Fidel Castro mira al pueblo de Contramaestre, en el oriente de Cuba. Foto tomada por Abdelillo. |
Por
Eduard Encina (Editor de Cimarronzuelo Oriental)
Fidel Castro era un loco, comentó mi amigo
mientras tomábamos un café. Receloso miré hacia los lados, con el temor de que su
comentario pudiese molestar a los clientes. Le pedí que hablara bajito, pero él
insistió ¿No me crees? Era un sansy.
Aunque suelo ser respetuoso con la opinión
de los demás, no pude contenerme. De un trago terminé mi café e inventé una
escusa para marcharme. ¡Él no se levantaría de ahí!, me dijo, pero ya ves, eres
un pendejo, escuchas los disparos y ya quieres salir huyendo. Quedé inmóvil en
un ademán de virilidad, o tal vez porque tenía razón; cuando comenzó con su
irrefrenable monólogo.
“Qué me dirías de un tipo que reúne a un
grupo de jóvenes sin experiencia de combate, mal preparados, desprovistos de un
buen armamento y que se dispone asaltar una de las fortalezas más grandes del
país. Qué me dirías si después de la sangrienta derrota apela a su condición de
abogado, decide defenderse, y para colmo, termina asegurando que lo condenasen
pues la historia lo absolvería.
Qué me dirías si se va a México y prepara
una expedición y se lanza al mar en medio de una tormenta, desembarca en un
manglar muy lejos de tierra firme; de sus más de ochenta expedicionarios solo
le quedan doce, prácticamente desarmados, heridos, hambrientos y en esas
condiciones se le ocurre decirles: “¡Ahora sí ganamos la guerra!”; sube a las
montañas y dos años después baja con un ejército de barbudos victoriosos.
Qué me dirías si en 1962 puso a correr a
sus enemigos y también a sus amigos soviéticos y colocó al mundo al borde de
una guerra nuclear.
Qué me dirías del que después de la caída
del muro de Berlín se quedó solo, sin aliados, sin economía y decidió echarse
el país sobre los hombros y prometía sacarlo de la crisis sin renunciar a sus
ideales.
Qué me dirías de su promesa de hacer
regresar al niño Elián y a los Cinco Héroes.
Entonces entendí a mi amigo, y de un
sopetón le dije la noticia: “HACE UNAS HORAS MURIÓ FIDEL” ¿Estás seguro?,
preguntó más serio que una estatua, no puede ser, dijo, ese loco se le escapa
hasta la pelona? No me quedó más remedio que sonreír y decirle, vamos compadre,
el que está loco de remate eres tú.
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