las tesis en la que siempre he creído: literaturizar es un modo de salvar la memoria ante los derrumbes y poner las cosas en su  justo lugar, sin soldadear en uno de los bandos.  

El socialismo ha sido una hermosa utopía conformada con retazos de pasado y sueños, pero las formas de concretarlo en Europa fueron pesadillas dramáticas donde campearon las bajezas humanas (2) . La historia escrita por abogados de oficio, comprometidos con una visión parcializada del fenómeno, ha estado plagada de triunfalismos y un eslogan tremendo: “EL SOCIALISMO ES IRREVERSIBLE”. Con él creció cada persona de la Europa Oriental, creció cada cubano después de 1960, crecí yo, usted mismo si me está leyendo ahora y es nacido en Cuba. Los rusos aparecían siempre como nuestros salvadores. ¿Acaso lo fueron? ¿Ha podido el socialismo tropicalizado nuestro apartarse de la órbita de los grandes imperialismos?

Al colapsar el Campo Socialista y la Unión Soviética muchos salimos de aquel letargo en el que permanecimos por años, aunque a ciencia cierta, nos resultaba difícil aceptar el fin de una utopía donde el hombre, supuestamente, había alcanzado sus sueños y creaba las bases para una sociedad nueva. En Cuba, intelectuales honestos, ansiosos de obra duradera, usaron la literatura para canalizar reflexiones sobre el devenir de esa “luminosa utopía” y señalaron sus  oscuridades.  Los historiadores prefirieron hacer silencio. Casi nadie quería estudiar la historia reciente con visos críticos. Nuestro José Martí, a pesar de la distancia temporal, se levantó desde su paternidad oracular. El hecho de nombrar los estados pendulares para alcanzar la república espiritual, y desde ellos advertir y complejizar  sobre los sentidos de la futuridad, tienen plena vigencia en ese empeño de hacernos con una sociedad nueva. Una alerta suya pareció olvidarse en el recorrido errático de aquel socialismo real: “(…) el cubano quiere cariño, y no despotismo: que por despotismo se fueron muchos cubanos al gobierno y se volverán a ir…”(3)  La citada advertencia determinó su inclusión en estas páginas, pues al relacionar sus últimos escritos del Diario de campaña de Cabo Haitiano a Dos Ríos, con las piezas literarias aquí valoradas, el eje de las tiranías aparece en todas explícita o implícitamente. Martí defendió siempre la libertad del pensar y estuvo en contra de los caudillismos que anulan la misma y atan al pueblo al poste del fanatismo. Su muerte heroica en defensa de un ideal, dice más hoy que todas las divagaciones que podamos hacer.  

En la cartografía del socialismo a través de la literatura cubana encontramos a un martiano como Virgilio Piñera que tempranamente advirtió, en Presiones y diamantes (1967), sobre la díada: presionados y presionadores,  tan cara a él en las primeras décadas de revolución. Pero también colocó ojos al lector para comprender el dilema individualidad versus masas, y retrató, a estas últimas, poseídas por un efecto zombi que limitó el ejercicio de las potencialidades creativas y críticas. Piñera construyó una variante de escapismo ante la contaminación del pensar y el expresarse: congelar cuerpo y alma ante las desilusiones.  Pero no quedó en el desencanto solamente, enfrentarlo también era necesario, para ello se auxilió de un símbolo de la tradición hispana, el Quijote, y lo dotó de nuevos contenidos ante el citado efecto; solamente él tenía la lucidez necesaria para derribarlo, construir donde todo parecía estéril.  Piñera murió rodeado de incomunicación, o mejor, completamente aislado,  ello explica el largo silencio en que permaneció su inmensa obra literaria, que fuera considerada, en algún momento, “perniciosa para los jóvenes” (4) ; y políticamente incorrecta”(5).  Esa cortina no logró sepultarlo como un muerto más, confiaba en que su literatura lo trascendería, y así sucedió, como el Jesuita que siempre fue, reapareció en la gente que siguió sus dictados, conscientes del precio de tener cabeza propia y disentir sabia o irreverentemente cuando había que hacerlo. El Virgilio de La isla en peso sirve hoy de metáfora a una sociedad necesitada de la irreverencia lúcida, para escoger sabiamente una opción de futuro y construirla entre todos, sin acudir a fórmulas degradantes del ser humano.

En este acercamiento ocupa un lugar clave Joel James, que desde un ensayo cuestionador: Vergüenza contra dinero, utiliza la irreverencia lúcida, apunta desvíos, equívocos, propone alternativas, pero sólo es escuchado  por una minoría ilustrada sin espacios suficientes para erguirse y dialogar de igual a igual con los protagonistas de los desvaríos criticados: “El socialismo, cuando sea, será obra de la mayor parte de la sociedad, la clase obrera dirija este proceso o no, depende de cómo se defina esta propia clase y cómo resuelva su comunicación interna entre los distintos segmentos que la integran”. (James, Joel: 2012: 39) La contundencia de las ideas mencionadas me lleva a varias preguntas, seguramente usted se las hace también: ¿Ha resuelto el socialismo las dos interrogantes citadas? ¿La conceptualiazación del modelo económico y social de desarrollo socialista las ha tenido en cuenta? ¿El término sociedad civil socialista es un empeño para llenar esa limitación? ¿En verdad funciona la comunicación a lo interno de esos distintos segmentos que integran lo que llamamos sociedad civil socialista?

