Por Arnoldo Fernández Verdecia. caracoldeaguaoriente@gmail.com
Historias cotidianas de ficción.
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A la mujer hay que darle duro-, piensa. - Le toca la 14, tiene agua, dos colchones-,
dice una mujer metida en unos papeles.
Ya en la habitación, los cuerpos saltan de las ropas, asoman sudorosos.
Mucho calor. Ella se asombra. -Estás herniado mi cielo. Tienes una
maravilla-. No la escucha. Una idea lo
persigue. -No hace falta dinero, con un buen pene todo se resuelve-. Sin
embargo, muy dentro de su alma, sabe que no la volverá a ver. Desapareció por
una década, hasta que una tarde de julio la encontró en la única tienda decente del pueblo; le
tapó los ojos, besó una de sus orejas. Ella supo enseguida y sus palabras
asomaron con tristeza -No podía vestir
al niño, darle un techo, comprarle medicinas. Apareció un señor y dijo que
podía salir de aquella vida. Probé. Fue horrible, pero recibí 250 verdes. ¡Imagínate
ese dinero en aquel tiempo! Seguí la segunda y no pude apartarme-. Silencio
angustioso. -Toma estos billetes, al menos ayudarán en algo-, dice. Los puso en
su camisa. La casa de la primera vez los recibe; pero ya no es su mujer. No puede
con el cuerpo de tantos hombres. Rompe
a llorar cuando lo llama “niño”.
Jajajajajaa, que buen desenlace, me gustó mucho, hermano, Realismo sucio pero entendible, casi un cuento popular...
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