Por Marianela Fonseca. (Residente en Cienfuegos, Cuba)
Hace unos años, allá por
2014, en mi querida ciudad de Cienfuegos, mientras curioseaba por la red, en
espera de alguna reunión u otra rutina descubro un Caracol comandado por un
joven, cuyo verbo me atrapó de inmediato, pero confieso que la mayor sorpresa
llegó, cuando supe que esos textos hermosos, cargados de patriotismo, de cubanía,
donde Martí es no solo presencia, sino esencia, se gestaba en Contramaestre,
tierra oriental, como la que me vio nacer.
No se trata de que no haya
talento en nuestra tierra, sobradas pruebas existen; pero todos sabemos que el
fatalismo geográfico pesa y mucho. Por tanto, este CARACOL y su capitán tienen
méritos multiplicados: ser, estar, decir de manera bella, declararse martiano,
cubano, sencillo, guajiro -y oriental-, evadir los sapos que pululan;
mantenerse blogueando, fortalecido, capeando temporales que amenazan con
hacerlo naufragar.
CARACOL hoy ha crecido y su
eco resuena allende los mares, gracias al talento de su creador, gracias a la
red de amigos construida a su vera. Caracol salva, enamora, mantiene a los
contramaestrenses que andan por el mundo anclados a su tierra, a sus raíces.
CARACOL es la prueba de que
es posible decir con verbo claro y hermoso, retratar la realidad y seguir
amando esta tierra verde, cálida, intensa, apasionada que nos vio nacer y nos
ama y acoge.
Gracias CARACOL. Gracias
Arnoldo por hacerme parte de tu vida. Un abrazo y ¡felicidades!
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