Al momento de la publicación del libro, casi fue juzgado por iconoclasta, o mejor, excluido, cuando dijo que: “El expediente del socialismo de Estado, inseparable de un alto grado de centralización y autoritarismo, no podrá equiparse jamás con un auténtico programa de estado socialista, de suyo humanista, consciente y desalienado, obra de la libre asociación de entidades productoras independientes”. (James, Joel: 2012: 40) Leer estas ideas surgidas en el contexto del muy eufemístico “Período Especial”, permiten comprender la lucidez del carismático intelectual; casi 20 años después, regresan con la misma energía de aquel momento y uno se pregunta: ¿Llegó el “socialismo cubano” a solucionar el problema de la alienación? ¿Acaso llegó algún día a ser la obra  de libre asociación de entidades productoras independientes, surgidas de la libre capacidad y decisión de los seres humanos para constituirlas? Desde su irreverencia, James encarnó también un nuevo Quijote al hacer esos planteos en la coyuntura de los 90 del pasado siglo XX, tácticamente creyó posible ser juez y parte, por eso cargó sobre los tropiezos del “socialismo tropical”, juzgó sin temor, allí donde había que hacerlo. Tal parece que la metáfora del ser paranoico, envuelto en fantasías caballerescas, reencarnó una y otra vez en los escritores cubanos que como James creían en la literatura como forma de influir sobre la sociedad y transformarla. El ejercicio del pensar arriesgó el rostro y ejerció justicia. James murió sin renunciar a las ideas escritas en aquel memorable ensayo que hoy está en muchas librerías de Cuba y la miseria crítica que padecemos, no lo ha visto, o no ha querido hacerlo, para orientar a los lectores y dotarlos de empeños morales y asumir el desafío de rearticular una sociedad, donde tenga espacio el sujeto opinante, lúcido o no, pero comprometido con un futuro mejor, donde quepamos todos, los cubanos de adentro y los de afuera.

También utilizando el ensayo como formato, Eliades Acosta escribe “Siglo XX: intelectuales militantes” (2007), en el que realizó un interesante balance de las ganancias y pérdidas del socialismo. Llamó a Stalin, torpe y de una cortedad política que no le permitió comprender la crítica como soporte moral para afianzar lo construido en términos culturales.  Queda claro, al leer sus páginas, que cualquier proceso totalitario, -el nazismo y el mismo stalinismo-, se rodearon física y espiritualmente de hombres inteligentes para fundamentar sus proyectos  y descabezar a los que se opusieran a sus ambiciones. Felizmente, la dirección política de la Revolución cubana, tuvo claridad sobre esos desaciertos y proyectó una serie de rectificaciones para reorientar el navío socialista en medio de la tormenta de credibilidad en que se vio envuelto el “socialismo real” en la década de los 80 del siglo XX. En todo ese proceso de búsquedas y rectificaciones llegó la crisis de los 90 y hubo que obviar la estrategia y centrarse en la sobrevivencia de la revolución, la mayoría de las rectificaciones tuvieron que hacerse a un lado;  Acosta Matos, con aguda inteligencia, parece sugerir esa lectura, aunque no la planteó formalmente. Acudió a un símbolo construido por occidente, para explicar  el resurgimiento del socialismo en un país llamado Venezuela con la llamada Revolución Bolivariana: ella es el nuevo Prometeo, el titán que roba el fuego a los dioses del Olimpo y lo dona a los hombres para que prosperen y se multipliquen. Es un momento, dice, donde la intelectualidad comprometida se unió, e inició nuevas búsquedas para construir lo que comenzó a llamarse “socialismo del siglo XXI”; todavía indefinido en términos conceptuales, aunque quiere borrar de la memoria histórica el experimento fallido del XX y proyectar la nueva utopía - no deja de ser la misma de antes-, sobre sólidas bases humanistas, donde el hombre sea el centro de todos los poderes públicos.  El liderazgo de Chávez parecía ser el camino, su carisma era tan contagioso que fue convertido en un ídolo en la lucha contra el imperialismo y las masas populares terminaron adorándolo como un santo milagroso. Después de unos años a la deriva en medio del mar revuelto, con la ballena asesina camino a deglutirla, Cuba volvió a caer en la gravedad de otro aliado, Venezuela; sus motores se engrasaron con el fuego del nuevo Prometeo.  La luz parecía divisarse al final del túnel habitado por sirenas encantadoras dispuestas a poner el mercado allí, donde las energías de los hombres se despertaran, pero no las escucharon, taparon los oídos con cera y el viaje se hizo largo. Aquí tengo que volver a mi Martí,  cuando alertó sobre el rol de los caudillos populistas en los procesos políticos; al faltar –advierte el Maestro-, los pueblos no acostumbrados al ejercicio de la democracia son invadidos por una anarquía incontrolable, necesaria para los oportunistas de siete suelas, impelidos a acudir al instrumento represivo de los ejércitos y restablecer a sangre y fuego sus privilegios, untados con los aceites de la inteligencia negadora de otras posibilidades. No olvido tampoco, según me enseñó mi Martí, que el socialismo tiene una casta de funcionarios ligados por intereses afines y necesitados de mantenerse en posiciones privilegiadas de poder y prestigio;  ineludible resulta saber que la última palabra, sobre la continuidad del renacido “Prometeo”  por las vías tradicionales, o de nuevo tipo, la tienen ellos. ¿Qué ha sucedido hasta ahora en los países socialistas cuando ha faltado el líder?  ¿El hombre masa, poseído por el efecto zombi, ha tenido lucidez para enfrentar a esa casta de funcionarios y derrotarlos? ¿Resurgirán quijotes para vencerlos? El libro de Acosta duerme hoy en las librerías, sus páginas son invadidas por el magenta, muy pocas personas han reparado en su contenido: ¿Por qué la crítica  no orientó cómo leerlo para entender sus claves morales sobre el socialismo real y tropical que nos empeñamos en seguir construyendo?

Quizás algunos pensarán que ubicar a Roberto Fernández Retamar aquí es un “sentimentalismo” injustificado, pero como ignorar su Caliban (6)  construido sabiamente, sobre todo el hecho de nombrar ingredientes necesarios para el socialismo, entre los que menciona la posibilidad de integrar pensamiento y dirección como recursos estratégicos para conducir la nación hacia una sociedad más lograda en sus fundamentos éticos; incluso señala la necesidad de asumir fechas y nombres gloriosos de nuestro pasado, que salven nuestra memoria y permitan recorrer caminos lúcidos para no ir a dar al vertedero de la historia. El fardo del colonialismo cultural es una pesada carga, por eso olvidar puede  conducir a la amnesia, ello justifica una afirmación suya, válida para cualquier tiempo: “Para ser consecuentes  con nuestra actitud  anticolonialista, tenemos que volvernos  efectivamente  a los hombres y mujeres  nuestros  que en su conducta  y en su pensamiento  han encarnado  e iluminado  esta actitud”.(7)  Incluso llega a posponer la escritura crítica de carácter personal, si esta pone en peligro la vitalidad del socialismo; dice Retamar que no puede hacerse mientras seamos un costado del mundo, en abierta guerra cultural contra los imperios, sobre todo el estadounidense, pues todo lo que siembre división, será usado para derrumbar lo que tanto costó edificar. No obstante dictamina que el pensamiento crítico no debe abandonarse en la soledad de las márgenes, debe posicionarse para direccionar el cambio hacia delante, nunca el retroceso, en una dialéctica sin afeites ideológicos, ni falsos dogmas, ni diletantes mesianismos. Un par de preguntas se haría el joven Retamar  si escribiera hoy su Caliban: ¿De qué socialismo estamos hablando? ¿Acaso los líderes saben el destino de lo que llaman “socialismo?

No puede faltar aquí el resultado literario más logrado en esta indagación sobre el socialismo, buscando respuestas que nuestra Historia insular no ha tenido la sutileza de investigar y juzgar con espíritu de época. Su nombre: El hombre que amaba los perros (2010) (primera edición cubana), de Leonardo Padura. Se vendió de manera silenciosa, casi clandestina, a algunos escritores y a algún que otro miembro de algunos sectores intelectuales “preparados para su lectura”. Una buena amiga me la hizo llegar y me fui a la finca de mis ancestros para leerla alejado de la civilización. Al concluir su lectura no pude evitar escribir lo que sigue: “Libro generoso, imposible borrar de la memoria. Las historias narradas generan, sobre todas las cosas, desilusión con uno mismo, compasión hacia todos los que apostamos al milagro y nunca llegó; pero también miedo por nunca atrevernos a intentar ser uno en la uniformidad”. (Junio, 14, 2011).  Al hacer el citado apunte, recordé que en fecha similar había nacido Ernesto Guevara de la Serna (Che), el hombre que encarnó la voluntad quijotesca de redimir a América Latina y provocar la revolución continental del socialismo. No pude obviar el recuerdo de sus últimos días, sin apoyo, aislado, acompañado por el sueño emancipador de un mundo mejor, pero con la certeza de que no debía ser como el de la  Unión  Soviética. De estar vivo Guevara hoy, El hombre que amaba los perros, sería su libro de cabecera e invitaría a formar círculos de lectores, haría preguntas como las que tuvimos que hacerles a los personajes de la novela, sobre aspectos grotescos de la caricatura que legaron a la humanidad, bañado de pesadillas y sangre en su órbita errante por el siglo XX.  Aprecie usted las mismas y sugiera otras si no las comparte. En lo personal me tomé la libertad de preguntar lo necesario; los personajes respondieron según sus rasgos, creo que sus respuestas dicen más que cualquier periódico oficial escrito bajo las urgencias del día a día:

Arnoldo Fernández Verdecia (AFV): ¿Sin aprender y ejercitar el miedo, como lo usó Stalin, es posible empujar a un país hacia el socialismo como alternativa?

Kotov (agente de la KGB soviética): “Stalin  lo pervirtió todo y obligó a la gente  a luchar y a morir por él, por sus necesidades, su odio, su megalomanía. Olvídate de que luchábamos por el socialismo. ¿Qué socialismo, qué igualdad?”  (Padura, L: 502)

Iván Cárdenas Maturel (escritor y periodista cubano): “La fábula futurista e imaginativa de Orwell en 1984 terminó convirtiéndose  en una novela descarnadamente realista. Y nosotros sin saber nada. ¿O es que no queríamos saber nada?”. (Padura L: 463)

León Trotski (Líder bolchevique): “La Unión Soviética legaría al futuro su fracaso y el miedo de muchas generaciones a la búsqueda  de un sueño de igualdad que, en la vida real, se había convertido  en la pesadilla de la mayoría”. (Padura, L: 184).  

AFV: ¿En algún momento la deformación estalinista será corregida y encausada por los hombres de cara al futuro?

León Trotski: “¿Se podría abrigar la esperanza de que algún día la humanidad llegara a saber cuántos cientos de miles de personas habían sido ejecutadas  por los secuaces de Stalin? ¿A cuántos comunistas verdaderos quitaron del medio? Él estaba convencido de que unas y otras eran cifras  de vértigo, a las que se debían sumar millones de campesinos muertos de hambre  en Ucrania y otras regiones por la catástrofe  de la colectivización, y los millones que habían perecido en los desplazamientos  de pueblos enteros ordenados por el antiguo comisario de las nacionalidades… Con toda seguridad se trata, (…), de  la mayor masacre de la historia  en tiempos de paz, y lo peor es que nunca sabremos las verdaderas y terribles proporciones que alcanzó el genocidio, pues para muchos de esos condenados no hubo sumario, juicio, acta de condena. La mayoría había muerto en calabozos, en trenes asfixiantes, congelados en los campos siberianos o fusilados al borde de los ríos y precipicios para que sus cadáveres fuesen arrastrados por las aguas o cubiertos  por aludes de tierra y nieve…” (Padura, L: 341).  

AFV: ¿Es posible un socialismo participativo no administrado por una burocracia, que mediante la coacción proteja sus intereses a capa y espada?

Kotov: “Empezar el negocio sin engañar a nadie, sin joder a otro porque piense  distinto a ti, sin que se busquen pretextos para callarte la boca y sin decirte, además, que cuando te cogen el culo lo hacen por tu bien  y por el bien de la humanidad, y que ni siquiera  tienes derecho a protestar  o a decir que te duele, pues no se le deben dar argumentos  al enemigo y todas esas justificaciones. Sin chantajes. (Padura, L: 517)

AFV: ¿Creen ustedes que Stalin desmoralizó hasta las entrañas la utopía socialista?

León Trotski: “El terror había generado el efecto de  estimular la envidia y la venganza, creando una atmósfera de histeria colectiva y, peor aún, de indiferencia ante el destino de los demás”. (Padura, L: 330)
Vieja amiga de Trotski que huyó de Finlandia ante la persecución estalinista: “Es terrible comprobar que un sistema nacido  para rescatar la dignidad  humana haya recurrido a la recompensa, la glorificación, el estímulo de la delación, y que se apoye en todo lo humanamente vil (…) Siento que hemos llegado al fin de la justicia en la Tierra, al límite de la indignidad humana. Que han perecido demasiadas personas en nombre de la que, nos prometieron, sería una sociedad mejor”. (Padura, L: 331)

Iván Cárdenas Maturel “…una trama sórdida, destinada a deglutirlo (todo) hasta la última célula”. (Padura, L: 533)

AFV: ¿Qué recuerdo conservan los cubanos del “experimento más generoso soñado por el hombre”?

Iván Cárdenas Maturel: “Las promesas que nos habían alimentado en nuestra juventud y nos llenaron de fe, romanticismo participativo  y espíritu de sacrificio, se hicieron agua y sal mientras nos asediaban la pobreza, el cansancio, la confusión, las decepciones, los fracasos, las fugas y los desgarramientos. No exagero si digo que hemos atravesado casi todas las etapas posibles de la pobreza.” (Padura, L: 460)

Ramón Mercader (asesino de Trotski que vivió en Cuba): “La monotonía  de una arquitectura apresurada, empeñada en demostrar que a una persona le bastaban unos pocos metros cuadrados de techo para vivir  socialistamente...” (Padura, L: 513-514)

Iván Cárdenas Maturel: “El sueño estrictamente teórico y tan atractivo de la igualdad posible se había trocado en la mayor pesadilla de la historia, cuando se aplicó a la realidad, entendida con razón (más en este caso), como el único criterio de la verdad”. (Padura, L: 389)

Un escritor que se conectó con el Padura aquí analizado, tal vez directamente, quizás indirectamente, es sin dudas Abel Prieto, que prefirió escudarse en el humor político y se atrevió a comprender los desaciertos del socialismo de Europa oriental, a través de una novela que tiene a un cubano como protagonista: Viajes de Miguel Luna (2011) es su título. El perfil del personaje principal permite comprender que se trata de un escritor frustrado, debatiéndose entre el ser o el no ser, entre el hecho de vivir literariamente la vida, o apartarse y ser un número más en medio de la uniformidad. Prieto se encarga de hacer casi repulsivo el personaje, pues está cargado de defectos que lo hacen intolerable para los demás,  pero se aprovecha de eso para mostrar el universo de relaciones que giran en torno al mismo, donde no faltan oportunistas, mediocres, falsos dirigentes, envidiosos, delatores, políticas erradas para involucrar a un ser humano en una institución cultural, en fin, las mezquindades generados por el socialismo a su paso por el terreno social.  El hecho de valerse de una metáfora geográfica como Mulgavia, para volcar sus reflexiones sobre las desviaciones de la gran utopía del siglo XX, tiene también su mérito, pues revela lo que Virgilio Piñera había advertido tempranamente en Presiones y diamantes: el “efecto zombi” que todo lo hace homogéneo, empacado y no da margen alguno a la diferencia, la improvisación y niega el ejercicio de la individualidad en medio de la uniformidad. Una obra así, señaló la necesidad de cambiar a fondo el camino, volcarse sobre los problemas generados por el socialismo y dinamitar sus zonas podridas para poder sembrar, donde antes hubo miedos y falsas unanimidades.

La poesía no es solo belleza, disfrute,  también tiene vocación de nombrar allí donde las ciencias sociales hacen silencio, donde la historia la escriben periódicos adormecidos por la ideología. No es un arte menor, así que vale recordar que las naciones comenzaron a hacer la memoria mediante la poesía, sino ¿qué son la Iliada, la Odisea, la misma Eneida?, son grandes poemas épicos; mostraron la infancia intelectual de pueblos dispuestos a labrarse una eternidad en las palabras. Pero aquí no voy a interrogar a los oráculos de la poesía universal, ni a los de la cubana como Lezama, Guillén, Baquero; no, aquí  tienen la palabra dos poetas jóvenes, santiagueros por cierto, –actuales protagonistas del torrente histórico-,  el “cimarronzuelo” Eduard Encina (8) , un tipo carismático que  lega a sus contemporáneos la concienciación de los límites para sobrevivir y encontrarse en medio de la muchedumbre que baila a paso de conga, con una identidad propia; un poeta que advierte sobre lo necesario de tender puentes para alcanzar el reino de la libertad, aunque siempre acechen las generosidades y vilezas del sistema que le ha tocado vivir,  donde el poema es un adelanto, una realización más allá de lo real, un terreno utópico pero no imposible: “hay que borrar / la pared para que el ladrillo se muestre / doloroso / infiel / el miedo pasa vertical. si lo escribo el camino / se acorta pierde duración pero ellas amenazan / ocultan el peligro la dirección del viento”.(9) u visión del pasado tiene un sesgo irracionalista, yo diría que hasta demasiado pesimista, pues el sonido de las trompetas anuncian en sus versos el juicio final, el fin de una historia que  se ha vuelto piedra, que ha sembrado temores en los sujetos ante el posible cambio hacia delante; está cercado el hombre, no hay libertad real: “hacia los flancos la historia / se ha vuelto piedra y el vendedor lo sabe: ya no / importa matar si somos nosotros el enemigo”.(10) Espiritualmente el poeta nombra un sujeto que se sabe de cualquier parte, pero su cuerpo permanece fijado a la isla, a los dolores que esa imantación genera.  Propone la realización individual desde la resistencia, una especie de harakiri tropical,  una agónica manera de negar la terrible uniformidad del hombre masa, ese zombi nombrado por Virgilio Piñera, acodado en cada esquina para ahorcar a los que crucen la raya trazada por los presionadores. El repertorio lírico de Encina es un amplio testimonio de los codazos de la historia, de los empujones por llegar primero y olvidar al otro, de los retorcijones de orejas de nuestros padres por pensar con cabeza propia  y negar lo inservible, de tener ojos para dinamitar lo podrido y sembrar donde todo parece oscuro y reina el más absoluto de los desencantos.

El otro compañero de viaje en el arca de la poesía donde ya va montado Encina, es Oscar Cruz llamado en temprana juventud “el ruso”, que  se viste con las ropas de Piñera y asume una nueva “cabeza negadora”,  no es un poeta de recetas y  fórmulas fáciles para el lector contemporáneo, como pudieran argumentar las viejas promociones de la poesía cubana, ancladas en la llamada “calidad literaria”, o ciertos críticos de cine, que niegan lo diferente, funcione o no, y hasta lo demonizan si no responde a los dictados estéticos del canon.  Cruz, desde el presente que le ha correspondido vivir, se alza  contra las imposiciones promocionales e instaura un nuevo reino lírico para testimoniar los tiempos que corren: “…desde el pecho a la cabeza, la gente le percibe / blancas manchas producidas por pájaros cagones / que suelen defecar encima de patriotas y poetas, son / pájaros nocivos, adaptados al vivir de Vista Alegre, / una zona aburguesada y colonial (...) / me pregunto si ese es el pago que merecen los poetas, / cuando ya no tienen nada que decir”.(11) No le asisten temores, ni espíritus de aldea, sencillamente se alimenta de las circunstancias que circundan al sujeto histórico y desde ellas nombra con efectos lúdicos, críticos, donde nadie se atreve a corporeizar una nación que baila a ritmo de reggaetón, mientras “algunos monjes”, cegados por la más estricta ideología,  quieren ponerle freno.  No quieren pájaros cagones sobre Heredia, José Martí, Fidel Castro y cualquier otra figura del panteón insular. Yo diría que la poesía de Oscar Cruz está muy interesada en visibilizar el imaginario de un país traumatizado en sus cimientos morales, por una utopía de errático recorrido en el siglo XX; usa la “poesía” como árbitro de ese itinerario. Por esa razón lo sagrado es bajado de los pedestales que no significan nada para ese “hombre masa” bajo el “efecto zombi” explicado en estas páginas, y las razones del verso son encontradas en miradas iconoclastas, antirretóricas y yo diría que hasta provocadoras, pues logran captar lo mediato del tiempo vivido, en una especie de crónica anticipada de lo histórico y congela todo lo que la memoria olvida, o sencillamente la historia y las ciencias sociales tardan en visualizar: “Cantaba bonito el desgraciado./ solo que nunca más volverá / a posarse en nuestro patio…”(12)

Mi viaje literario al socialismo cubano  me ha servido más que cualquier libraco de historia  para entender ese comodín, aparentemente digerible para los demagogos de la politiquería más trivial cuando dicen: “la historia nos sirve para saber de dónde venimos y hacia donde vamos”: ¿hacia dónde vamos entonces? 

  Citas y notas biliográficas
  1. Fallecido el 8 de septiembre de 2017.
  2. Ver Roger Keeran y Thomas Kenny: Socialismo traicionado, tras el colapso de la Unión Soviética 1917-1991, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2013; José Luis Rodríguez: El derrumbe del socialismo en Europa, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014. 
 3. José Martí: Diarios de Campaña, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2014, p. 107.
  4. Carlos Espinosa: Virgilio Piñera en persona, p.332.
  5. Carlos Espinosa: Obra citada, p. 349.
  6. Ver Roberto Fernández Retamar: Todo Caliban, Fondo Cultural del ALBA, La Habana, 2006, p. 180, donde aclara porque utiliza la palabra sin acento. 
  7. Roberto Retamar Fernández: citado en Todo Caliban, Fondo Cultural del ALBA, La Habana, 2006, p. 16
  8. Ver sus libros: De Ángel y Perverso. Ediciones Santiago. Santiago de Cuba, 2000, El perdón del agua, Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2003, El silencio de los peces, Editora Abril, La Habana, 2003, Golpes Bajos, Editora Abril, La Habana, 2004  y Lectura de patmos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2011.
  9. Ver el poema de Eduard Encina: “Las trompetas”, en Lectura de patmos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2011.
  10. Ver el poema de Eduard Encina: “Fabeliano (pájaros que duermen sobre la cabeza)”, en Lectura de patmos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2011
  11. Oscar Cruz: Pájaros de Manduley, en La Noria, No. 3, Santiago de Cuba, 2011, p.14.
 12. Oscar Cruz: La plomada, en La Noria, No. 4, Santiago de Cuba, 2012, p.30. 

Bibliografía
AUTOCRÍTICAS: UN DIÁLOGO AL INTERIOR DE LA TRADICIÓN SOCIALISTA: 2009) (ET. ALT), Ruth Casa Editorial-Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
ACOSTA MATOS, ELIADES (2007). Siglo XX: intelectuales militantes, Editora Abril, La Habana.
CRUZ, OSCAR (2007): Los malos inquilinos, Ediciones Unión, La Habana. 
___________ (2009) Las posesiones, Editorial Letras Cubanas, La Habana.
___________  (2013) Balada del buen muñeco, Colección Sureditores, La Habana.
EUROPA ORIENTAL: DEL DERRUMBE AL NEOLIBERALISMO (2011) (ET. ALT), Ruth Casa Editorial-Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
ESPINOSA, CARLOS (2011). Virgilio Piñera en persona, Ediciones Unión, La Habana.
ENCINA, EDUARD. (2000) De Ángel y Perverso. Ediciones Santiago. Santiago de Cuba.
ENCINA, EDUARD. (2003) El perdón del agua, Ediciones Santiago, Santiago de Cuba.
ENCINA, EDUARD. (2003) El silencio de los peces, Editora Abril, La Habana.
ENCINA, EDUARD. (2004)  Golpes Bajos, Editora Abril, La Habana.
ENCINA, EDUARD. (2011) Lectura de patmos, Editorial Oriente, Santiago de Cuba.
JAMES, JOEL (2012). Vergüenza contra dinero, Ediciones Santiago, Cuba.
MARTINEZ HEREDIA, FERNANDO (2010). El ejercicio de pensar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba.
MARTÍ, JOSÉ (1964): Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos, Tomo 19, Editorial Nacional de Cuba, La Habana
PADURA, LEONARDO (2010). El hombre que amaba los perros, Ediciones Unión, La Habana.
PRIETO, ABEL (2011). Viajes de Miguel Luna, Editorial Letras Cubanas, La Habana
PIÑERA, VIRGILIO (2011). Presiones y diamantes, Ediciones Unión, La Habana.
MARQUES DE ARMAS, PEDRO (S.A). Presentación a “La gran Puta“, revista Diáspora(s) No. 7/8, La Habana.
RETAMAR, ROBERTO: Caliban y otros ensayos,  Editorial Arte y Literatura. La Habana, 1979.
RETAMAR FERNÁNDEZ, ROBERTO (2006): Todo Caliban, Fondo Cultural del ALBA, La Habana.
RODRÍGUEZ GARCÍA, JOSE LUIS (2014): El derrumbe de socialismo en Europa, Ruth Casa Editorial-Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
JAMES, JOEL (2012). Vergüenza contra dinero, Ediciones Santiago, Cuba.

martes, 13 de junio de 2017

Tirarme del puente para vivir



Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com   

Alguien me llamó a casa este martes en la noche, 13 por cierto; y me dijo ingenuo por escribir  “Tirarme del puente”. En lo personal no podía hacer otra lectura que no fuera la de mi incapacidad para vivir;  cuando le respondí "tranquilo, tengo muchas ganas de seguir por aquí mientras Dios quiera", dijo, “por alguna razón has revuelto el gallinero”;  al decirle que es una reflexión desprejuiciada de los días que viven muchos cubanos de tierra adentro, precisó, “así uno sabe a ciencia cierta como la gente asume el suicidio y su impacto social”. Se despidió de mí. Al rato, otra llamada. Sin preguntarme nada, me contó del festín de las hienas en la tarde, reunidas en torno a “Tirarme del puente”. Celebraron mis supuestas desgracias. A su manera, eran muy felices.  Es que a las hienas no se les puede pedir otra cosa que comer carroña y cuando creen a alguien muerto, el espíritu de manada congrega. A los que con sinceridad se comunicaron para decirme cuanto me apreciaban, gracias por ser tan generosos y hacerme saber que valgo para ellos;  de esas pequeñas cosas uno se alimenta  y monta Quijote para desembrollar entuertos y liberar verdades encadenadas a las oscuridades más inhóspitas de la vida. Hoy e vuelto a vivir, porque supe del instinto depredador de las hienas; la generosidad de mis amigos y amigas, sobre todo, los que comprendieron el texto para deliberar sobre algo tan profundo como el suicidio en momentos decisivos de la  Patria. A las hienas; un consejo: deben leer mucha literatura de la buena: Gabriel García Márquez;  Mario Vargas Llosa, Orwell, Julio Cortázar, Leonardo Padura, Armando Muñoz y Arnoldo Fernández. ¿Qué libros  tienen que consumir?, pues ahí les van 7, un número que se parece mucho a ustedes:
1. El otoño del patriarca, Gabriel García Márquez
2. La fiesta del chivo, Mario Vargas Llosa
3. Gilda, Armando Muñoz
4. Rebelión en la granja, Orwell.
5. Rayuela, Julio Cortázar.
6. El hombre que amaba los perros, Leonardo Padura.
7. Cuba con los mismos bueyes, Arnoldo Fernández.
Otra cosa, aprecien este video de Eliades Ochoa, me gusta mucho, ojalá y a ustedes también también:
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miércoles, 24 de agosto de 2016

La novela negra cubana, ¿bestia indómita?


Vladimir Hernández, autor de Indómito (Editorial Roca, 2016)
Por  Víctor Hugo Pérez Gallo 

No soy un seguidor ferviente de la novela negra en general, y no soy un especialista del tema, por lo que mis valoraciones son las del simple lector que se acerca hedonistamente a la lectura de un libro policíaco. Debo declarar que mis lecturas parten desde Raymond Chandler y su excelente ensayo El simple arte de matar(1950), hasta todos los policíacos de cartón publicados en Cuba durante la década del 70 y 80 del siglo pasado, verdaderos mediocres herederos de la novela negra socialista, porque  debo decir que en esta hay muy buenas novelas como la saga de Emil Boev y su lucha desde la contrainteligencia búlgara contra “los siempre traicioneros intentos de la CIA” por subvertir el orden de las repúblicas socialistas integrantes del Pacto de Varsovia.

Creo que para hacer un breve análisis del género policíaco en la actualidad en Cuba se debe partir del anteriormente mencionado ensayo de Chandler, ante todo ¿qué es la literatura policíaca? La literatura es un texto mal o bien escrito, sin depender del género al que pertenece, pero en el caso particular  del policíaco o “literatura de detectives”, género criticado por muchos como “literatura ligera”, se debe hacer énfasis en la construcción del mundo, para que sus personajes no asemejen seres encartonados  muy buenos o muy malos, que los convierte en inverosímiles. La literatura policíaca debe de mostrar un mundo real, donde el lector sea capaz de reconocerse, un lugar conde hay asesinos, prostitutas, ladrones. O sea que tenga una perspectiva sociológica del mundo que lo rodea, solo así el convenio que se establece entre el lector y el escritor puede ser real y evitar que se sienta estafado este. Chandler advierte al respecto:

“El relato policial, por varias razones, puede ser objeto de promoción en muy raras ocasiones. Por lo general se refiere a un asesinato, y por lo tanto carece del elemento promocionable. El asesinato, que es una frustración del individuo y por consiguiente una frustración de la raza, puede poseer -y en rigor posee- una buena proporción de inferencias sociológicas. Pero existe desde hace demasiado tiempo como para constituir una noticia. Si la novela de misterio es realista (cosa que muy pocas veces es), está escrita con cierto espíritu de desapego; de lo contrario nadie, salvo un psicópata, querría escribirla o leerla. La novela de crímenes tiene también una forma deprimente de dedicarse a sus cosas, solucionar sus problemas y contestar sus preguntas.”(2014: 26)


De inferencias sociológicas la literatura negra cubana está llena, no podría ser de otra forma cuando se escribe desde/sobre un país tan complejo como es Cuba, y cuando muchos de sus autores escriben desde la diáspora, existiendo en algunos casos un desfase entre el país que dejaron y el país que es en la actualidad, ruptura que se demuestra en su literatura cuando encuadran sus novelas en un contexto actual donde las condiciones del Word building de sus novelas están anclados en los noventa o en las fechas cuando partieron de Cuba.

Los principales hacedores de literatura negra cubana en la actualidad son Amir Valle, Leonardo Padura, Lorenzo Lunar, Chavarría y Vladimir  Hernández.

Los cuatro primeros son fácilmente clasificables en el sentido de que sus obras rondan sobre los aspectos teratológicos de la sociedad cubana, ese mundo underground que no siempre ve el ciudadano común, pero que subyace allí, la homosexualidad, la prostitución, la corrupción de la policía, la pérdida de ese Hombre Nuevo que se quería construir en la sociedad cubana y que se ha convertido en un policía opresor o en un delincuente que vende mercancía barata a los extranjeros turistas, desde habanos hasta chicas “que se dejan hacer de todo”. En el caso de la literatura escrita por Amir Valle se denota la critica política y social al sistema con más intensidad que los otros, tendencia que se veía venir desde la publicación de Si Cristo te desnuda, Premio Soler Puig y publicada en Santiago de Cuba. La literatura de Padura, que ha tenido más publicidad evidentemente que las otras, y de alguna forma ha opacado a sus compañeras, es una literatura del desanimo, del desengaño de toda una generación, El hombre que amaba a los perros, puso el listón muy alto, aunque evidentemente pudo ser menos detallista, dejándole a los lectores medios el placer de buscar más datos históricos sobre Trotsky o su asesino; esta tendencia se ve aumentada en su obra Herejes, lectura que se vuelve muy densa por momentos en sus descripciones históricas, que más bien parece un libro de ensayos histórico que una novela de detectives, si muy interesante para el lector que les guste estos temas, pero no para el leedor que está más interesado en la intriga policial.

En España ha salido publicada la novela de  Vladimir Hernández: Indómito (Editorial Roca, 2016). Me acerqué a la novela con suspicacia, debo declararlo: no leas a tus contemporáneos, me ha dicho siempre un diablillo en el oído. Es una novela que se lee fácil, cuando digo esto no quiero decir que sea simplota sino que con una narrativa clara, usando (y abusando) del diálogo directo nos lleva por toda una trama sangrienta por toda la Habana. Un estilo hemingueyano, si me tomo la licencia de categorizarlo. Pero esta novela va mucho más allá, fuera de sus limitaciones como los continuados manierismos y diálogos donde el localismo es una limitante para el lector español, esta novela se puede decir que traza un nuevo camino a los escritores cubanos de novela negra en el sentido de que el autor se centra más en la psicología de los personajes y evita, o trata subrepticiamente, los temas políticos, aunque estos están implícitos en toda la trama. Es heredera de la temática sobre la  marginalidad, pero toca otra marginalidad  que no había sido acariciada por sus antecesores: la de las personas que emigran del oriente de la isla  de Cuba hacia la capital, una vivencia de personas que no tienen nada y que lo poco que consiguen en la capital de todos los cubanos lo ven destruido de un día para otro; lo que les pasa a menudo es que las expulsen y les destruyan sus chozas, ilegales, sí, pero levantadas con todo el esfuerzo del mundo. En palabras de Dunieska, “la palestina” (1) personaje de la novela:

 “Las cosas en Mayarí se estaban poniendo muy malas. Allí es muy difícil buscarse la vida. Cuando enterramos a mi papá, mi mamá tomó la determinación de que nos fuéramos a vivir con un hermano de ella y su familia (…)agarramos los cuatro chiliches que teníamos y nos montamos en un camión; mis abuelos maternos, mis hermanos mas chiquitos, mi cuñada con mis sobrinos y mi mamá.”(Hernández, 2016: 56)


Como se ve se denota la tragedia, la fatalidad, el fatus griego y la desesperación de hallar esa meca de la riqueza que ella cree que va a encontrar en la Habana. Y migra con toda la familia aposentándose en un llega y pon que la policía destruye luego. Y esta marginalidad es diferente a la tocada por Amir Valle o Padura en sus novelas, y es que en Cuba, hay muchas Cubas, y generalmente la literatura negra cubana está centrada en la Habana y no en el resto del país, con la honrosa excepción de Lorenzo Lunar,no obstante cuando se lee su obra, cualquiera de sus novelas parece escrita desde la Habana.

Vladimir en su texto habla sobre la venganza de Duran, pero no es solo la venganza personal, sino una venganza contra el sistema social que lo lleva a delinquir y que construye a policías corruptos que viven también al margen dela sociedad. Allí conviven sodomitas, el relato que hace de la cárcel nos recuerda inevitablemente a Hombres sin Mujer de Montenegro, a una normas carcelarias, pero lo que sorprende es que el protagonista cuando sale de la cárcel, en el exterior , siguen rigiendo las mismas normas que dentro del entramado carcelario lo que nos lleva a la idea de la cárcel total de la que hablaba Foucault en su Panóptico: la idea de la Habana como una cárcel monstruosa donde todos se vigilan y donde todos delinquen y venden su cuerpos, sus ideas sus aspiraciones por unos dólares para poder comer o para poderse beber el ultimo trago de ron peleón.Cuando los prisioneros se han puesto a hablar, ya tenían una teoría de la prisión, de la penalidad, de la justicia. Esta especie de discurso contra el poder, este contra-discurso mantenido por los prisioneros o por los llamados delincuentes, eso es lo que cuenta y no una teoría sobre la delincuencia” (Foucault, 1994: 12).

Pero va mucho más allá de eso, la idea de panóptico, la novela nos muestra una Habana-ciudad cerrada, una ciudad que se debate entre una urbe estrictamente penal o disciplinaria, una metrópolihundida sobre sí misma donde el control policía se entrelaza con el poder delincuencial para convertirse en una red que cubre a todos los marginales. Un poder que va más allá de lo material porque pesa sobre la conciencia colectiva de los habaneros educados en la represión y en la picaresca como forma de evadirla.

El personaje de Vladimir exclama que para vivir en Cuba hay que estar loco o borracho, y esto nos lleva de nuevo a Foucault y su trato del control de los locos, borrachos, homosexuales, seres desviados normativamente a los que hay que tratar en instituciones carcelarias como escuelas reeducadoras, fábricas, cárceles.  Y una vez más se declara a La Habana, no como la capital de todos los cubanos, sino como un espacio urbanístico refugio de drogadictos, prostitutas, nuevos ricos, paladares, donde el control estatal está presente siempre, pero al estar corrupto desde su base, la maquinaria de control social legitima los hechos violentos y la búsqueda de riquezas sin importar escrúpulos morales alguno. Y ese Hombre Nuevo roba, viola, mata si tiene necesidad de ello, en la búsqueda de los verdes dólares.  Y todo desarrollándose en un ambiente kafkiano de hombres masas, con una existencia precaria (véase al padre del protagonista, ex combatiente de la guerra de Angola y muriendo todos los días un poco en su silla de ruedas). Y todos juzgados por leyes que desconocen, por hombres despóticos y decadentes.

Es interesante hacer una análisis entre esta novela policíaca y el self de sus personajes, un análisis psicoanalítico, donde el narrador y sus futuros lectores se saborean, se deleitan con lo monstruoso de los crímenes, con lo teratológico, lo patológico de los hombres corruptos de la Habana.  Así Vladimir consigue algo: el examen de sí mismo, de cuanto hay en ellos también de patológico, de criminal, de deseos secretos, de ver cuando el poder les controla estos instintos.

El gran protagonista de la novela Indómito es la ciudad,  una Habana decadente y sumergida en un sopor del que no ha podido desprenderse en los últimos años, de personajes que quieren escapar de esa realidad en la constante búsqueda de la felicidad, pero su acción los llevara inevitablemente a la catástrofe personal.

Es una novela que, repito, ha abierto un nuevo camino en la novelística negra en Cuba, y no quisiera terminar sino citando nuevamente a Chandler,  en unas frases que creo que describen perfectamente esta novela:

 “Hammett escribió al principio (y casi hasta el final) para personas con una actitud aguda y agresiva hacia la vida. No tenían miedo del lado peor de las cosas; vivían en ese lado. La violencia no les acongojaba. Hammett devolvió́ el asesinato al tipo de personas que lo cometen por algún motivo, y no por el solo hecho de proporcionar un cadáver. Y con los medios de que disponían, y no con pistolas de duelo cinceladas a mano, curare y peces tropicales. Describió a esas personas en el papel tales como son, y las hizo hablar y pensar en el lenguaje que habitualmente usaban para tales fines”. (2014:35)


Vladimir Hernández no escribe solo sobre la sangre o la corrupción policíaca: escribe también sobre la corrupción de las personas que se ven abocadas a caer en lo más bajo del mundo para sobrevivir, no digo más: léanla. 

Bibliografía

Chandler, Raymond(2014):”El simple arte de matar”. Ediciones e Bolsillo.

Hernández, Vladimir(2016): “Indómito”. Ediciones la Roca. Barcelona.
Michel Foucault (1974). "Prisons et asiles dans le mécanisme du pouvoir", en Dits et Écrits, t. II. París: Gallimard, 1994, pp. 523–4.
Vázquez Montalbán, Manuel (1987): “No escribo novelas negras”. En: El Urogallo. Enero-febrero, pp. 26-27.
 


(1) En Cuba se les denomina “palestino” a las personas que migran desde las provincias orientales a la Habana buscando mejorías económicas o perspectivas profesionales.


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